José Luis Hernández Ayala
La decisión de la oligarquía mexicana y de sus amos imperialistas es inequívoca: consideran inaplazable y urgente la aprobación de las llamadas reformas “estructurales”, especialmente las que se refieren a la privatización del petróleo y la electricidad. Los vaivenes declarativos del gobierno espurio, que primero ratifica y luego recula, solo reflejan su cautela ante las crecientes muestras de rechazo por parte de la población y de la maduración de un proceso de reorganización y unidad de los diferentes movimientos sociales.
La reciente conformación del “Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas” es reflejo de la grave preocupación existente entre la clase trabajadora por la profundización del modelo neoliberal y de su determinación de unir fuerzas para enfrentar esta ofensiva. El amplio abanico de organizaciones campesinas, sindicales (entre las cuales se encuentran los trabajadores electricistas, telefonistas y maestros de primaria y secundaria) y sociales que lo conforman (1), constituye una excepcional demostración de la pérdida de consenso logrado por la clase política neoliberal y del potencial que pude adquirir este movimiento. Su manifiesto fundacional (http://www.sme.org.mx/construccion_frame/UntitledFrameset-3.htm), es un diagnóstico preciso y puntual de cómo la política neoliberal y la represión han afectado a todos los sectores explotados y oprimidos de nuestra sociedad y de la pérdida de soberanía y estafa que significaría la privatización del sector energético. El documento también recoge las demandas de cada una de estas expresiones sociales y presenta un calendario de movilizaciones para presionar a las diferentes instancias de gobierno para que las solucione.
Sin embargo, en la opinión de muchos compañeros, dicho documento adolece de una omisión fundamental: no incluye la propuesta de realizar un Paro Nacional para hacer efectivos dichos propósitos. En mi opinión las condiciones políticas actuales no solo demandan y hacen posible la realización de dicho paro, sino que lo hace la herramienta sin la cual es imposible alcanzarlos.
Las condiciones han madurado
La última Huelga General se realizó en México en 1936. Luego vino un prolongado proceso de cooptación y corrupción de dirigencias sindicales por parte del estado mexicano y derrotas de la insurgencia sindical democrática, combinadas con un largo periodo de crecimiento económico, que hicieron imposible su realización. Desde los inicios del periodo neoliberal (1982), hubo diversos intentos para realizar movimientos huelguísticos amplios o los llamados “Paros Cívicos”, pero en su totalidad han fracasaron o no han logrado plenamente sus objetivos, ya sea por la cobardía y sometimiento de las direcciones sindicales burocráticas como por la inmadurez y aislamiento de las organizaciones sindicales democráticas.
No obstante esas luchas no fueron en vano. El peso de la crisis económica y el desprestigio de la burocracia sindical han abierto amplias brechas por las cuales numerosos sectores de trabajadores han logrado recuperar sus organizaciones o presionar a sus direcciones para obligarlas a actuar de manera más consecuente. Entre los resultados más significativos de estas luchas han sido la ruptura del Congreso del Trabajo y el surgimiento de otras referencias sindicales, la ejemplar resistencia de los trabajadores electricistas a la privatización, la lucha de los trabajadores de las maquilas, el surgimiento de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación y las huelgas mineras.
Es cierto que el grueso de la clase trabajadora mexicana aún se encuentra desorganizada o controlada por direcciones sindicales gangsteriles. Pero también es cierto que sectores clave del proletariado mexicano, como los mencionados arriba, se encuentran vigorosos y en condiciones de emprender una prueba de fuerzas con sus enemigos de clase.
La sola composición de las organizaciones que signan el mencionado manifiesto da una idea de la fuerza cuantitativa y cualitativa de este movimiento. Ellas representan, por lo menos, a dos millones de trabajadores del campo y la ciudad. Cuentan con la posibilidad de paralizar las autopistas y los pasos fronterizos de casi todo el país, dejar sin actividades a la mitad de los centros docentes y la mayoría de las universidades, inmovilizar la casi totalidad de los centros mineros y metalúrgicos, dejar al país sin comunicaciones telefónicas, parar la distribución eléctrica en zonas neurálgicas del centro del país y contar con el entusiasta apoyo de millones de mexicanos agraviados tanto por los efectos de la política neoliberal como por el fraude electoral efectuado el año pasado.
Este es otro factor político que nos favorece y cuya importancia es altamente significativa. La existencia de un gobierno espurio y el surgimiento de un amplio movimiento a escala nacional (Convención Nacional Democrática), que lo resiste y que comparte la mayoría de nuestros cuestionamientos, representa un aliado, en potencia, fundamental.
Es cierto que para frenar este movimiento el gobierno recurrirá, y ya lo está haciendo, a una intensa campaña de medios para desprestigiarlo y también a la intimidación y la represión. Pero se trata de un gobierno en extremo agobiado por su ilegitimidad y debilidad. Felipe Calderón no puede moverse por el territorio nacional, a año y medio de su mandato, sin tener que recurrir a aparatosos desplazamientos de la Guardia Presidencial. Es de dudar la efectividad de sus campañas mediáticas, con ellas el gobierno de su antecesor, Vicente Fox, no logró el desafuero de López Obrador. Los medios de comunicación nacional se encuentran sumamente desprestigiados.
Con esto no quiero decir que enfrentar la política del gobierno sea un día de campo. Solo quiero decir que existen buenas condiciones para vencerlo. Todo depende de que actuemos con mucho cuidado, pero golpeando con puño de hierro. Por ejemplo, debemos cuidar que un paro nacional afecte lo menos posible a la población trabajadora y lo máximo al gobierno, la industria y los barrios de la aristocracia; realizar una intensa campaña propagandística en barrios obreros, fábricas y centros de trabajo, mercados, escuelas y otras concentraciones, para explicar los objetivos de nuestra lucha y organizar a los simpatizantes.
Enfrentar al gobierno con manifiestos y manifestaciones es ya del todo insuficiente. Llego hora de pasar a la ofensiva utilizando nuestra principal arma de lucha, la Huelga General, así sea en su forma más elemental. Las organizaciones que integran el Diálogo Nacional deben de ser la punta de lanza de esta propuesta. Ese debe ser el principal punto de acuerdo que adopte el “V Diálogo Nacional” que se realizará el próximo 4 y 5 de febrero.
México D. F. a 31 de enero de 2008
(1) Confederación Nacional Campesina; Consejo Nacional de Organismos Rurales y Pesqueros; Unión Nacional de Organizaciones Regionales, Campesinas y Autónomas; Central Campesina Independiente; Unión Campesina Democrática; Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo, “Sin Maíz no hay País y sin Frijol Tampoco, ¡Pon a México en tu boca!”, Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas; Coalición Ciudadana Nacional, Diálogo Nacional, Unión Nacional de Trabajadores, Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, Federación Nacional de Sindicatos Universitarios, Coordinadora Nacional de Sindicatos Universitarios de la Educación Superior; Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, Frente Sindical Mexicano.
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