miércoles, febrero 20, 2008

Educación en México: entre el sindicalismo corrupto y la burocracia sin ideas

Pedro Echeverría V.

1. En México el 99 por ciento de los líderes de los grandes sindicatos, así como los funcionarios de alta jerarquía son bien conocidos como impreparados, corruptos y mentirosos. Sin embargo, a pesar de ello, suelen permanecer en los cargos todo un sexenio, dos y hasta tres períodos sexenales de gobierno. Los líderes de grandes sindicatos, así como los funcionarios de alto nivel, llegan a acumular gigantescas riquezas obtenidas del presupuesto público, tanto en cuotas sindicales como en negocios que realizan a la sombra del poder. Quizá sólo uno de cada cien de esos personajes viva modestamente; los demás poseen grandes cuentas bancarias, lujosas residencias y costosos automóviles. No importa que no hayan contado con alguna capacidad intelectual; les ha bastado con poseer una gran habilidad política y enorme sagacidad para moverse y acomodarse entre los grupos de poder.

2. En nuestro país casi todos los lectores saben que dos mujeres se enfrentan en la SEP. Me refiero: a Esther Gordillo Morales, quien desde abril de 1989 controla el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y a Josefina Vázquez Mota que es la secretaria de Educación nombrada para presidir la SEP por el presidente ilegítimo Felipe Calderón. Las dos funcionarias llevan poco más de un año confrontándose para ver quién predomina en las medidas que se toman en Educación Pública. Gordillo lleva por lo menos 27 años metida en el sindicalismo educativo y 17 años a la cabeza de millón y medio de afiliados; Vázquez Mota, rodeada de decenas de asesores, apenas un año tratando de presentar algún programa en Educación “que sea coherente con lo que piensa el presidente”. Mientras Gordillo es cabeza de un aparato político y sindical muy poderoso, Josefina es sólo una burócrata que recibe órdenes de Calderón, que tampoco sabe nada.

3. Mientras tanto la educación en México sigue “marchando” sin ton ni son, como lo ha venido haciendo desde hace por lo menos 27 años. Y no es que antes la educación en México estuviera bien; pero los datos estadísticos demuestran que después de la gran crisis económica y petrolera de 1981/82 las inversiones en Educación se detuvieron hasta ser insuficientes. Para entonces ya los planes educativos del presidente De la Madrid (pretextando la crisis y la falta de dinero) apuntaban hacia la privatización educativa. Los secretarios de Educación: Reyes Heroles (1982/85), González Avelar (1985/88), Bartlett Díaz (1988/92), el mismo Ernesto Zedillo (1992/94) y todos los que le siguieron fueron haciendo a un lado a la educación pública, laica, gratuita y popular para impulsar la educación privada; apoyando así a los colegios particulares y a los negociantes de las nuevas instituciones que se hacían cada vez más ricos.

4. La bronca entre la Gordillo y la empleada del presidente: Josefina Vázquez, no es importante; así como no lo han sido los diferentes secretarios de Educación, quizá con la excepción de Vasconcelos (1921/24) y Torres Bodet (1943/46) y 1958/64) que en sus períodos dejaron un sello particular, aunque ideológicamente no haya sido de nuestro gusto. Gordillo, a pesar de ser una de las líderes más corruptas de la historia, debe reconocerse que posee todavía la gran habilidad y las mañas para mantener el control del poderoso sindicato de maestros; por el contrario la Vázquez Mota se le podría mover de la SEP en cualquier momento y nada pasaría. Se podría poner allí a cualquiera, hasta al titular de Agricultura y Medio Ambiente, Alberto Cárdenas, que obtuvo el título de ingeniero con la tesis: “Análisis y Perspectivas del Jabón de Lavanderías y Detergente” o al analfabeta Patricio Patrón Laviada, después de gobernar Yucatán.

5. Para que haya una buena educación en el país, dado su gran atraso, los poderosos intereses que hay que romper, la enorme desconfianza de la población y de los docentes en que las cosas puedan cambiar, se necesita una profunda transformación que parta de la raíz. Se requiere de una gran revolución cultural que venga de profundos cambios políticos y económicos. Hay que cambiar el sindicalismo, no solo a los líderes sindicales; hay que transformar la conciencia de los profesores, pero también de los padres de familia; hay que cambiar a los funcionarios de la SEP, pero antes a los gobiernos de los ricos; hay que elevar el presupuesto a la SEP, pero también darle a todo el presupuesto una orientación social. Si alguien piensa que esto no es posible, tampoco lo será cambiar la educación. Estado, gobierno, sindicalismo, padres de familia, seguirán por el mismo camino trazado por el capitalismo y todo seguirá igual.

6. ¿Se imaginan al ser humano más sabio y honesto en la Presidencia de la República, en la secretaría de Educación o en la secretaría general del sindicato nacional de profesores? ¿Qué haría si las estructuras políticas, si los empresarios, si la conciencia de los trabajadores, si la población no sabe diferenciar entre intereses personales, individuales o intereses colectivos? El problema no es de personas buenas o malas, inteligentes o ignorantes, trabajadoras o flojas. El asunto parece estar en las estructuras socioeconómicas y en las ideologías que orientan los programas y las acciones. ¿Qué intereses predominan en un sistema como el nuestro donde poseer capital y poder es determinante para dominar? ¿Qué ideología o conjunto de pensamientos se forman alrededor de la búsqueda de dominio y poder? El problema no es de cambio de personas en el gobierno o en un sindicato, sino de cambio radical de estructuras.

7. ¿Qué hacer entre tanto? Quizá aprovechar ciertas coyunturas electorales o de presión política con el objetivo de ir estableciendo espacios más libres para extender nuestras batallas y nuestras luchas por una sociedad más democrática y libre. Exigir por ejemplo la renuncia de Calderón a la Presidencia, mover a Vázquez Mota de la SEP, pedir la salida de Cárdenas Jiménez de Agricultura y Lozano de la secretaría del Trabajo y tirar a la Gordillo del SNTE. Pero de ninguna manera pensar que basta con que las personas más odiadas del gobierno y el sindicalismo salgan de él. No olvidar que las estructuras capitalistas de explotación y dominación siguen tan enteras como antes y que la ideología individualista de la población continúa. La batalla es más profunda y es sin límite de tiempo, porque si le paramos nos estancamos y retrocedemos. Pienso que sólo así pueden cambiar las cosas en serio o, de lo contrario, jamás cambiarán.

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