Pedro Díaz Arcia
A principios de la pasada y reciente década de los años 90' tuvo lugar en Quito, capital de Ecuador, el Primer Congreso Iberoamericano de Informática, bajo los auspicios de las autoridades locales y del Centro Regional para la Enseñanza de la Informática (CREI), de España.
La Unión Soviética se había desmoronado como un castillo de arena ante los ojos atónitos de buena parte del mundo. A Cuba, como en anteriores oportunidades, se le fijaron plazos de existencia, como a un enfermo en terapia intensiva, le calculaban tres, seis, ocho meses de vida, no más. En cercanos lugares, de latitud Norte, se produjo un inusitado ajetreo: preparación de maletas de retorno; itinerarios de viaje; sueños de inversiones, con macros intereses incluidos; los más osados: comenzaron a discutir precios para "chartear" avionetas, aviones, yates y pensaron, incluso, en la necesidad de habilitar barcos de gran porte para un triunfal arribo a las liberadas costas cubanas. Estaban convencidos que Cuba no resistiría el embate del hegemonismo imperialista, una vez quebrada la bipolaridad o el llamado "equilibrio estratégico" existente en el planeta, en materia de armamento nuclear.
Recuerdo una ocasión en que un compañero, mientras leía con reticencia los titulares de un periódico en que se destacaba la reiterada disposición de los soviéticas de no ser los primeros en recurrir al arma atómica, me comento con marcada ironía: La URSS nunca dará el primer golpe nuclear, pero, si es atacada, la respuesta será devastadora. Hizo una breve pausa y agregó:
"¡Eso del contragolpe está muy bien, pero en el primer golpe nos van a joder a nosotros!". Me reí ante la ocurrencia...
Después de la debacle de la Unión Soviética y del campo socialista de Europa Oriental, la situación en la Isla era crítica: reducidas sus importaciones en casi un 75%, con exiguas exportaciones; con una drástica reducción en el abastecimiento de combustibles, interrumpidas las vías y las posibilidades de garantizar las piezas y mantenimientos indispensables para la producción de las principales industrias; obligada a una rápida e inteligente reorientación de su comercio exterior; con la economía virtualmente paralizada y con la flota mercante anclada, "La armada inmóvil", como alguna vez la calificara la voz autorizada de uno de nuestros preclaros intelectuales, parodiando a Amado Nervo: Cuba constituía un delicioso bocado en las púas del tenedor de un general del Pentágono.
En estas condiciones presidí la pequeña delegación cubana a Ecuador. Ante el recrudecimiento del bloqueo norteamericano; las limitaciones que nos imponía la nueva "correlación de fuerzas en la arena internacional"; partíamos del principio de que no nos podíamos "autobloquear" y luchar, en la medida de nuestras escasas posibilidades financieras, para llevar a cualquier foro la alta voz de Cuba.
Así arribé al citado Congreso, al amparo de la limpia y desafiante mirada del volcán Pichincha, donde el mariscal Antonio José de Sucre le arrancara a España, a fuerza de coraje, el territorio que constituía la República de la Gran Colombia y abría, con pie de vencedores, el camino hacia Quito y Perú.
El evento sesionó en una fresca instalación, justo en "La Mitad del Mundo". Donde cada quien dejó constancia fotográfica de la estancia en el lugar que divide al Planeta en dos Hemisferios.
Al finalizar el cónclave y para mi sorpresa, me comunicaron que la Comisión Organizadora había decidido solicitarme que dijera las palabras de clausura. Me lo informaron pocos minutos antes de proceder a tan importante acontecimiento.
A mi lado, mi compañero, Vicepresidente de un ministerio cubano, me dijo:
"¡Oye, vas a hablar ya...!" y le respondí: "¡No, si acaban de decírmelo!". Pero, tenía razón.
De inmediato anunciaron que el Vicecanciller cubano diría las palabras finales de la reunión.
Me dirigí pausadamente a los micrófonos, di las gracias por la deferente invitación y comencé el improvisado discurso: "¡Antes de desarrollar algunas ideas relativas al Congreso, quiero hacerles una advertencia!", recorrí con la vista el marmóreo salón colmado de un expectante auditorio y continué:
"¡Quiero advertirles que si bien hemos sesionado durante tres días justamente en la Mitad del Mundo, nosotros, los cubanos, seguimos estando a la izquierda!".
Se hizo un momentáneo silencio y, después, hubo un cerrado y respetuoso aplauso.
Cuando hoy el Movimiento Popular Democrático (MPD) y otras organizaciones sociales y políticas integrantes del Frente Popular preparan movilizaciones para impulsar la Asamblea Constituyente propuesta por el presidente Rafael Correa, podemos decir con orgullo latinoamericano que si Ecuador, geográficamente está en la Mitad del Mundo, su aguerrido pueblo está definitivamente a la izquierda.
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