A su paso por Puebla, escuchan activistas testimonios de abusos del góber Marín
El ex comunista Doger, reciclado como priísta, hostiga sin éxito a los caminantes
Jaime Avilés (Enviado)
Xalizintla, Pue. 24 de enero. A su paso por el pueblo de Coapan, la caravana Sin maíz no hay país, que encabezan Jesusa Rodríguez y Julio Glockner, se reunió ayer con las “coapenitas”, un grupo de 50 mujeres que todos los días, de domingo a domingo, convierten en tortillas 6.5 toneladas de maíz, a razón de 666 kilos de tortilla por tonelada.
Sin reparar en el diabólico valor cabalístico del número 666, las integrantes de esa peculiar organización, que Glockner describió como “viejitas hermosísimas”, contaron que cada una de ellas amasa, tortea y echa al comal 4 mil 500 tortillas diarias, o lo que es lo mismo, 135 mil al mes, que abastecen la mayoría de las fondas y restaurantes de Tehuacán.
En su tercer día de viaje por el estado de Puebla la caravana llegó esta noche a las frías alturas del Paso de Cortés, entre el Popocatépetl –que en estos días exhala “bocanadas de humo que recuerdan el estilo de fumar de Agustín Lara”, en opinión de Glockner, antropólogo experto en los usos y costumbres de Don Goyo– y el (la) Iztaccíhuatl, de donde mañana, viernes, partirá hacia Milpa Alta, en la última escala antes del Zócalo.
Después de recorrer Tepanco, Tlacotepec, Tecamachalco, Tepeaca, Actipan y Totimehuacán, en cuyos zocalitos sembró las cuatros variedades del maíz mexicano –blanco, rojo, amarillo y azul–, “para que las cañas se levanten y recuerden la importancia de nuestra lucha”, como en cada parada iba explicando Jesusa, la caravana llegó anoche a la capital del estado y se encontró con que el alcalde priísta, el ex comunista José Doger, con bien ganada fama de corrupto en la época en que fue rector de la Universidad Autónoma de Puebla, les mandó decir que estaba prohibido sembrar nada “porque el jardín central es un lugar público”.
Ante tamaña arbitrariedad, los caravaneros desobedecieron la orden y, desde el templete, ante cerca de un millar de labriegos que se habían unido a la caravana en Actipan, encabezados por Concepción Colotla, líder de la Unión Campesina Emiliano Zapata, Glockner le advirtió a Doger que “todos los días cuidaremos estas semillas para que den elotes, y si las desentierran las volveremos a sembrar tantas veces como sea necesario hasta que se renegocie el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y se prohíba que entre a México el maíz asesino de Monsanto”.
El acto culminó, ya entrada la noche, cuando la gente rompió a gritar, una y otra vez, más y más fuerte, como en otros puntos de la ruta:
“Nuestro maíz morirá el día que muera el sol”, un profético verso del poeta Ak Abal que, repetido por la muchedumbre, tiene –comentó Jesusa– “la virtud de sacar a flote todo el dolor que nuestro pueblo siente debido a tantas agresiones que ha sufrido: que si el fraude, que si la imposición del pelele, que si el gasolinazo, que si ahora van a privatizar Pemex, y muy marcadamente por la terrible amenaza contra el maíz”.
Hoy por la mañana la caravana prosiguió sembrando su “camino de maíz” en los zócalos de San Pedro Cholula, Santa María Acuexcomac, Nealtican, San Nicolás de los Ranchos y Xalizintla, antes de dirigirse al valle de México.
En Acuexcomac, los habitantes denunciaron que al inicio de su sexenio, Mario Marín, el góber precioso, “vino a llevarse el agua de nuestros manantiales para darle servicio a Puebla, pero nos prometió que cada vez que un pozo empezara a dar problemas él mandaría a cuidarlo”.
Y como era de esperarse, ahora que el abasto para los consumidores de Acuexcomac empieza a dificultarse porque los manantiales se agotan, cartas van y cartas vienen y Marín, por supuesto, no responde. Cuando era gobernador del estado, recordó Glockner, “Manuel Bartlett les hizo lo mismo a los de Nealtican”, un pueblo que a principios del siglo I después de Cristo fue sepultado por la lava del Popocatépetl.
Es tan grande el desaliento que padecen los de Acuexcomac debido a la miseria y al abandono, que las calles del pueblo están cubiertas de basura, y cuando los miembros de la caravana se pusieron a recogerla, unos niños se les acercaron a preguntarles como si nunca hubieran visto algo similar: “¿Qué hacen?”
Glockner se comprometió a respaldar las demandas sobre el problema del agua, pero a cambio pidió que adopten medidas para mantener limpio el pueblo.
Poco más tarde, en San Nicolás de los Ranchos, donde el PRI acaba de perder las recientes elecciones municipales, los caravaneros le solicitaron al alcalde perredista, que en breve asumirá el poder, que “haga algo para levantar la imagen del PRD, que es desastrosa en Puebla”.
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