martes, febrero 06, 2007

"México ante Dios"

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Señor director:

Después de leer México ante Dios, de Francisco Martín Moreno, siento la necesidad de hacer algún comentario que, ruego a usted, me permita compartir con los lectores de Proceso. Francisco Martín Moreno se revela como un concienzudo investigador, afortunado literato y bizarro publicista, no sólo a través de este libro, sino de todos los que ha escrito, así como de sus aportaciones periodísticas.

El taimado espíritu inquisitorial se resiste a morir e intimida aún la pluma de muchos conocedores de las laberínticas maniobras subterráneas con que el clero ha sabido hacer de las suyas en momentos cruciales de nuestra historia y en la vida cotidiana de los fieles, para beneficio exclusivo de la institución religiosa que pomposamente se hace llamar la “Santa Madre”, como también, siempre, para perjuicio material, mental y social del pueblo creyente.

La Iglesia católica, que mercadea en todo el mundo con cosas que nadie ha podido ver y cuya existencia no se ha comprobado, ejerce con efectividad en todo el orbe su única ocupación verdadera, la única importante para ella: la de dominar y explotar a toda la humanidad. Y para conseguirlo, echa mano de todos los medios a su alcance, inclusive del asesinato de individuos o grupos, como lo hizo por medio de la Inquisición para acabar con herejes, judíos, infieles y muchos cristianos ingenuos, sin defensa alguna.

Las intrigas clericales en México durante las tres guerras –de Independencia, de Reforma y Cristera– no son más que un mínimo ejemplo de las maquinaciones maquiavélicas que la Iglesia practica a nivel mundial para conseguir su finalidad toral, singular, que es el bienestar y la haraganería de sus ministros (porque son todos ellos haraganes que nada producen). Es el objetivo institucional y estructural que persigue la Iglesia en todas partes, adonde los misioneros –muchas veces bienintencionados– van a suscitar, más que discípulos para Jesús, siervos y tributarios para el Vaticano.

Al respecto, otra obra sustanciosa y bien documentada es La Santa Alianza, de Eric Frattin (Espasa Calpe, 2004). Se trata de una exposición perfectamente fundamentada de cómo la Iglesia católica, valiéndose de toda clase de procedimientos –con o sin moral, ética o legalidad–, ha ejercido un implacable espionaje sobre las más respetables intimidades de los Estados y de los hombres que de alguna manera le interesan para torcer inflexiblemente, en el sentido que le conviene, los acontecimientos sociales, políticos, religiosos y de cualquier orden, no para fines espirituales, como sería de suponerse, sino para acrecentar sus bienes materiales, que vive con lujo de ambición, intolerancia e hipocresía.

Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Alguien más ha dicho: “La mentira os hará creyentes”. La verdad es que cuanto más se sabe, tanto menos se cree. La Iglesia sabe muy bien esto y, también, cómo aprovecharlo.

México ante Dios aporta al público una buena dosis de verdad histórica, hasta ahora oculta o negada por los “representantes de Dios”.

Jesús, para ser libre, se emancipó de los pontífices y sacerdotes, ancestros y modelos de los de ahora. México ante Dios es una bella y valiosa invitación a saber más y… a creer menos.

Atentamente

LUIS HUMBERTO ROMÁN G.

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