Carlos Fernández-Vega
Insiste Alberto Cárdenas en hablar de beneficios
No se irá la luz porque hay velas
El carismático cuan ágil titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas Jiménez, ha sido rechazado como interlocutor por partidos políticos y diputados de oposición, así como por organizaciones campesinas y de productores, y los motivos centrales de tal repudio al ex caballo negro marca Bimbo son su tajante negativa, por orden directa de Los Pinos, de sondear siquiera la posibilidad de renegociar el capítulo agropecuario del TLCAN y su monótono discurso sobre los supuestos “beneficios” generados por el mismo tratado en igual renglón.
Ayer repitió negativa y monotonía en su especie de comparecencia ante la tercera comisión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, acompañado casi en exclusiva por legisladores de su propio partido, el PAN, y dijo que “es innecesaria” la renegociación, pues lo mejor que se puede hacer es (con lo que eso quiera decir) “meternos exclusivamente producto por producto”.
Pues bien, ya que propone producto por producto vale aprovechar el compendio estadístico de la Cámara de Diputados, con base en cifras de Los Pinos y la Sagarpa, para conocer cómo el TLCAN ha “beneficiado” a productores y consumidores a lo largo de su vigencia, y el primer balance arroja el siguiente resultado: la superficie sembrada en el país reportó un decremento (1995-2007) de 12.6 por ciento; la superficie cosechada cayó 10 por ciento; el rendimiento por hectárea aumentó 28 por ciento; la producción de los principales cultivos de granos y oleaginosas creció 25.3 por ciento y la importación 114 por ciento, mientras la exportación se redujo 31 por ciento.
Todo indica que ese primer balance no robustece la tesis de Cárdenas Jiménez sobre aquello de los “beneficios”, pero el caso se agrava cuando se revisa producto por producto. Por el contrario, se fortalece la de los organizadores de la movilización convocada para el 31 de enero para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La tesis, por llamarle de alguna manera, de Cárdenas Jiménez es la misma del inquilino de Los Pinos, aunque éste va más allá al decir que “los países de la región compran hoy a agricultores mexicanos casi cinco veces más que en 1994”.
Eso dice, pero ya en el detalle la estadística de la Cámara de Diputados confirma que una cosa es el discurso y otra muy distinta la realidad. Para el caso el caso del maíz, cuyo mercado quedó liberado al 100 por ciento desde el primer segundo del presente año, de 1995 a 2007 la producción nacional de este grano básico en la dieta de los mexicanos se incrementó 29.7 por ciento, mientras la importación creció 185 por ciento.
En 1995, el 87.3 por ciento del consumo aparente de maíz en México se cubrió con producción nacional; en 2007 esa proporción cayó a 75 por ciento. En el periodo, la superficie sembrada de maíz se redujo 10.7 por ciento y la superficie cosechada por ciento, aunque el rendimiento creció 30 por ciento.
Para el caso del frijol, en el periodo de referencia la producción nacional de incrementó 8.9 por ciento, mientras la importación se aumentó 283 por ciento; la superficie sembrada se redujo 28 por ciento y la cosechada 38 por ciento, con todo y que el rendimiento por hectárea creció 76 por ciento, y por obvias razones la exportación de este grano se desplomó 85 por ciento.
El caso del arroz es sintomático: de 1995 a 2007 la producción nacional se redujo 2.5 por ciento, mientras las importaciones crecieron 120 por ciento; la superficie sembrada cayó 22 por ciento y la cosechada 10.2 por ciento; en 2007 el 70 por ciento del consumo aparente en el periodo se cubrió con importaciones, y en 1995 el 50 por ciento.
El trigo no se queda atrás. En el periodo referido la producción nacional se incrementó 1.3 por ciento, pero la importación creció 217 por ciento; la superficie sembrada se redujo 27 por ciento y la cosechada 33 por ciento, por mucho que el rendimiento por hectárea aumentó 50 por ciento. En 2007 el 56 por ciento del consumo nacional de este grano se cubrió con importaciones; en 1995 representó el 29 por ciento.
Algo similar ha sucedido con otros granos y oleaginosas (soya, sorgo, cebada, semilla de algodón), que reportan importaciones crecientes y producción nacional a la baja. De hecho, una de las gráficas de la Cámara de Diputados deja en claro que la importación de productos agropecuarios fue notoriamente descendente de 1980 a 1993, y a partir de 1994 (entrada en vigor del TLCAN) la tendencia cambió drásticamente de rumbo para un alza sostenida, especialmente las de maíz.
Documenta, pues, que la balanza comercial agroalimentaria del país es crecientemente deficitaria desde el arranque del TLCAN, lo que tira al suelo aquel dicho del inquilino de Los Pinos de que “los países de la región compran hoy a agricultores mexicanos casi cinco veces más que en 1994”.
Lamentablemente el discurso del michoacano sobre las “bondades” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es igual al que utiliza para otros temas, como el de la recesión estadunidense que se aproxima. En este sentido, ayer reiteró que “a la vuelta de unos meses, cuando la adversidad se pueda superar, México tendrá una economía que vaya cada vez más fuerte y cada vez más de prisa”.
Lo anterior, desde luego, si le aprueban sus “reformas estructurales” (la energética en primer lugar), porque ellas “nos va a permitir que esta adversidad que viene desde afuera no haga que México tropiece sino que siga avanzando, quizá a menos velocidad”, o lo que es lo mismo no se irá la luz, porque nos alumbraremos con velas.
Las rebanadas del pastel
Felicidades, porque según el Banco de México la inflación en la primera quincena de 2008 fue de ¡0.27 por ciento! (0.51 para la canasta básica y 0.55 en alimentos) lo que de inmediato provocó que millones de mexicanos exigieran pasaporte para vivir en el país que describe el organismo a cargo de Guillermo Ortiz, que nunca va de compras…
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario