viernes, febrero 15, 2008
La hipocresía vulgar de Enrique Krauze
De Enrique Krauze al director de Proceso
Señor director:
En el Excélsior ilegítimo de Díaz Redondo se publicaban caricaturas infamantes contra mí, por ser un defensor sin cortapisas de Julio Scherer y Proceso.
Ahora es Proceso quien publica caricaturas infamantes en mi contra, pero los motivos son menos claros. En su caricatura del 27 de enero de 2008, Hernández me pinta como productor de infomerciales, defensor de los cristeros y enemigo de la expropiación petrolera de 1938. Quizá haya que recordarle que el movimiento estudiantil del 68 y la matanza de Tlatelolco aparecieron por primera vez en televisión en un documental de México Siglo XX. Quizá deba recordarle el programa sobre periodismo en el que resaltamos el papel de Proceso en la transición democrática. Quizá convenga recordarle que Salvador Abascal escribió un libro entero contra mi versión liberal de la historia. Y quizá convenga sugerirle la lectura de mis encomios al régimen y la figura de Lázaro Cárdenas en Biografía del poder y en otros ensayos.
Pero, pensándolo bien, no vale la pena recordarle nada. Hernández se ha especializado en refutar a las personas, no por sus ideas o sus obras, sino por su corta estatura física. Y ésa –convendrá usted, señor director– no es una crítica válida.
Atentamente
Enrique Krauze
Respuesta de los caricaturistas
Señor director:
Salta a la vista que a Enrique Krauze le molesta muchísimo que los caricaturistas de la sección Mono Sapiens ejerzamos nuestro trabajo, es decir, que caricaturicemos a personajes públicos con base en su actuación o comportamiento públicos. Pero pretende reducirlo todo a la exageración física –propia del género de la caricatura– y deja de lado lo fundamental: la crítica hacia sus planteamientos políticos recientes.
Krauze hace justamente lo que reprueba: al no estar de acuerdo, descalifica. Y, más aún, algunas de sus descalificaciones tienen trascendencia política. Por ejemplo, el autor de Por una democracia sin adjetivos (1986), hace unos dos años escribió un artículo donde utilizó varios adjetivos discriminatorios –empezando por el título, “El Mesías Tropical”– que fueron de suma utilidad para la campaña de odio de la derecha –heredera de Salvador Abascal–, que contaminó irremediablemente la elección de 2006.
Por lo que se refiere al hecho de que él señaló la responsabilidad de Díaz Ordaz en la matanza de Tlatelolco y resaltó la labor de Proceso en la “transición democrática”, consideramos que para un historiador hubiera sido el colmo hacer lo contrario o ignorar tales realidades. Y en cuanto al encomio que, en Biografía del poder, hace del presidente mexicano que expropió el petróleo, no es para nada congruente con la postura de reducir a “xenofobia” los cuestionamientos a la designación de Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación. No sólo por soslayar tramposamente la dudosa legalidad de ese nombramiento, sino también por el conflicto de intereses que representa la circunstancia de que el miembro de una familia dedicada a los negocios con hidrocarburos ocupe dicho cargo y sea el principal promotor de la privatización del sector.
Las caricaturas no son infamantes. Lo que quita la fama y la honra son las acciones y palabras de cada quien. Por ejemplo, hace unos meses Krauze escribió:
En cuanto a los representantes del F.A.P. que coreaban el servil estribillo “Es un honor estar con Obrador”, mi opinión franca es ésta: han vuelto a ser “la medida de la miseria humana”.
No deja de llamar la atención que, quien ahora se llama infamado, registre, con adjetivos, tal muestra de desprecio hacia la gente que no comparte sus posiciones.
Atentamente
Helguera y Hernández
Enrique Krauze es la ruina de la inteligencia.
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