Dr. Eugenio R. Balari
Leyendo recientemente algunas informaciones de la Organización Internacional del Azúcar me detuve a analizar ciertos comentarios atribuidos al Director Ejecutivo de la misma, porque este importante funcionario señalaba que las exportaciones de etanol crecerían en los próximos cuatro años significativamente y sólo a partir de Brasil por sus amplios programas de incremento del combustible alternativo.
Agregaba el alto funcionario de la OIA que el comercio mundial de etanol aumentaría desde unos 3,500 millones de litros anualmente a más de 8,000 para el año 2010.
Hasta el presente Brasil es el más importante productor de caña de azúcar del mundo, sin embargo en la actualidad la mayor parte de la misma ya no se orienta hacia el consumo humano sino que se utiliza para la fabricación de etanol.
También Brasil es el mayor productor de etanol del planeta y lo produce a partir de la caña de azúcar, a diferencia por ejemplo de los Estados Unidos de Norteamérica y otros países que fundamentalmente lo realizan a través de la utilización del maíz y otros cereales o plantas.
Se considera en dicho sector productivo a esta nación latinoamericana, no sólo como el mayor productor, sino también como el más eficiente y competitivo fabricante de etanol del mundo.
Según otras informaciones con que cuenta la Organización Internacional del Azúcar (OIA), este país continuará rápidamente expandiendo sus áreas cañeras y construyendo nuevas plantas etanoleras para poder lograr los incrementos previstos.
Visto todo ello desde el ángulo específicamente empresarial, productivo o de los negocios, parece ser un gran éxito brasileño, sin embargo, analizando el mismo tema desde los aspectos social y ambiental tenemos muchas dudas y también visiones diferentes.
Porque sabemos que la producción de los biocombustibles es uno de los factores esenciales que ha desencadenado la crisis de los alimentos a escala mundial, la elevación de los precios de los mismos y lanzado al hambre a nuevos millones de bocas; a su vez, los científicos de la ecología consideran que las emisiones de gases de efecto invernadero, que por un lado se reducen con los biocombustibles, por el otro se incrementan con su propia producción.
Al final los ambientalistas rechazan su producción y no la justifican ni la consideran noble para el medio ambiente.
Entonces amigos lectores, habría que valorar más detenidamente este asunto y también la responsabilidad en que incurren todos los productores de biocombustibles ante la crisis mundial de los alimentos.
En el caso brasileño habría que despejar, además, las dudas que surgen alrededor de las posibles y amplias deforestaciones de tierras, muchas de ellas posiblemente sin control para aumentar la producción de los biocombustibles y lógicamente ocasionando mayores daños a la ecología y atentando contra la amplia biodiversidad de aquel país.
Y si de cifras se trata, en las informaciones de la OIA se reseña que la producción de etanol aumentó en Brasil entre un año y otro en un 16%, lo que fue igual a pasar de 12,400 millones de litros en el año a 14,400 millones.
Por tales razones, una buena parte de las anteriores fábricas (ingenios) de azúcar se encuentran convirtiendo la misma en etanol para satisfacer las exigencias internacionales y la creciente demanda de los propietarios de vehículos denominados "flex-fuel" o flexibles con la utilización de combustibles, los que funcionan con gasolina, etanol o un híbrido de ambos.
Mientras esto ocurre en aquel país de nuestra región, ello permitió a los productores de la India participar de la mayor cuota del mercado global del azúcar.
Y más nada, porque estos son ejemplos típicos de las paradojas y contradicciones de estos azarosos tiempos en que vivimos.
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