Víctor Flores Olea
Se ha dicho que es infame la iniciativa de Felipe Calderón sobre el petróleo por su contenido desnacionalizador y entreguista, y porque violenta disposiciones de la Constitución de la República, no por la vía declarada sino por la encubierta de modificar leyes reglamentarias.
También se ha dicho que la iniciativa privatizadora de Felipe Calderón obedece a instrucciones que provienen del exterior, concretamente del aparato financiero, industrial y militar de Estados Unidos, y de los “tanques de pensamiento” que proyectan el futuro de ese país para que prevalezca en el tiempo como gran potencia.
Para nosotros, es esencial el mantenimiento del petróleo como pilar de la soberanía nacional y como palanca del desarrollo. Por supuesto, Pemex necesita transformaciones que le permitan cumplir cabalmente sus funciones estratégico-nacionales, y que desechen de una vez por todas su función de “caja chica” del gobierno, con su cauda de corrupción y del desmantelamiento que ha sufrido Pemex, entregado al capricho de quienes lo saquean. Es necesario mantener a Pemex como parte inalienable de nuestro patrimonio pero además, afirmarlo como piedra angular de nuestra independencia y de nuestro desarrollo democrático-popular, como quería Lázaro Cárdenas en su decreto expropiatorio de 1938.
Es impresionante el material reciente publicado en Estados Unidos, en que se discute la cuestión estratégica de las reservas petroleras. Y la reiteración de que el petróleo en México, esencialmente en las aguas profundas del Golfo de México, resulta fundamental para que el Imperio conserve su status de gran potencia en el próximo medio siglo.
Una grave debilidad actual de la gran potencia es la de su dependencia de la importación de petróleo. Estados Unidos es el mayor consumidor de petróleo y también el mayor importador. Esta situación —nos dice el Council on Foreign Relations—, debilita enormemente la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos. Este país tiene el 4.6% de la población mundial pero consume el 25% del petróleo en el mundo. Y todavía más: el 60% del petróleo que consume es importado.
Coinciden diversos documentos: Estados Unidos ha de disminuir severamente su dependencia del petróleo del Golfo Pérsico y debe prepararse para abrir nuevas áreas de exploración y producción de gas y petróleo, preferentemente en el Golfo de México, en Alaska y en sus costas Este y Oeste.
Resulta sorprendente la coincidencia de estos razonamientos con la iniciativa de Felipe Calderón para explorar y producir más petróleo, “aun cuando sea dentro de diez años”, en las aguas profundas del Golfo de México, naturalmente bajo el control de empresas privadas (vinculadas a la Casa Blanca). La iniciativa de Felipe Calderón parece calcada de los “planificadores” de la política estratégica de Estados Unidos para las siguientes dos o tres décadas. Por eso no resulta aventurado decir que actúa bajo las órdenes o disposiciones combinadas del gobierno de Estados Unidos y de sus grandes consorcios industriales y petroleros.
Un objetivo clave de seguridad de Estados Unidos es el de alentar a otros países a realizar inversiones petroleras, por sí mismos o por medio de empresas (estadounidenses de preferencia). En todo caso, Estados Unidos debe proponerse disminuir sus importaciones de crudos provenientes del Golfo Pérsico, por la fragilidad política de esa región y por la distancia. Los países exportadores de petróleo a Estados Unidos debieran encontrarse en zonas próximas, mucho más fáciles de controlar políticamente.
Es obvio que la producción y exportación de petróleo y gas natural requiere de continuas inversiones. Y en esa dirección encontramos ya multinacionales, como la Chevron Corporation, que han anunciado sus exploraciones con éxito en aguas profundas del Golfo de México, que significarían un excepcional hallazgo de nuevos depósitos petroleros. La Chevron, junto con la Devon Energy y la Statoil, anunciaron que tales descubrimientos pueden incrementar las reservas de gas y petróleo de Estados Unidos en un 50%. El área podría llegar a ser la más grande reserva de petróleo de Estados Unidos desde el descubrimiento del Alaska North Slope.
El senador por Massashusetts, John Kerry, en su campaña para la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata en 2004, dijo que “su objetivo era lograr la independencia de Estados Unidos del petróleo del Medio Oriente, y que el ideal sería lograr recursos petroleros en el propio Estados Unidos o en zonas aledañas”.
Naturalmente, en un Imperio con meticulosa planificación no podía faltar el ingrediente de control militar que se ha revelado en México con el llamado “Plan Mérida”. Sin faltar ese otro ingrediente recomendado por los estrategas estadounidenses: las campañas mediáticas masivas para ganar las conciencias y ablandar las oposiciones a sus proyectos de control.
Resulta extraordinaria la coincidencia de la iniciativa Calderón con los análisis de los estrategas de la política y la economía de Estados Unidos, tanto que parece una iniciativa dictada en el país del Norte y simplemente acatada por el Jefe del Ejecutivo en funciones. Una ignominia y una vergüenza para el país que el pueblo de México debe rechazar con indignación, pero también proponiendo inteligentemente las mejores vías para su futuro.
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