TLCAN, golpe cultural
Foto: alejandro saldívar
La libre importación de granos básicos y lácteos dentro del TLCAN toma desprevenida a una sociedad cuyos gobernantes dan la espalda a la identidad cultural del país. Por ello se recoge aquí el análisis del estudioso Armando Bartra, del economista Alejandro Nadal y del especialista en maíz Antonio Serratos, quienes encabezan el repudio de destacados miembros de la comunidad intelectual.
Los mexicanos están perdiendo la esperanza de un futuro mejor.
Así el antropólogo, sociólogo y politólogo Armando Bartra ve el panorama ante la liberación absoluta de las importaciones de maíz, frijol, azúcar y leche, desde el 1 de este mes, que indica el artículo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Ahora observa un riesgo mayor de desarticular el campo:
“Si se destruye ese sector de la sociedad y de la economía del país, no es viable porque la gente emigra por no tener futuro. Te están expulsando de tu país. Pero también está saliendo gente del Distrito Federal, la que tiene bachillerato o una licenciatura.”
Entonces, el director del Instituto Maya recuerda la campaña “Sin maíz no hay país”, que desarrollaron principalmente organizaciones campesinas, asociaciones civiles, académicos e incluso actores de cine, entre otros, para defender un cultivo que, a decir de Bartra, abarca cerca de 3 millones de hectáreas, en las que están involucrados unos 3 millones de campesinos.
También resalta que es un cultivo con 300 variedades, aunque sólo se cultivan alrededor de 30, y es la base fundamental de la alimentación de los mexicanos:
“Estamos hablando de 100 millones de personas que comen maíz, no como único elemento de su dieta, pero como un elemento importante, y en Estados Unidos más 25 millones. Nos referimos a generación de empleo, alimentos, ingresos, estabilidad social, cultura, identidad, costumbres culinarias y lingüísticas, en fin. Ésta es la defensa del maíz en un sentido inmediato, y no es poca cosa.
“El maíz es un símbolo porque es el cultivo que nos da identidad, nuestras señas de identidad están en este cultivo, pero nuestras señas de identidad no se agotan en este cultivo, es un sentido más amplio, es la defensa del campo. Entonces, lo que está en riesgo no es únicamente la siembra de maíz o la de frijol, que se agregó a la frase emblemática, sino que es el maíz, el frijol, el trigo, en general los granos, pero también las oleaginosas, la producción de lácteos y una parte de la producción de frutas, las que no son de exportación, y la producción de hortalizas, las que también no son de exportación. Está en peligro la vida del campo en general, la vida social del campo.”
El autor de El comportamiento económico de la producción campesina expone que un cuarto del total de la población que vive en comunidades rurales, quizá 16% de la población económicamente activa, se ocupa en actividades agropecuarias.
Además, detalla, el campo proporciona los alimentos, aire puro, agua limpia, tierra fértil y diversidad biológica, “una serie de bienes culturales, pero también de bienes ambientales”, por lo que sacrificar el campo es perder todo eso y quedarse sin país.
Dilucida que el campo representa 3.4% del Producto Interno Bruto, es decir, que tres pesos 40 centavos de cada 100 que se producen en México vienen de ahí. Y denuncia que si las autoridades no lo conservan, es porque para ellas no es competitivo.
Recomienda no salir al mundo (la globalización) olvidando los intereses específicos como pueblo, como nación, como cultura, “y hay una tendencia a eso: a conseguir la globalización como una forma de negar la propia identidad”.
Previene:
“Si no logramos que todos los mexicanos sientan que están siendo sacrificados en este ingreso a la globalidad –desventajoso porque los países de primera división no juegan así a la globalidad, ellos sí protegen sus propios intereses internos– entonces vamos a perder todos, no sólo los campesinos.”
La misión de resguardar
Preocupado, menciona que es grave que se importen 10 millones de toneladas anuales de maíz. La tercera parte que consume el mexicano viene de afuera, así que incita:
“Hay que defender al maíz mexicano.”
La mitad del trigo que se consume también se importa.
“Hay que defender el café. Existe medio millón de familias mexicanas produciéndolo, es el cultivo que directa e indirectamente más empleos genera.”
El problema crece. Intranquilo manifiesta: no sólo “estamos dejando que se diluya entre nuestras manos el maíz, también se destruye la base material y sustentación de creadores de cine, exactamente con la misma lógica del maíz”.
Acentúa que se está provocando la migración de los cineastas (como la migración de los campesinos), los dibujantes de historietas, los científicos… la industria editorial mexicana no tiene protección:“
Se favorece a las empresas extranjeras. Se importa producción editorial española. Es decir, estamos importando maíz, cine, historietas, libros, ¡todo!”
–¿Por qué el gobierno no ha defendido nuestra identidad y todo lo que engloba esa identidad?
–Estamos gobernados por un grupo de tecnócratas, y son neoliberales que piensan firmemente que la única forma de entrar a la globalidad es dejar la propia identidad en el arcón de la abuela. Para ellos al entrar al mundo globalizado hay que aprender inglés, admitido, hay que aprender el inglés, pero no hay que olvidar el español. Ellos hablan español porque no les queda más remedio, pero sueñan en inglés y piensan en inglés.
“Es el grupo que decide y que ha encabezado nuestros destinos en las últimas décadas, que considera que lo mejor que le podría pasar a los mexicanos es dejar de ser mexicanos y dejar de ser latinoamericanos, y aprovechar esta ventaja geográfica para ser de una vez norteamericanos. Los conservadores de hoy, igual que los conservadores de hace 100 y 200 años, siguen pensando que los pueblos que comen trigo son superiores a los pueblos que comen maíz, por tanto lo que hay que hacer es olvidarse del maíz y olvidarse de lo que somos”.
–¿Qué pasaría si el campesinado, mayoritariamente integrado por indígenas, desaparece como clase?
–Ya está pasando. La destrucción del campesinado como clase no es algo que inició a partir del 1 de enero. México entró al GATT, ahora es la Organización Internacional del Comercio, desde los ochenta, lo cual significó desregular, abrir fronteras y desproteger. Parece que están pensando en un país concebido como México, S.A., como una empresa que puede estar invirtiendo, gastando, poniéndole y echándole el dinero.
Lo peor
Aunado a la mala situación del campo, está el narcotráfico, que a decir del investigador se está apropiando de territorios enteros del país:“
Los jóvenes en el campo son emprendedores, toman en cuenta las ventajas comparativas y llegan a la conclusión de que cultivar amapola es lo más rentable, luego la mariguana y después de eso, pero infinitamente atrás, café, maíz y frijol. Estamos dejando que se destruya el campo y luego nos preocupa que se colonice el campo por el crimen organizado. Mientras no se le dé una opción al campo, no es posible ganar la guerra.”
–Estamos ante el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia.
–A los gobiernos recientes les ha preo-cupado nuestra identidad, según ellos. Ahí están las grandes exposiciones sobre la cultura nacional y la preocupación por celebrar 100 años y 200 años de los grandes acontecimientos históricos. Todo eso es nuestra identidad concebida como el pasado, y nuestra identidad no es el pasado, nuestra identidad es el futuro, nuestra capacidad de mirar hacia adelante y de imaginar un porvenir.
“Eso es utilizar el pasado como una mercancía más. Esto no es afirmar identidades, es transformar nuestra identidad. Debemos pensar que nuestra identidad es el lugar cultural desde el cual miramos el porvenir. Te globalizas a partir de un lugar, no es un lugar físico, es un lugar cultural. Es a partir de tu identidad, origen, gustos, familia, pueblo y nación. Estamos destruyendo este lugar a partir del cual podemos proyectar el futuro y a partir del cual podemos participar en la globalización no sólo con dignidad, sino además aportando algo.”
Según él, no habrá voluntad de los gobernantes para renegociar el TLCAN, y si lo hicieran, sería un pequeño paso para entrar a un proceso terriblemente complicado.
Rememora que ya se acordó renegociar el TLCAN en 2003, en el Acuerdo Nacional para el Campo. Lo primero era realizar un estudio del impacto del TLCAN en lo que toca al campo porque planteaba la revisión del artículo agropecuario. Se hizo la investigación, sólo que no hubo ningún tipo de consulta de cómo se iba a hacer la investigación y con qué criterios o quiénes iban a efectuarla y con qué enfoques.
Pero el gobierno federal, expresa, designó por debajo del agua a dos o tres académicos del Colegio de México y realizaron un estudio a modo, “decía lo que el gobierno quería”.
Sí se puede renegociar el TLCAN, precisa:
“El Senado tiene la posibilidad. Es finalmente el que ratifica o rectifica nuestra política exterior, la decide el Ejecutivo, pero el Senado es un contrapeso. El Senado puede presionar fuertemente al Ejecutivo. Podría quizá iniciarse un proceso de negociación, pero necesitamos pensar que es una lucha muy prolongada.” l
No hay comentarios.:
Publicar un comentario