Cumplir el derecho indígena a la comunicación, meta de La voz que rompe el silencio
Blanche Petrich /II y última (Enviada)
San Juan Copala, Oax. El idioma triqui nunca había sonado en las ondas radiales, de cerro en cerro, cubriendo a decenas de pueblos, hasta que se fundó La voz que rompe el silencio, transmitida en la frecuencia 94.9 FM. Las locutoras Teresa Bautista y Felícitas Martínez habían formado un grupo de 60 muchachos del occidente de Oaxaca –mixes, mixtecos, triquis– que se incorporaron al programa del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus) para la creación de radios comunitarias. A lo largo de 2007 se capacitaron, desarrollaron redes y contactos para adquirir sencillos transmisores y consolas, e instalar sus cabinas.
Pretendían cumplir de ese modo con el derecho de los pueblos indios a la comunicación, uno de los acuerdos de San Andrés Larráinzar (1995) que caminan por propio pie desde hace años en varios territorios indígenas a pesar del incumplimiento del gobierno. “Es –explica Beatriz Cariño, promotora del proyecto de radios comunitarias de Cactus– una forma de continuar, con otra estrategia, la lucha interrumpida que se desarrolló en 2006 en el estado, en el seno de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)”.
Ella recuerda que durante los meses de las barricadas en la capital del estado, la zona mixteco-triqui solía aportar decenas de miles a las megamarchas. “Formábamos caravanas de 400, 450 camiones. Cuando se hacían caminatas la carretera se veía toda roja por los vestidos de las compañeras”.
Con el repliegue del movimiento, mixtecos y triquis pusieron en la balanza los errores y aciertos. Reconocieron que las radios tomadas fueron clave para la vitalidad de la APPO y decidieron construirlas a escala regional.
El primero de enero de este año, los del municipio autónomo de San Juan Copala estrenaron su radio, al tiempo que celebraban el primer aniversario del ayuntamiento. Para entonces ya estaban al aire, entre otras, La voz del monte, La voz de las nubes, Ecos de la montaña, Radio Ayuuk, Radio Huabe, Radio Stereo Lluvia, Radio Arcoiris y varias más que incluso hacían enlaces los días de las fiestas patronales, desde las sierras mixteca y triqui hasta el istmo, la costa y el sur de Veracruz.
Las pioneras
Detrás del micrófono, Teresa y Felícitas fueron las pioneras. De la inseguridad pasaron en pocos días a conducir, con profesionalismo, programas de rescate cultural; talleres de música tradicional y del vestuario triqui, noticiarios con información de las comunidades y mesas redondas sobre salud, educación, derechos de la mujer y autonomía.
Fueron tiempos de perderle miedo al micrófono, de crecer, de descubrir que el mundo es mucho más vasto que los secos paisajes de los caminos que llevan a Huajuapan. Más ancho que la mismísima Oaxaca. Las dos muchachas salían comisionadas a los talleres que se hacían en Texuatlán de Segura y Luna, en Guadalupe Chicahuaxtla, Niumi, San Sebastián del Monte. Incluso Teresa le llegó a comentar un día a Beatriz Cariño. “Esto no está fácil. Son muchas las cosas que no entendemos. Por ejemplo, coyuntura, qué palabra tan rara”. Y Felícitas se reía. “Ahora nadie se va a querer casar con nosotras. Dicen que sabemos mucho”.
Jorge Albino, coordinador de comunicación del municipio autónomo, recuerda: “El periodismo lo llevaban en la sangre”. Lo subraya porque desde la radioemisora comercial La sensacional, que transmite en el 1020 del dial desde Huajuapan de León, y cubre buena parte de las sierras Mixteca y Triqui, se califica a las radios comunitarias de “piratas”. Por tanto, sus locutores, que tienen obligadamente que comentar el asesinato de las comunicadoras Felícitas Martínez y Teresa Bautista, dicen que las triquis no merecen ser consideradas ni periodistas ni locutoras, sino “piratas”.
Por eso han pedido que la Procuraduría General de la República intervenga por conducto de la fiscalía de atención a delitos contra periodistas.
Asimismo, invitaron a San Juan Copala a los visitadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Arturo Pech y Sandra Salinas, del programa de agravios contra periodistas.
Albino recuerda también que, al principio, La voz que rompe el silencio tuvo un teléfono en la cabina para que los radioescuchas pudieran llamar desde sus comunidades y comentar en vivo en los programas. Pero junto con ellos empezaron a comunicarse los enemigos de la autonomía y la radio empezó a recibir más amenazas que llamadas amistosas. Amenazas de muerte.
“Parece que fuera delito comunicar”
Amenazas que experimentan también comunicadores de otras latitudes. Lucía Antonio, locutora de Radio Ayuuk, que transmite des- de Guichicovi, la zona de la Mixe Baja, expresa: “Parece que fuera delito comunicar. Lo que las compañeras estaban haciendo, y nosotros, en nuestra región, es un esfuerzo digno por fortalecer a nuestras comunidades a través de la comunicación popular, resistir el despojo y la imposición. Pero parece que hay intereses que se sienten intocables y que les estorbamos. Por eso, desde que tenemos nuestras radios, sabemos que hay patrullas militares que monitorean nuestros pasos, que intervienen nuestros teléfonos y correos”.
Lucía habla en nombre de la Red de Radios del Sureste, Istmo y Sur de Veracruz. Ha hecho un viaje largo por las carreteras de Oaxaca, las mismas donde ocurren, de vez en cuando, emboscadas como la de Llano Maguey, donde cayeron las locutoras triquis. “A veces no sabemos ya ni cómo defendernos. Pero no nos queda más que llamar para que cada vez seamos más mujeres las que tomamos el micrófono y cada día, al empezar a transmitir, sólo decir: ‘buenos días’, y ahí les vamos. Ahora sabemos que también nos pueden matar”.
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