Carlos Fernández-Vega
El país en picada, con el mismo discurso del foxismo
Concluyó la más reciente entrega del Foro Económico Mundial que se realiza anualmente en Davos, Suiza, durante la cual hasta los más escépticos asistentes registraron con alarma los sucesos económicos en Estados Unidos, que se resumen en una sola palabra: recesión.
Los que llegaron con dudas al paradisiaco centro vacacional suizo salieron de él convencidos que el panorama económico se complica y que de nueva cuenta Estados Unidos, el “motor del mundo”, exporta inestabilidad y desasosiego a los grandes centros financieros y productivos del planeta, así como a sus colonias globalizadas, México entre ellas, que al final de cuentas en Davos se convirtió en ejemplo obligado cada que se abordó el asunto recesivo, es decir, a lo largo y ancho del foro en su entrega número 38.
Todo el mundo lo registró y por ende se prepara para actuar en consecuencia, excepto el gobierno mexicano, cuya enorme sonrisa y su patético discurso sobre la “solidez” económica nacional ya no se sabe si es producto de la ignorancia o del cinismo, que para el caso es igual. Cierto es que no debe provocar pánico, pero tampoco puede presumir un inexistente día soleado en medio de los nubarrones.
Entre las muchas perlas aportadas por el discurso del inquilino de Los Pinos sobre la anunciada recesión y sus efectos negativos en la economía mexicana, destaca aquella de que “no vamos a permitir que esta adversidad que viene desde afuera no haga que México tropiece, sino que siga avanzando, quizá a menos velocidad pero que a la vuelta de unos meses, cuando ese problema se resuelva allá, que pasará, como muchos ciclos económicos, México tenga una economía que vaya cada vez más fuerte y cada vez más aprisa”.
Para un país que, como México, depende en grado sumo de lo que en Estados Unidos suceda y de lo que su gobierno decida, resulta ridículo suponer que nada negativo acontecerá y que deben ser otros los que deben prepararse y preocuparse, por aquí la jauja es la norma y no la excepción.
De acuerdo con el discurso oficial, la economía mexicana seguirá en expansión, aunque “a menos velocidad” (Calderón dixit) por el efecto recesivo, pero el michoacano deja a un lado el hecho de que en su primer año de estancia en Los Pinos esa misma economía “sólida” y “perfecta” reportó un ritmo de “avance” casi 40 por ciento inferior al registrado en 2006 (3 por ciento, en el mejor de los casos, contra 4.8 por ciento, respectivamente”), un bienio en el que no se dio la sacudida recesiva estadunidense.
Entonces, ahora que dicha recesión ya toca a la puerta y que todo el mundo calcula los daños, ¿qué entenderá el inquilino de Los Pinos por “seguir avanzando”, pero “a menos velocidad”? ¿0.01 por ciento sería un avance a menor velocidad?, o como dijo Fox en la recesión de 2001 “es un simple atorón, porque México tiene una economía bien fuerte, aunque lo único que estamos bajando es el ritmo un poquito, crecer menos”. Y en efecto, ese año el producto interno bruto creció menos: -0.3 por ciento.
En realidad, con esa economía “bien fuerte” la tasa anual de “crecimiento” en tiempos del “cambio” a duras penas fue de 2.3 por ciento, la menor en cinco lustros, sin considerar los resultados del sexenio de Miguel de la Madrid, caracterizado, amén de la mediocridad, por devaluación y crisis recurrentes. Así es, para el lenguaje oficial seis años continuos con raquíticos resultados económicos, pérdida neta de empleos y caída en los de por sí mínimos indicadores de bienestar social son igual a un “atorón”.
Pues bien, retomando al de las ideas cortas y la lengua larga que ahora quiere “democratizar” a los chinos, en la recesión de 2001 Vicente Fox “entendía” las cosas así: “la economía va caminando y con las medidas... estamos alentando el desarrollo y las acciones productivas; ¡el futuro se ve brillante, se ve próspero! Por supuesto que hay una desaceleración en el crecimiento de la economía estadunidense y ciertamente sí crecimos con ella y apoyados en ella en los últimos cinco años, en los que hubo un gran éxito de crecimiento en aquel lado, ahora que hay una reducción nos toca también el daño. Eso es inevitable: 85 por ciento de nuestras exportaciones van hacia allá. La desaceleración en Estados Unidos implica la desaceleración aquí; de hecho es bueno este receso en el crecimiento económico, porque lo que no era sostenible es el 7 por ciento (por él prometido en campaña) sin crear reformas estructurales que se requieren en el país… lo único que estamos bajando es el ritmo un poquito, crecer menos”.
A lo largo de su estancia en Los Pinos, Vicente Fox insistió en aquello de los “atorones” y mantuvo su pronóstico de la que la economía nacional crecería 7 por ciento anual, pero la realidad fue totalmente distinta. Ya en mayo de 2001 el pronóstico oficial bajó de 7 a 4.5 por ciento, para poco después reducirlo a 3 por ciento, para un resultado real de -0.3 por ciento. En 2002 reiteró su oferta de 7 por ciento, y lo propio hizo en los años sucesivos, para redondear 2.3 por ciento. A él también le gustaba compararse con el capitán de un gran navío. Y así por el estilo.
¿Se parece al discurso de Felipe Calderón y sus “medidas anti recesión”? Es igual, por lo que no hay que esperar resultados distintos.
Las rebanadas del pastel
Sin ánimo de deprimir a nadie, la conclusión del Foro Económico Mundial en Davos fue que “falta lo peor de la crisis global”, y ante tal panorama, algún avezado participante recomendó repartir un discurso anti recesión de Felipe Calderón para reír un rato y aflojar la tensión.
Mucho les hubiera convenido a los de Davos asistir al Foro Social Mundial en México a ver si aprendían algo.
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