Alejandro Nadal
Se acerca el 18 de marzo, fecha incómoda para el poder neoliberal, que a contrapelo de la historia prepara la privatización del petróleo mexicano. Sus espots de televisión tienen un guión engañoso: hay un tesoro de los mexicanos, pero yace en el subsuelo del fondo marino y sólo unas pocas empresas tienen la tecnología para alcanzarlo. El mensaje subliminal es que habrá que asociarse con ellas.
¿En qué términos habrá de realizarse dicha asociación? La política para el sector petrolero en México durante las últimas décadas hace temer lo peor. Durante ese lapso, los recursos petroleros se usaron para pagar el servicio de la deuda pública, externa e interna. Se maximizó la extracción, reduciéndose la exploración y desarrollo de nuevos campos, y se castigó la adquisición de una capacidad tecnológica propia. Como resultado, los activos petroleros se dilapidaron, se desindustrializó el sector y se favoreció el sometimiento tecnológico.
Hoy que la corrupción petrolera mancha las más altas esferas del gobierno, se esconden los planes de privatización bajo el manto de una supuesta necesidad tecnológica. Es necesario desarmar esta mentira.
Muchos creen que la petrolera es una industria tecnológicamente madura. Pero en materia de exploración y producción de yacimientos en fondos marinos el proceso de cambio tecnológico corresponde al de una industria joven.
Ni siquiera hay un paradigma tecnológico dominante para la exploración y producción de yacimientos en aguas ultra profundas (más de 2 mil metros). Son pocas las empresas que dominan esta tecnología y una es Petrobras, de cuya experiencia se desprenden lecciones interesantes para México.
La mayor parte de los yacimientos brasileños están en fondos marinos y a grandes profundidades. El desafío para Petrobras siempre fue contar con tecnología que le permitiera la extracción a 400 metros y después en aguas ultra profundas. Para ello evolucionó de ser una empresa que compraba la tecnología ya disponible en el mercado, a una con una estrategia deliberada para generar su propia capacidad tecnológica.
La tecnología para aguas profundas fue inicialmente adquirida con acuerdos de licencia, pero siempre desagregando el paquete para reducir la dependencia externa. Pero en los años 80 la tecnología de bombeo en el subsuelo en aguas ultra profundas, con grandes fluctuaciones en presiones y gradientes, y manejo de lodos para construir los pozos, estaba todavía en una fase de despegue y no había un paradigma dominante.
La estrategia de Petrobras cambió para asociarse con empresas extranjeras para desarrollar tecnología, no para comprarla. Y aquí está lo esencial: Petrobras mantuvo una política activa que buscaba, antes que nada, la adquisición de una capacidad tecnológica endógena a través de un proceso de aprendizaje que fue directamente proporcional a las inversiones de la empresa en este rubro.
En la actualidad Brasil explota bien sus yacimientos marinos, y su campo Tupi en aguas ultra profundas tiene reservas estimadas en 8 mil millones de barriles. ¿Cómo logró este resultado? A lo largo de dos décadas, Petrobras invirtió anualmente uno por ciento de sus ingresos en investigación y desarrollo tecnológico. Petróleos Mexicanos, asfixiada por el régimen hacendario neoliberal, no pudo hacer lo mismo.
La lección para México es clara. Es posible quemar etapas en el desarrollo tecnológico, pero se necesita una nueva estrategia. Con las reservas existentes en el país, Pemex podría recuperar el tiempo perdido y alcanzar una plataforma tecnológica adecuada. La nueva estrategia tendría que articularse con una visión de largo plazo para asegurar la transición hacia un perfil energético bajo en combustibles fósiles.
Todo eso requiere un cambio de mentalidad en la cabecita de los tecnócratas en el gobierno. Quizás es mucho pedir. Pero es claro que para explotar el “tesoro” de los mexicanos no se requieren convenios de producción compartida, ni contratos que simulen la privatización y la destrucción del monopolio constitucional.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario