Gilberto López y Rivas
El fin de semana pasado tuvo lugar en la ciudad de México el congreso constituyente del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), con la asistencia –como miembros fundadores– de numerosos ciudadanos, trabajadores, pobladores de barrios populares, organizaciones políticas y diversos colectivos sociales y gremiales. El MLN se propone enfrentar, detener y derrotar la opción neoliberal de corte dictatorial que domina México y pasar de la lucha puramente reivindicativa a la disputa por la conducción de la nación a fin de recuperar el control y la propiedad de sus fuerzas productivas y de garantizar la justicia social, la soberanía nacional y el ejercicio de la democracia desde el pueblo. En suma, el MLN convoca a la resistencia popular desde cada rincón del país, articulando la lucha cotidiana con un proceso de transformación radical de la sociedad mexicana. Este movimiento llama a construir una salida popular a la crisis profunda en que se debate el país.
Por mucho tiempo se consideró que los movimientos de “liberación nacional” sólo tenían sentido para aquellos procesos que luchaban contra las relaciones de dominación colonial o neocolonial. Se pensaba que con el establecimiento de un Estado nacional independiente se cerraba el ciclo de la liberación nacional. Sin embargo, como se observa en África, Asia y América Latina, las naciones no son realmente libres mientras subsista la hegemonía de las clases que imponen la explotación del trabajo ajeno y la inserción subordinada de nuestros países en el ámbito internacional dominado por Estados Unidos.
Por ello, durante el congreso fundacional, los asistentes insistieron también en la necesidad de un cambio de fondo de la economía, las formas de gobierno y la cultura, además de formular propuestas para generalizar la lucha contra la usurpación del gobierno de la República, contra las privatizaciones del sector energético, la educación y la seguridad social. En dicho contexto, proliferaron los planteamientos de cómo organizar un movimiento nacional para destituir a Felipe Calderón, por medio de una posible revocación de mandato (propuesta reiterada en esta columna) o de un juicio político, combinado con paros cívicos y una huelga política nacional. En las discusiones, de nueva cuenta, salió a relucir el carácter catastrófico del deterioro político y socioambiental en que se debaten los mexicanos. En particular, los participantes denunciaron el proceso de implantación de un Estado terrorista y dictatorial por parte de Felipe Calderón y el grupo de empresarios, políticos y militares que lo respaldan.
La formación del MLN demuestra que pese a la maquinaria cultural, ideológica y educativa de los medios de comunicación masiva, tiene lugar la resistencia de los explotados y oprimidos que conforman el pueblo nación y que se manifiestan contra los efectos destructivos del neoliberalismo. En la época actual, caracterizada por una profundización de las tendencias universalistas o globalizadoras del capitalismo, encontramos, paradójicamente, el tránsito de un proceso nacionalitario que busca disolver los vínculos nación-burguesía hacia una entidad nacional de nuevo tipo: popular, multinacional, multiétnica, pluralista y democrático participativa. El desarrollo de la nación en nuestro tiempo tiende, pues, a romper con los límites y superar las contradicciones de la nación establecida por el capitalismo, las cuales se expresan fundamentalmente en la explotación de clases, el racismo, la segregación de los pueblos indios, la opresión peculiar de la mujer, la discriminación a grupos de edad, el control imperialista de nuestras economías y sociedades.
Para los participantes en el movimiento, el grupo gobernante encabezado por Calderón pretende establecer las condiciones óptimas para el saqueo, la expoliación y la explotación de nuestros recursos estratégicos (petróleo, gas natural y electricidad), fuerza de trabajo, recursos naturales (agua, minerales y biodiversidad), infraestructura de comunicaciones y transportes, transferencia de excedentes, llevados al cabo por los organismos financieros y las corporaciones trasnacionales radicados principalmente en Estados Unidos.
En un ambiente unitario, producto de un largo recorrido de acciones conjuntas y de la creciente conciencia sobre la gravedad de la situación política que se vive, en el congreso menudearon los pronunciamientos sobre la construcción de una alianza entre el Diálogo Nacional, la Convención Democrática, la otra campaña que encabeza el EZLN y con todos aquellos que estén dispuestos a enfrentar el ensayo dictatorial de la ultraderecha y las políticas gubernamentales. Además, todos los asistentes ratificaron su compromiso para construir un nuevo gobierno desde las comunidades, centros de trabajo, vivienda y educación como medio fundamental para expulsar a los neoliberales de la conducción del país y como un paso en la urgente tarea de construcción de la soberanía nacional-popular.
Se demandó la libertad de todos los presos políticos y la presentación con vida de todos los detenidos/desaparecidos, así como el castigo a los culpables del terrorismo de Estado, los crímenes de lesa humanidad y las violaciones a los derechos humanos.
La conformación del Movimiento de Liberación Nacional debe ser celebrada con optimismo y entusiasmo, confiando en la creatividad e imaginación de los pueblos que integran la nación mexicana. Deseamos que este nuevo movimiento de liberación nacional redunde en la unidad de las resistencias populares y en el efectivo rescate de nuestra patria para beneficio de todos sus habitantes.
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