Alfredo Jalife-Rahme
Los planes de rescate han fracasado
A menos de dos meses de la detonación de la grave crisis de los bonos hipotecarios de baja calidad (los célebres subprime), que desencadenó la que puede representar la mayor debacle financiera en la historia de la humanidad cuando se develen las “cuentas invisibles” (off-balance sheet) en los “paraísos fiscales” (off-shore) de las transacciones especulativas, Bajo la Lupa se atrevió a decretar “La quiebra de la Banca Negra: Citigroup, UBS, Santander y BBV” (3/10/07), con particular dedicatoria a “La quiebra del mayor banco del mundo: Citigroup” (7/11/07). Han pasado casi seis meses desde nuestro lúgubre vaticinio de tales quiebras de los principales grupos bancarios del capitalismo anglosajón (con sus caricaturas españolas), y ya está a punto de cumplirse en forma inexorable tal predicción.
Las acciones de Cititgroup (con su filial Banamex “rescatada” obligatoriamente en la fase del totalitarismo cordobista-zedillista por los miserables ciudadanos mexicanos indefensos) se desplomaron a un precio menor a su “valor en libros”, lo cual ha orillado al borde de la quiebra técnica al otrora banco más poderosos del mundo (“Un sentimiento de hundimiento en Citigroup”; Moneynews.com, 7/3/08).
Nadie sabe para quién trabaja y, visto en retrospectiva, de nada sirvió el rescate cordobista-zedillista mediante el infame Fobaproa/IPAB del tuxpeño Roberto Hernández Ramírez, quien anda sumamente nervioso insultando a los políticos que lo inventaron como “banquero”, y cuyas acciones en Banamex valen pura chatarra. Curiosamente, a este grupo parasitario fue a quien el irresponsable Calderón regaló Aeroméxico, a sabiendas de la insolvencia de Citigroup.
El “desplome desastroso” de las acciones de Citigroup “fue provocado” (sic) por un comentario de Sameer al-Ansari, jerarca de Dubai International Capital, quien sentenció que la “liquidez que recibió recientemente Citigroup” (¡más de 30 mil millones de dólares!) de los “fondos soberanos de riqueza” de Medio Oriente “no sería suficiente para su rescate”.
Pues sí: no todo se manosea como el infame Fobaproa/IPAB y existe un límite a la amistad de las seis petromonarquías árabes del Consejo de Cooperación del Golfo con el nepotismo dinástico de los Bush –que incluye al también insolvente Grupo Carlyle, presuntamente propiedad del conglomerado texano encabezado por la misma familia Bush y cuyo representante en México, Luis Téllez Kuenzler (anterior secretario de Energía zedillista y ahora simultáneamente secretario de Comunicaciones con Calderón) anda desatado (como Reyes-Heroles júnior) para rematar Pemex al peor postor y al mejor impostor.
Ahora entendemos la prisa del remate de Pemex sin debate y diagnóstico, ya no se diga auditoría de por medio. ¡De locos!: Calderón pretende salvar al capitalismo anglosajón (incluido el gallego) de su quiebra y Guillermo Ortiz, el “gobernador” del Banco de México, pretende rescatar al dólar de su desplome.
Provoca flojera sacar las cuentas de la insolvencia de Citigroup, pero Moneynews advierte que los “problemas de inversiones y empréstitos se esperaba que se multiplicarían y fueran todavía más severos”. ¿Todavía más? ¿Pues qué queda, salvo la quiebra técnica?
Vikram Pandit, nuevo mandamás de Citigoup, ha proclamado la “fortaleza” y su “confianza en el futuro” del banco. Fuera de un “rescate” ciudadano masivo, al estilo del infame Fobaproa/IPAB en México, no se ve cómo Citigroup y su cohorte de financieros parasitarios puedan ahorrarse las hogueras del infierno. No faltan analistas amanuenses, quienes han de poseer un buen paquete de acciones desechables de Citigroup en compensación por su desinformación en los controlados multimedia anglosajones, que desprecian la “excesiva reacción negativa” de los “mercados” (sic). ¿Pues no que era infalible el sacrosanto “mercado”?
El “agujero negro” de los derivados financieros, específicamente el “apalancamiento negativo” (reverse leverage) de los ominosos hedge funds (fondos de cobertura de riesgo), absorbe aceleradamente la liquidez del sistema monetarista centralbanquista del G-7 (al unísono de sus caricaturas gallegas y latinoamericanas).
Los bancos centrales anglosajones –la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y sus excrecencias “globales”– procuran tapar el “agujero negro” con la inyección masiva de liquidez y la disminución radical de las tasas de interés a niveles casi planos (al estilo japonés). Contra todas las leyes del “libre (sic) mercado(sic)”, los bancos centrales del G-7 otorgan discrecionalmente todas las facilidades inconcebibles a los insolventes bancos parasitarios, las cuales, por cierto, niegan a los ciudadanos comunes, quienes hacen posible la existencia de sus reservas monetarias y fiduciarias.
Desde hace casi ocho meses, todos los planes de rescate del secretario de Tesoro, Henry Hank Paulson, y del atormentado Ben Shalom Bernanke, a cargo de la aciaga y ciega Reserva Federal que le legó averiada el maestro Alan Greenspan, han fracasado estrepitosamente. Los rumores de insolvencia han golpeado al banco estadunidense de inversiones Bear Stearns y al gigante hipotecario Fannie Mae (The Daily Telegraph, 11/3/08).
Hay que leer El jugador del genial Fiodor Dostoievski para entender la adicción de un apostador. Los parasitarios banqueros, adictos a la especulación financiera, no tienen remedio para su intoxicación y, según un reporte de Barclays Capital, utilizan los fondos del rescate centralbanquista para apostar en las materias primas, lo cual ha derivado en el alza descomunal del petróleo y los alimentos, sin importarles un comino los “efectos colaterales” que ejercen sobre la aplastante mayoría del género humano.
El mundo está a merced de los lunáticos “gobernadores” de los bancos centrales del G-7 y sus excrecencias caricaturescas “globales” que han cobijado la existencia de los banqueros parasitarios, quienes ahora pretenden compensar perversamente sus colosales pérdidas hipotecarias mediante la especulación de instantáneas ganancias con las materias primas. No faltan las voces sensatas que (re)claman la “destructividad creativa”, abogada por el economista austriaco Joseph Schumpeter, para que concluya la agonía bancaria (y la de los ciudadanos), es decir, que los bancos centrales del G-7 cesen de arrojar dinero masivo al “agujero negro” de la globalización financiera con el fin de realizar las higiénicas exequias antes de que cunda la pandemia de sus cadáveres fiduciarios.
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