José Antonio Rojas Nieto
Sería terrible –de veras que lo sería– que el gobierno y el PRI impusieran su visión actual de las cosas en el terreno petrolero. El PRI perdió la oportunidad de presentar una propuesta sustantiva: su ambigüedad en el caso de las filiales estratégicas y de los contratos de privados con Pemex se lo impidieron.
Por eso –perdida esta oportunidad– no menos terrible sería que ante la falta de consenso en torno a la desintegración de la industria petrolera para ofrecer partes de ella a los privados, no se concretaran algunas de las mejores ideas que se han ofrecido en el debate. Y así, comenzar una transformación gradual pero firme de Pemex y de nuestro entorno energético.
Si no hay astucia e inteligencia, todo puede resultar estéril. El esfuerzo ha sido muy importante. No sólo de los ponentes. También de quienes los siguieron. Tanto en el recinto oficial como en los medios, privilegiadamente el Canal del Congreso. Y –¡qué duda cabe!– de quienes participaron en la consulta del domingo pasado, más allá del pugilismo desplegado para desacreditarlo o sobrevalorarlo. Son esfuerzos sociales que no se pueden desaprovechar.
Menos aún algunas brillantes ideas –sí, brillantes– que se han presentado: sustentabilidad, visión de largo plazo, nuevas prácticas sociales, fortalecimiento tecnológico, diversificación energética, sólida regulación, control riguroso e impecable de costos y de excedentes, nueva fiscalidad, racionalización de subsidios, limpieza y honorabilidad laborales, entre otras.
Si el gobierno no entiende esto e insiste en una propuesta que deja muchísimas dudas –sobre su respaldo social y su constitucionalidad– estaría cometiendo un grave error. ¿Por qué? Porque en aras de lo más sobre lo que no hay consenso (la entrega a los privados de partes de la industria para que –según dice– ésta funcione mejor) sacrificaría el enorme e incuestionable consenso sobre la urgencia de transformar a Pemex, en el marco de un nuevo patrón energético para nuestro desarrollo: seguro, sustentable, socialmente renovado, transparente.
Créanme que lograr esto en tan poco tiempo y ante tantas y tan diversas opiniones, no es poca cosa. A nadie, absolutamente a nadie se le ha escuchado decir que Pemex puede y debe seguir como hasta ahora.
Sólo la burocracia sindical –en un lamentable error– no se ha pronunciado. Hay muchas dudas sobre esa obcecada insistencia de abrir a los privados algunas fases de la industria integral del petróleo. Pero me atrevo a decir que no hay duda sobre su necesaria coadyuvancia, en el marco de los objetivos estratégicos que se formule la nación.
Sí, hay enormes dudas sobre las formas de participación privada en una industria estratégica nacional. Justamente para no subordinar esos objetivos a sus intereses particulares. Menos aún para dilapidar y entregarles la renta y otros excedentes petroleros.
Muchas –muchísimas experiencias internacionales– justifican el razonable temor sobre su actuación depredadora. ¿Cómo se podrá trabajar, entonces, con compañías de servicios o petroleras que tienen el control de la tecnología y de la capacidad de llevar adelante proyectos de alta complejidad y muy alto costo? ¿Cómo eludir la rapacidad mostrada por muchas de ellas en el cotidiano internacional?
Es claro que necesitamos esa tecnología y esa capacidad para llevar adelante proyectos complejos y de alto costo. Y no me refiero a los de aguas profundas o ultraprofundas, todavía lejanos para nuestro país, a pesar de la demagógica propaganda gubernamental. No. Me refiero a los de recuperación de reservas y rexplotación de zonas maduras con nuevos métodos y nuevas formas.
También a los nuevos procesos de refinación, adecuados a nuestros crudos de hoy y de mañana. Sí, hay muchos elementos de consenso que deben ser trabajados cuidadosamente por el Senado. Estos días exigen un trabajo de filigrana para ello. Para desarrollar el proyecto de autonomía de Pemex bajo control del Congreso. El de la urgente sustentabilidad de nuestro patrón energético. El de la dinámica futura de ingreso y destino de excedentes petroleros. El de la fiscalidad alternativa. Entre otros.
Vivimos una encrucijada delicada. Bien resuelta puede traer enormes beneficios para el país. La propuesta que prepara el grupo que representó la visión alternativa a la oficial en el debate, es fundamental para resolverla. Se trata –sin duda– de una de las más grandes responsabilidades que haya tenido grupo alguno en la historia reciente de México. De veras.
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