Ángel Guerra Cabrera
La semana pasada escribí sobre las elecciones en Cuba; vuelvo al tema para explicar algunos rasgos distintivos de su sistema comicial, casi desconocido fuera de la isla. No sólo debido al silencio o tergiversación mediática de que es objeto en general la revolución cubana, sino, en particular, a lo inconveniente que sería para el orden imperialista la difusión de los fundamentos democráticos en que aquel sistema se asienta.
Nadie tiene derecho a postularse, toda vez que la ley electoral conceptúa la condición de candidato como un reconocimiento de la sociedad a las cualidades personales reunidas por quienes representarán a su comunidad y los intereses de la nación en los Órganos del Poder Popular. Los delegados a las Asambleas Municipales surgen de las propuestas argumentadas y acordadas por los propios vecinos en reuniones celebradas en las circunscripciones que forman cada municipio. Allí pueden proponerse hasta ocho candidatos, de los cuales resulta electo posteriormente el que obtenga más votos, siempre por encima del 50 por ciento. El registro electoral es automático cuando se llega a la edad de sufragar: 16 años.
En el caso de los delegados a las Asambleas Provinciales y diputados a la Asamblea Nacional son las comisiones de candidatura, integradas por las organizaciones de masa (obreras, femeninas, estudiantiles y campesinas) las que los postulan después de consultar, en entrevistas individuales y reuniones plenarias, el criterio de los delegados electos en la base, quienes reciben las biografías de los candidatos y otros datos necesarios para formarse una opinión. Alrededor de 50 por ciento de los candidatos en esos dos niveles deben provenir de quienes fueron electos en las circunscripciones e igual proporción de aquellos que, no habiéndolo sido, son propuestos por las comisiones en busca de una mayor representatividad de los distintos sectores de la sociedad: obreros, campesinos, intelectuales, artistas, deportistas, dirigentes del Partido Comunista, jefes militares, funcionarios del gobierno y líderes religiosos. Mediante consultas a los diputados se integra la candidatura al Consejo de Estado, a elegirse el 24 de febrero.
En la elección del 20 de enero la presencia de mujeres en el Parlamento se incrementó a más de 43 por ciento y la de negros y mulatos a 35 por ciento, todavía insuficiente.
A diferencia de las llamadas democracias occidentales, ser representante popular en Cuba no está condicionado por el dinero que disponga el candidato sino depende del mérito individual. Esto contrasta con los sistemas electorales de muchos otros países, donde, como en Estados Unidos, los candidatos con posibilidades de llegar son ricos salvo contadas excepciones, y millonarios en el caso de los presidenciales, que renuncian casi todos al financiamiento público para quedar en libertad de recaudar fondos ilimitados, principalmente para comprar espacios televisivos sin control ni regulación alguna. El grueso de estos aportes procede de las grandes corporaciones, lo que obliga a sus destinatarios a servir los intereses de éstas y no los de los electores. Es notorio el caso de las compañías de seguros médicos, cuyas contribuciones y presiones a los candidatos han impedido reformar el sistema de salud estadunidense, de lejos el más caro e ineficiente de los países desarrollados, además de excluir ya a la sexta parte de la población.
En Cuba no hay campaña electoral a la manera convencional. Los candidatos a los niveles provincial y nacional visitan a sus electores semanas antes de las elecciones y sostienen continuos intercambios con ellos a fin de conocer de primera mano sus problemas, aspiraciones y opiniones, pero toda la propaganda se reduce a divulgar sus biografías y fotos en sitios públicos y en los medios de difusión. El conteo de los sufragios se realiza ante los ojos de los vecinos y periodistas nacionales y extranjeros. Los parlamentarios devengan el mismo salario que cuando fueron electos.
El Partido Comunista impulsa la organización y difusión de los comicios, pero no postula candidatos, aunque muchos de sus militantes son electos dada la calidad moral que, en general, les es inherente.
Los cambios que se gestan en Cuba apuntan a un mayor protagonismo de los ciudadanos en la decisión y control de los asuntos del Estado, que hará cada vez más democrático su sistema político. Todo esto con la daga yanqui en el cuello.
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