Alejandro Nadal
En el sector “ciencias de la vida”, compañías como Novartis, Monsanto o AstraZeneca han invertido millones en campañas publicitarias para convencernos de las enormes bondades de sus productos. Estas empresas del complejo farmacéutico-agroalimentario y de biotecnología dicen que nos van a salvar. Antes de que se lancen en esta cruzada altruista deberían poner su casa en orden.
El 15 de febrero, en la Universidad del Norte de Illinois (NIU), en la ciudad de Dekalb, Steve Kazmierczak, de 27 años, repentinamente salió de atrás de una cortina en una clase de geología. Estaba armado con una escopeta y tres pistolas de mano. Abrió fuego, mató a siete personas, hirió a varias más y después se suicidó.
Al día siguiente, los noticiarios y periódicos enfatizaron el sentido de caridad cristiana y solidaridad de estudiantes y profesores de NIU frente a la tragedia. Los medios rápidamente etiquetaron al asesino como un psicótico que había interrumpido su tratamiento con medicamentos antidepresivos. Pero antes de saltar a conclusiones fáciles, conviene echar un vistazo más cuidadoso a la escena del crimen.
Resulta que la Northern Illinois University es un ejemplo del deterioro agudo en el que han caído muchas universidades públicas destinadas a la golpeada clase media estadunidense. El color del campus es gris mediocre, y las oficinas y salones parecen más instalaciones de una penitenciaría federal que de una casa de estudios. El gimnasio es una colección de equipo viejo arrumbado en un sótano, y la comida de la cafetería es un asco. Esto se sabe por el registro de comentarios de los estudiantes (www.studentreviews.com) sobre la vida en NIU y en Dekalb.
En las palabras de algunos estudiantes, los días en NIU no son simpáticos: “la mayor parte de los edificios del campus son horrorosos”, “el rigor académico necesario para salir adelante no es alto”, “no hay una universidad más desorganizada y fea en el planeta”. La opinión más fuerte es una advertencia de un estudiante para los que aspiran a entrar: “si sacaste seis en la prepa y piensas que estás destinado a una carrera paleando mierda, NIU es tu universidad”.
¿Dekalb? ¿No es la sede de una de las empresas compradas por Monsanto? En efecto, en 1998 Monsanto completó la compra de la empresa Dekalb porque era clave para controlar el mercado de semillas. La ciudad tiene 40 mil habitantes y está rodeada de campos de maíz transgénico y una planta productora de cerdos. Un estudiante ha descrito el poblado como un lugar en el que abundan las alergias por los campos de maíz. “La mayoría de la gente aquí es ignorante y carece de inspiración, cosa que se explica por los alrededores.” Una de sus pocas glorias es que ahí se inventó el alambre de púas en 1874.
Hoy Steve Kazmierczak vuelve a poner a Dekalb en los periódicos estadunidenses. ¿Qué tiene que ver esta tragedia con las empresas en el sector “ciencias de la vida”? Las conexiones son múltiples.
El paisaje desolador en NIU es una consecuencia de los fuertes recortes de los últimos años en el presupuesto para investigación agrícola en universidades públicas. Eso es parte de una tendencia para centralizar la investigación en grandes consorcios privados y fortalecer sus posiciones monopólicas. Sometidas a las necesidades de rentabilidad de los grupos corporativos, las universidades empobrecidas ofrecen cada vez menos opciones: sus laboratorios, bibliotecas y dormitorios se hacen dignos de campos de prisioneros.
El capital no sólo ha convertido a NIU y el campo alrededor de Dekalb en un espacio para su rentabilidad. Hizo lo mismo con el cerebro de miles de jóvenes en Estados Unidos, como Kazmierczak, que literalmente son empastillados a diario con “medicamentos” antidepresivos.
Desde que fueron introducidos en los años 50, los antidepresivos son conocidos por su potencial para inducir insomnio, inestabilidad emocional, sentimientos de hostilidad, histeria y amnesia. A partir de la introducción de Prozac en 1987, aumentó el número de personas que toman antidepresivos, y en 2001 hubo más de 200 mil personas admitidas en hospitales por problemas asociados a la ingestión de antidepresivos.
En 2006 se libraron 23 millones de recetas para medicamentos con el agente activo de Prozac en Estados Unidos. Unos 3 millones y medio de chicos toman Prozac o sus equivalentes, aun cuando no han sido autorizados para menores de 18 años (Kazmierczak estaba tomando Prozac hasta hace pocas semanas).
¿Qué tienen que ver las grandes corporaciones del sector “ciencias de la vida” con Kazmierczak? El poder de las grandes corporaciones en el sector agroalimentario y farmacéutico ha transformado no sólo el paisaje, sino los rincones más escondidos del cuerpo humano en un ambiente rentable, convirtiendo la vida emocional de millones de jóvenes en un lucrativo mercado. Lo que ha quedado es igual a los campos cerca de Dekalb: un terreno donde el hastío y el tedio son el único cultivo. Todo esto, claro, es parte del plan para salvar al mundo y todo lo demás.
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