Luis Javier Garrido
El gobierno calderonista ha hecho de la violencia material su principal arma política y ésta ha terminado por revertírsele.
1. La incapacidad del gobierno de facto para responder políticamente ante el grave atentado cometido la noche del 15 de septiembre en Morelia no ha hecho más que agravar la crisis política latente que vive México y comprometer de paso su propio futuro. Calderón no ha hecho otra cosa desde los estallidos de las granadas que ocasionaron ocho muertos y más de 100 heridos que buscar sacar beneficios políticos del hecho trágico, tratando de hacerse publicidad, de fortalecer su campaña permanente de amedrentamiento de la población y de preconizar una subordinación de la oposición a sus políticas en aras de alcanzar la “unidad nacional”, como lo han hecho desde siempre los gobiernos autoritarios.
2. Y como si no fuera poco, no han faltado otras voces como los de algunos locutores del programa Tercer Grado, de Televisa, que en la emisión del miércoles 17 hablaron incluso de una política de “autocensura” de los medios para ocultar informaciones y fotografías, como las de las narcomantas, aludiendo a la portada del número 1661 de la revista Proceso del 31 de agosto, en la que se podía leer en una de ellas un mensaje que iniciaba diciendo: “Sr. Narco Presidente, si quiere que se termine la inseguridad deje de proteger a los narcotraficantes como el Chapo Guzmán…”
3. En medio del caos declarativo que se ha sucedido y que ha agravado la confusión, a nadie pudo extrañar, por consiguiente, la afirmación del embajador estadunidense, Tony Garza, que interviene cada vez más, con la tolerancia del gobierno calderonista, en los asuntos internos de México, y quien rompiendo todas las reglas del comportamiento diplomático atribuye también el acto al que llama “el narcoterrorismo” aun antes de que haya investigación alguna (16 de septiembre), arrojando así la sospecha, según algunos analistas, de que la mano de la CIA y de otras agencias estadunidenses pudiera estar involucrada en la fabricación del clima de violencia que se ha gestado en México en este sexenio, habida cuenta de los actos de desestabilización que la administración Bush está llevando a cabo en su ocaso en Bolivia, en Argentina y en Venezuela.
4. Un hecho, sin embargo, no puede soslayarse, y es que aun siendo correcta la hipótesis de que fue “el narco” el responsable del acto criminal, buscando supuestamente exigir con éste se ponga fin al intento del gobierno de reordenar el mercado del narcotráfico en beneficio de los cárteles que le son afines, el atentado se inscribe en el clima de violencia generalizada que le han impuesto Calderón y los panistas al país al hacer intervenir a los cuerpos de seguridad del Estado en tareas que no les competen, con evidentes propósitos políticos, y no es de sorprender, por lo mismo, que sean ellos los que pretenden ya desde ahora sacarle beneficios políticos.
5. El verdadero responsable del escenario de caos que prevalece en la República es a pesar suyo Felipe Calderón, quien luego de lograr imponerse en 2006 por la vía del fraude aceptó como estrategia fundamental de su gobierno para superar la situación crítica en que se hallaba el utilizar anticonstitucionalmente al Ejército para amedrentar a la población con el pretexto de la lucha antinarco, lo que permitía, además, reordenar el mercado de la droga, desviando la atención de sus políticas antipopulares; de ahí que una y otra vez se fuera ufanando en repetir que iba a “haber muertos”.
6. El “escenario” hechizo de una supuesta guerra del Estado contra el “crimen organizado”, encabezada por Calderón (a pesar de haber sido señalados él mismo y varios de sus colaboradores de tener un entramado de negocios ilícitos), no ha conducido sin embargo en estos meses de violencia, como era de suponerse, más que al fortalecimiento de los cárteles y a un mayor auge del negocio, así como a la deserción de decenas de miles de militares y policías, que han pasado a formar parte de los cuerpos de seguridad de los capos, de ahí el clamor social por que se detengan las acciones ilegales de esos cuerpos de seguridad del Estado entregados no a buscar la seguridad pública sino a satisfacer intereses privados.
7. El atentado de Morelia podría ser, por ello, un punto de inflexión para un cambio. Los discursos irracionales de Calderón que sucedieron al atentado han tenido al fin una respuesta política y los grupos parlamentarios de la Cámara de Diputados, a excepción de los del PAN y del PVEM, le exigieron el día 17 cambiar de “manera radical” la estrategia antricrimen, que como todo mundo reclama debe volver a los cauces constitucionales.
8. Ese escenario del caos, defendido por los teóricos del neoliberalismo como la mejor vía para acelerar las privatizaciones e ir desmantelando a los estados nacionales, y que el gobernante espurio ha querido utilizar en beneficio suyo, no puede ni debe ser el de México.
9. Entre las tonterías expresadas por Calderón después del atentado, una “perla” merece destacarse. En una alocución en Monterrey convocó el miércoles a los mexicanos a unirse contra “los traidores a la patria”, y ello suscita una cuestión. ¿Qué no es acaso él, el principal traidor a México, para millones de mexicanos? ¿Qué no existe acaso una acusación ante la PGR elaborada por distinguidos juristas pidiendo que se le investigue, destituya y procese conforme al artículo 108 constitucional por su pretensión de entregar el petróleo y otras riquezas estratégicas de México al extranjero, lo que tipifica el delito de “traición a la patria”?
10. La pretensión del gobierno de seguir fomentando el clima de violencia y de temor para que su partido pueda imponerse en 2009 no va a tener, por todo ello, después de Morelia muchas posibilidades de éxito.
viernes, septiembre 19, 2008
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