Manuel Aguilar Mora
Este 1° de mayo la clase obrera celebrará el día internacional de los trabajadores en una escena política nacional convulsa, crispada. Su intervención será decisiva para inclinar la balanza del lado del pueblo. Los trabajadores tienen la fuerza para detener a Calderón, a sus cómplices priístas y a sus promotores capitalistas e imperialistas.
Hace 70 años, la huelga de los trabajadores petroleros determinó fundamentalmente la decisión del presidente Lázaro Cárdenas de expropiar a las compañías petroleras inglesas y estadounidenses. Inmediatamente después fueron también los trabajadores ante todo quienes impidieron el sabotaje de los antiguos dueños imperialistas y levantaron la industria bajo su directo control. El control obrero de la industria petrolera en México fue posteriormente ahogado en la corrupción que se enseñoreó de la industria y convirtió al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), a través de sus líderes charros, en compinche y cómplice del saqueo y dilapidación de la riqueza petrolera auspiciados por los gobiernos priístas y panistas.
La defensa de Pemex pasa por la democratización del sindicato de sus trabajadores, de la expulsión de los venalísimos líderes que lo mantienen bajo su control y de su transformación en una organización independiente de la dirección de Pemex, del PRI y del gobierno de Calderón.
Lo mismo debe plantearse en los demás sindicatos dominados por las burocracias corruptas y traidoras. En especial el Sindicato Unido de los Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), colocado en una situación similar a la del sindicato petrolero, también deberá erguirse como el defensor más resuelto de la privatización de la industria eléctrica junto con sus compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
El combate contra la privatización de Pemex pone en la agenda de la lucha de clases cuestiones claves para el destino de México, de su relación con la lucha de los pueblos de América Latina y su inserción en el peligroso mundo que ha moldeado la fuerza mortífera del militarismo imperialista de Estados Unidos, cuyos estragos en Irak y las ondas que emite en todo el Medio Oriente constituyen hoy el epicentro de la política mundial.
Defender a Pemex no significa defender a sus administraciones corruptas priístas y panistas, ni a sus cómplices los charros sindicales.
Defender a Pemex significa iniciar el debate del nuevo curso económico anticapitalista que permita que desaparezca el desempleo, los salarios de hambre de la mayoría de los trabajadores, que se fortalezca el sistema de seguridad social solidaria en el IMSS y en el ISSSTE.
Defender a Pemex significa ampliar los gastos del bienestar y seguridad de la población para hacer de México un país igualitario e independiente.
Defender a Pemex significa que los trabajadores democratizarán sus organizaciones y así contribuirán realmente a hacer de México el país democrático que todavía no es a pesar de los miles de millones de pesos gastados por la burguesía en el Instituto Federal Electoral y en las elecciones federales y locales, manchadas con la indeleble marca del fraude.
¡No a la privatización panista y priísta!
¡PEMEX es de los trabajadores y el Pueblo no de Hacienda y del PRIAN!
¡Viva la lucha de los trabajadores por la democracia e independencia sindicales!
¡Por un México democrático, igualitario e independiente
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