Por Francisco Luna Kan
En todas las etapas de su vida el ser humano ha tenido que vencer múltiples obstáculos para subsistir y poder desempeñarse en su convivencia social, bien sea en el núcleo básico de la organización, la familia, o en el conjunto más numeroso de la sociedad constituida por la compleja trama del parentesco o una más heterogénea, que incluye a muchísimos conjuntos familiares.
Gran parte de nuestro comportamiento como integrantes de la sociedad se forma por la educación reproducida de la conducta familiar en donde el niño aprende por imitación e inducción de los padres. Alimento, vestido, hábitos, juegos y comportamiento en la vida del hogar provienen del ejemplo de los ancestros directos y otros parientes.
La llegada a la edad escolar, en la institución correspondiente nos enseña otras normas que se harán más complejas en la medida que se avanza en los diversos estratos de enseñanza. Esta conducta adquirida es de mayor entramado en la medida que la persona asimile más conocimientos y cultive relaciones con otros seres humanos, que a la vez pueden ser activos o pasivos según su personalidad y la de los individuos cercanos a nuestro afecto. Esta interacción perdurará a través de toda la vida.
La complejidad de la vida social es resultado de la personalidad individual formada e influenciada por la relación señalada, pero en ella juega un papel preponderante el sistema nervioso, básicamente el llamado central, gobernado por el cerebro, órgano delicado en su anatomía y funcionalidad. Si ésta es normal, distinguiremos los olores y sabores; percibiremos el hambre y la sed; el frío y el calor; la luminosidad y obscuridad; la seriedad y la risa; permaneceremos en vigilia o por cansancio entraremos al sueño reparador. También juega papel central en el aprendizaje individual y colectivo.
Los valores culturales también se adquieren por la práctica y los hacemos conscientes mediante la inteligencia que como toda función cerebral requiere el hábito repetitivo en forma gradual, ascendente que nos proporciona la educación; pero también en la práctica de una sana convivencia basada en el respeto mutuo entre las personas que formará el destino de los individuos y la sociedad que éstos logren integrar.
De no conjugar estas normas, el núcleo social difícilmente pudiera entenderse en su comportamiento. Para regular éste, surge la normatividad que imponen las leyes, cuya observancia debemos seguir para hacerlas operantes en la vida cotidiana. La disposición legal norma nuestro comportamiento individual y social, señalando sanciones para los individuos que cometan actos ilícitos.
El Estado a su vez, constituido por todos los habitantes que radican en un territorio compartido, crea los órganos que hacen las leyes y otros más que se encargan de su aplicación.
Estos recuerdos sobre fisiología, sociología y política traen aparejados otros más sobre Moral que nos sirve para el conocimiento y práctica de los principios que la rigen. Por medio de ella es posible que el individuo se abstenga por convicción y educación, de realizar actos lesivos para él, su familia y los miembros de la colectividad. El desconocimiento de las normas éticas puede inducir a conductas aberrantes, lesivas para las víctimas y para quienes las ejecutan, porque trae efectos de bumerán.
La persona humana de conducta normal, aun careciendo de educación, tal vez instintivamente sea incapaz de iniciar una agresión a sus semejantes. Los recientes sucesos ocurridos en la capital de nuestro estado en que falleció una señora que, según reportes informativos, se encontraba embarazada, han tomado un rumbo cuando menos preocupantes para la sociedad, misma que requiere información basada en hechos reales, comprobables y no sólo sostenidos en conjeturas.
En un Estado de Derecho nadie puede abrogarse el título de poseedor de la verdad única. Existen procedimientos de investigación basados en sucesos reales, comprobables por métodos auxiliares de certeza en su aplicación. Los reportes de las autoridades judiciales deben ser respaldados con ellos, a fin de convencer a la ciudadanía de la verdad de los mismos.
En las novelas policiacas siempre existen casos de difícil solución, pero finalmente quien agrede las normas sociales es descubierto y paga penalmente con su persona, la deuda con la sociedad. En la vida real no existe el crimen perfecto. Si excepcionalmente el responsable escapara a la acción de la justicia, el sentimiento de culpabilidad lo perseguiría y su conciencia no encontraría la tranquilidad requerida para la existencia. Muchísimos casos de suicidio ocurren por no soportar el tormento de revivir acciones antisociales o criminales. Tal vez se puede engañar temporalmente a un grupo de personas; pero lo que no puede lograrse es el autoengaño. El tiempo y el registro de los casos pueden aclarar lo que ocasionalmente se pretende ocultar.
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