1. El presidente usurpador, Felipe Calderón, quiere rendir su primer informe de gobierno el 1 de septiembre en las condiciones anómalas que él mismo creó por negarse a limpiar la elección de julio de 2006. Es un presidente ilegítimo y desconocido por más de 15 millones de electores; sin embargo insiste en que quienes no lo reconozcan violan la ley. Hace nueve meses, para tomar posesión por la fuerza, tuvo que rodear el legislativo con decenas de miles de soldados del ejército y la policía. ¿De qué legalidad, moral o respeto puede hablar si de entrada es un gobernante ilegítimo? La única salida que tiene en este momento es entregar el texto del informe en el congreso y retirarse de él. Si insiste en subir a la tribuna y hablar desde allí, sería en realidad una provocación a las fuerzas opositoras y lo que suceda por ese comportamiento sólo sería por culpa de él.
2. La derecha dura le pide a Calderón que no de un paso atrás y que use la represión en nombre de la ley. Ha aplaudido al panista por usar al ejército para perseguir al narcotráfico y la delincuencia armada, pero ahora exige al presidente panista que use a las fuerzas armadas para reprimir a la oposición e imponer orden en el país, por eso se busca implantar el Plan México. Los medios de información, encabezados por Televisa, TV Azteca y Radio Fórmula, llevan más de 10 meses de estar cerrados a López Obrador y al PRD; por el contrario, han incrementado su campaña para que Calderón sea reconocido presidente. Los coordinadores del PAN, el diputado Larios y el senador Creel no parecen dispuestos a transigir, por el contrario buscan que el presidente lance un mensaje político desde la tribuna. ¿Lo permitirá la legislatura perredista?
3. Para Calderón tomar la tribuna del congreso es un reto que está dispuesto a superar. Tiene la convicción de que si lo logra podría ser su primer gran paso para consolidarse. Por el contrario, para los lópezobradoristas sería un duro golpe en estos momentos que viven una situación crítica por los últimos resultados electorales y los del X Congreso del PRD. Los medios de información y los intelectuales que están a su servicio, no han dejado de halagar al presidente Calderón y al PAN por proponer un cambio de formato para el día del informe, consistente en que Calderón escuche en vivo los discursos de los llamados partidos de oposición. Sin embargo, la realidad es que los costosos, aburridos y engañosos informes de gobierno no requieren una reforma sino erradicarlos de raíz para que adquieran un valor real: un documento para analizar y discutir a fondo
4. Desde que la televisión se hizo instrumento de gobierno, por obra y gracia de sus poderosos dueños y los regímenes gubernamentales que los han protegido, los informes presidenciales del día primero de septiembre de cada año, son una farsa adornados por insulsos programas televisivos en cadena nacional abierta. En décadas anteriores a los años setenta los informes presidenciales sólo se escuchaban por la radio por un puñado de políticos y funcionarios de gobierno que casi de manera obligatoria se reunían en los palacios de gobierno o presidencial municipales. Desde los setenta los principales canales de TV dedican por lo menos cinco horas a lisonjear al presidente, a sus familiares y demás funcionarios. De tal manera que a ese día se le llamó “el día del presidente” porque mucha gente debía verlo, otros aplaudirlo y los medios ensalzarlo.
5. Desde las nueve de la mañana se veía a los 10 locutores más “destacados” de las televisoras realizando entrevistas insulsas y manipuladas en la casa presidencial de Los Pinos, en las avenidas por donde transitaría el vehículo del presidente para dirigirse al congreso, en la entrada del recinto legislativo y al interior del palacio legislativo. Por eso el magnate de Televisa declaró varias veces que él “sólo era un soldado del PRI y del señor presidente” y que “la TV sólo era para entretener y divertir no para dar cultura, porque para eso estaba la secretaría de Educación”. Las ceremonias de los informes de gobierno eran lo que los medios de información enseñaban al público: los personajes que se escogían para las entrevistas, eran las preguntas que se les hacían, las frases que se subrayaban y los espots que días después se repetían.
6. Así desde muy temprano se podía ver a los locutores Zabludovski, López Dóriga, Juan Ruiz Gily, Dolores Ayala, etcétera, haciendo preguntas tontas como: “señor presidente que desayunó hoy, con qué ánimo se levantó”; o “señora primera dama como están sus hijos, en qué año escolar están inscritos, quién le hizo su vestido”. Los medios entretenían a los televidentes con entrevistas insustanciales a la gente de la calle, a los políticos y a los empresarios que acudían a los informes. Pero lo más destacable es que en los últimos años a las televisoras se les prohibía que enfocaran las protestas que comenzaban a presentarse en pleno informe, que evitaran que salieran las mantas o carteles de protesta y que los gritos y las palabras de la oposición sean eliminados. Los medios arreglaban que la gente sólo viera o escuchara lo que los medios querían.
7. ¿Que piensa el pueblo de los informes? En primer lugar los califica despectivamente como “la danza de las cifras o de los millones” porque ni siquiera entiende el significado. Suele escuchar, por dar un ejemplo, en los informes anuales que se gastaron 2,341 millones de pesos, 52 centavos en la construcción de 102 kilómetros y medio de carreteras de lugares o poblados que no sabe si existen. Y así miles de cifras que se leen rápidamente y de corrido que no le dicen nada claro que lo convenza. Podría demostrarse que más del 90 por ciento de la población no sabe que es un informe porque nunca le ha interesado o le ha prestado atención. Sin embargo ha servido, desde hace varias décadas, para lucimiento del presidentes, de gobernantes y políticos que durante varias horas se dedican a saludar y pavonearse frente a los medios televisivos.
8. Al término del informe el diputado presidente debe responderlo. La realidad es que, con alguna excepción, los discursos de éste siempre concuerdan con el texto del informe. Esas respuestas durante varias décadas fueron indiscutiblemente una farsa. Después viene el besamanos, es decir, las felicitaciones de cientos de políticos que hacen línea para felicitar al presidente y luego aparecen los banquetes. Los informes representaron siempre gastos millonarios de dineros del pueblo para que la clase política y empresarial legitime al gobernante en turno. Ese tipo de despilfarros y farsas deben acabarse para dar paso a lo que originalmente debió de ser: que el presidente entregue anualmente su informe por la “oficialía de partes” del congreso para que luego los legisladores discutan y analicen con los funcionarios que se encargaron de hacerlo.
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