Ricardo Andrade Jardí
Y mientras vemos cómo la institucional izquierda a modo se arrastra por limosnas ante los usurpadores y se dividen “conciencias” por las prerrogativas que recibe ese partido (el PRD), el movimiento nacional de resistencia civil sigue creciendo a pesar de todas las estrategias de los indignos “Chuchos” y la telecracia.
Conviene que quienes integran la lucha de resistencia civil pacífica y se encuentran vinculados al partido que se roba sus propios votos para hacerle el favor a la trasnacional “Democracia Corporation S.A.”, empiecen a dejar en claro su posición ante el basurero electoral que es hoy el PRD, conviene hacerlo para poner en claro que el movimiento social, afortunadamente, nada tiene que ver con ese partiducho hoy tan prianista como cualquier otro.
El PRD es un partido decadente que desdibujó su ideología al mismo tiempo que se convertía en el basurero electoral de todas las aspiraciones de prianistas iban siendo frenadas por el duopolio prianista, tan decrépito, como ha conseguido ser el PRD, refugio de políticos mediocres y cretinos que son capaces de quemar el paraíso a cambio de una curul plurinominal o de una presidencia municipal, simplemente para sacar los recursos que les permitan abandonar la pobreza material al tiempo que ingresan a la pobreza moral.
La “Democracia Corporation S.A.”, impone su voluntad y esa es la última palabra. El voto ciudadano vale igual a lo que tiene (materialmente) y los que tienen son los que gobiernan en realidad mientras se llenan la boca con los discursos que la corporación trasnacional ha aprobado previamente. Salirse de esos lineamientos equivale a ser satanizado por renegado, terrorista o bache de reforma.
Es claro que el sistema de partidos de nuestra trasnacional democracia no garantiza ningún tipo de cambio y que al contrario es el instrumento para cobijar la decadencia institucional que se ha convertido ya en la pura administración de los intereses usureros y especulativos de la mancuerna de la clase política y empresarial de nuestro país.
Por más insistencia que los presuntos “intelectuales de izquierda”, junto a todos los orgánicos intelectuales adiestrados por el confort institucional, insten en las vías de la institucionalidad disfrazadas de legalidad como el camino para el cambio, es evidente que ese tránsito nada cambiará y sí hará más grande la impunidad corrupta de un sistema, donde hasta el cuñado de un candidato (oficial) puede ser el encargado de dar a conocer los resultados electorales de una “inconsistente” (fraudulenta, en castellano) elección presidencial. No hay democracia real que soporte un hecho así. Y decimos real, pues toda “democracia” que se permita un acto de naturaleza (fraudulenta) está lejos de ser un camino real para la convivencia republicana y pacífica.
Ahí radica uno de los puntos fundamentales del Movimiento de Resistencia Civil Pacífica, en su aspiración de refundar la vida institucional, desde la ética, desde la vocación de servicio social con el que se crearon originalmente algunas de las instituciones más nobles, hoy corrompidas por los corporativismos, la compra de intereses y el desvío de fondos. La mediocridad ha dado lugar a la más inaudita de las corrupciones. La falta de ética cobija la impunidad de aquellos que hoy intentan reducir la lucha social a los deseos de un charlatán fanático, cuando el único fanatismo charlatán es justamente el que ensalza el discurso oficial, defendido por sus conformistas “intelectuales” que, por otro lado, no dejan de ser el producto mediocre de ese mismo sistema.
Es por eso que es urgente deslindar al movimiento social de toda relación con un partido como el de la Revolución Democrática, al que muy poco le queda de izquierda y nada tiene ya de compromiso social.
La suma de nuevas voluntades a la lucha legítima del movimiento de resistencia civil pacífica dependerá mucho de esos deslindes, puesto que cientos de hombres y mujeres que creen en la lucha pacífica, no tienen ya ningún interés de caminar junto a un partido que ha vendido la voluntad de su militancia a la mentira, al chantaje, al dinero usurpador y producto del peor de los crímenes organizados, que es justamente el que se organiza desde las dependencias del desgobierno usurpador y los poderes de facto que hoy desgobiernan el país.
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