viernes, febrero 15, 2008
Para atrás como los cangrejos
María Teresa Jardí
Para que no vengan luego las críticas recordándome que mi origen es el español, empiezo por reconocer que sí, que así es, que soy hija y nieta de españoles y no me avergüenzo por ello y que tengo doble nacionalidad, porque ese es mi derecho. Pero una cosa es eso y otra mentir para llegar a ocupar los cargos que sólo deben ser ocupados por lo hijos de padres nacidos en el lugar de origen del que ocupa esos cargos. La historia es sabia y las leyes así lo han consignado en aras de no repetir una y otra vez el retroceso a siglos que se pensaban superados. La historia es sabia y por eso en los Estados de Derecho las leyes establecen las limitaciones para ocupar los cargos también en función de los propios intereses.
Hace casi un siglo que el presidente mexicano Lázaro Cárdenas tomaba las dos decisiones que convirtieron a México en el país de América Latina que llegó a despertar mayor respeto en el mundo. Lázaro Cárdenas recuperaba el 18 de febrero de 1938 las empresas petroleras que estaban en manos de explotadores extranjeros para regresarlas a la nación mexicana, nunca tan libre ni tan soberana. A la par que abría la puerta de entrada a los republicanos españoles que eran obligados a salir de su patria, para no ser asesinados, por el fascista dictador Francisco Franco.
Casi un siglo después, efectivamente el neo- franquismo, que es una vertiente del fascismo a secas, llega a colonizar nuestra patria para hacerse del petróleo que el general Cárdenas recuperara de manos extranjeras para devolverlo a su patria. Ya ni hablar de lo que ocurre con la luz que ha sido entregada desde hace varios sexenios.
¿Dónde está la falla? No se necesita pensarlo mucho para descubrir que un primer problema es el complejo de inferioridad que los mexicanos sienten frente a todo lo extranjero, que consideran mejor siempre. Problema relacionado con la no construcción de la identidad mexicana. Esa identidad que inflama el pecho con el orgullo de sentirse y ser del lugar que se quiere, que se admira, que se respeta, el lugar de los olores y los colores únicos en el mundo, el lugar de las comidas que extraña el paladar con su memoria, el lugar de sus escritores y pintores, únicos también, porque cada lugar tiene los suyos, el lugar de la música que despierta la nostalgia al escucharla y las ganas de volver a días de haber dejado el lugar de recuerdos de la infancia… México lo tiene todo para ser ese lugar admirado, querido, respetado, extrañado, para ser el lugar de la cultura que arraiga.
Pero el complejo de La Malinche (hoy ejemplificada en Ruth Zavaleta, el sexenio pasado en Rosario Robles) acaba por imponerse y ganar la partida.
Racistas, incluso los indígenas, no hemos sido capaces de descubrir lo mucho que tenemos y por eso no somos capaces de defender lo que es nuestro.
Más allá de lo mucho criticable que tiene AMLO, es evidente, salta a la vista, es diáfano como el agua, incluso para los que no lo reconocen como Presidente Legítimo, que tiene razón por lo que toca al llamado que está haciendo para que no nos dejemos despojar de lo que sólo a México pertenece. Sin petróleo y con la luz en manos extranjeras, a México sólo le van a quedar las remesas de los migrantes que serán atajados por muros cada vez más altos, más largos, más gruesos, más grandes.
Y por eso es inconcebible que los a modo del sistema, entre los que se encuentran el hijo y el nieto de ese gobernante admirable que fue el general Lázaro Cárdenas, sigan insistiendo en que no pasa nada cuando efectivamente la corrupción mexicana llega hasta las más profundas cañerías del drenaje más profundo.
O generamos la identidad mexicana a la par que la ciudadanía o nos condenamos a ser la más bananera de las repúblicas mientras exista el hombre sobre la tierra.
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