Asa Cristina Laurell
salud@gobiernolegitimo.org.mx
En su discurso, la derecha mexicana insiste en la necesidad de resolver los problemas estructurales de la pobreza. Sin embargo, sus propuestas y acciones no certifican este propósito. La pésima distribución del ingreso es un problema estructural grave que se está profundizando. Ejemplo de ello es la nueva Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y las modificaciones, que los legisladores del PRIAN, con el voto del FAP en contra, hicieron al mismo tiempo en la Ley de los Sistemas de Ahorro para el Retiro (LSAR) para que las Afores cobren su comisión por la administración de la cuenta del trabajador como un porcentaje sobre la cantidad ahorrada (saldo) y no sobre cada depósito (flujo). Este cambio se presentó como favorable para el trabajador, pero los cálculos demuestran lo contrario.
El 15 de marzo pasado, cuando entró en vigor esta modificación, las 20 Afores dieron a conocer la comisión que van a cobrar al trabajador por la administración obligatoria de su cuenta. Esta comisión se ubica entre 1.18 y 3.3 por ciento sobre el ahorro acumulado en la cuenta del trabajador y el promedio ponderado es de 1.72 por ciento. Dos Afores cobran más de 3, cinco más de 2 y ocho entre 1.99 y 1.5 por ciento, y sólo cuatro por debajo de 1.5 por ciento. O sea, las Afores han incrementando su cobro sobre el ahorro del trabajador hasta en mil 400 por ciento y sólo cinco menos de 100 por ciento. Sirve como punto de comparación que las cuentas administradas por el Banco de México pagaban 0.5 por ciento sobre el saldo en 2007.
Visto bajo un enfoque distributivo esto significa una transferencia, sólo en 2008, de alrededor de 16 mil 500 millones de pesos de los trabajadores a los grandes grupos financieros, en su mayoría extranjeros. Las Afores que se llevarán más de mil millones cada una son, en orden decreciente: Banamex, Bancomer, ING, Profuturo GNP, Inbursa y Banorte Generali. Esta transferencia es además obligatoria porque lo único que pueden hacer los trabajadores es cambiar de Afore, ya que no pueden salir del sistema. Estamos ante otra legislación que favorece a los grandes grupos financieros en agravio de los trabajadores.
Las Afores nunca pierden. Cuando se inició el sistema, en 1997, cobraban una comisión alta, de alrededor de 20 por ciento sobre cada depósito que hacía el trabajador, y un porcentaje bajo sobre sus ahorros. Ahora que se ha juntado mucho dinero en las cuentas –841 mil 601 millones de pesos en enero de 2008–, los legisladores de derecha cambian el sistema y las Afores empiezan a cobrar un porcentaje alto sobre el ahorro.
Con esto el monto de la comisión de la Afore irá aumentando mes con mes porque el saldo aumenta. En un momento dado el cobro de la Afore por la administración del fondo del trabajador será más alto que su depósito. O, dicho de otra manera, a partir de determinado momento el trabajador sigue depositando, pero su ahorro empieza a bajar. Un primer cálculo, comparando los cobros sobre flujo, con el cobro sobre el ahorro acumulado durante el lapso de 30 años, tiene resultados alarmantes. Demuestra que, con la modificación de la LSAR, las Afores se embolsarán una cantidad por lo menos 7 veces mayor de lo que hubieran recibido con el sistema anterior.
No menos grave es que un análisis preciso del rendimiento neto real de los fondos de pensiones demuestra que es muy bajo e, incluso, puede ser negativo. Este rendimiento es el incremento del valor del fondo de ahorro del trabajador restando la comisión y la inflación. Tramposamente la Consar da datos comparativos del “rendimiento neto” de las Afores que sólo resta la comisión del rendimiento nominal durante los últimos 36 meses, pero no ajusta por la inflación. En otro cuadro se hace el ajuste por la inflación, pero no se resta la comisión. Si se combinan ambas fuentes de datos para calcular el “rendimiento neto real”, resulta que éste va de 3.14 a menos 0.17 por ciento, tomando los últimos 12 meses como base de cálculo. Seis Afores tienen rendimientos netos reales por arriba de uno por ciento; nueve entre uno y cero, y tres, rendimientos negativos. Cabe añadir que en estos resultados todavía no pesaba mucho la creciente crisis del mercado financiero internacional de 2008.
Los datos duros que resultan de la modificación de la LSAR son otro ejemplo de que la redistribución regresiva del ingreso impulsado por la derecha golpeará, además, al grupo poblacional vulnerable que son los jubilados y los viejos. La política sistemática de transferir recursos de los trabajadores a los grupos financieros ahonda día con día las raíces estructurales de la pobreza.
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