que guarda al sol cuando declina el día,
como la tierra que acurruca la semilla
y vuelve milagro el maíz y la tortilla.
Abuela eterna en el recuerdo
dulce en la mirada
triste ante el despojo
cálida en la piel que resquebraja el frío.
Abuela silenciosa en su labor
hablantina si se dilatan mis pupilas.
Defensora de la tierra
guerrillera en la selva.
Pasos firmes
andar sereno
amante de los pájaros
coleccionista de flores y semillas.
Magia en las manos
que pintan jarros y vasijas
tejedora de sueños
en hilos de rebozos y cobijas.
Escapa al río
crecen las aguas con sus lágrimas
regresa tranquila
pureza en su alma y mi vestido.
Abuela y madre
luz y alegría
hierro candente
fuerza incesante.
Me abrazo a ti
para saber quién soy
de dónde vengo
si tendré que huir
o permanecer aquí
cuando te hayas ido.
La Romana.
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