Julio Hernández López
Cual si hubiese sido un movimiento convenido, producto de un libreto más amplio, el primero de diciembre de 2006 la perredista Ruth Zavaleta cedió su muy defendido sitio en la mesa directiva de la Cámara de Diputados al senador priísta Manlio Fabio Beltrones, quien al menos en las tomas televisivas del acto pareció indicar a la legisladora, con un gesto, el momento en que debía hacerse a un lado para que él se colocara en el lugar que le había sido resguardado y así fuese posible dar curso a la ceremonia en que Felipe Calderón emergió de sótanos y pasadizos sin lustre para cumplir frente a las cámaras de televisión con un nervioso acto de ilusionismo que formalmente le permitió declararse Presidente de México.
(Tres días después de la cesión pública, periodistas preguntaron al coordinador de esa bancada, Javier González Garza –según la “entrevista 1308” de la página electrónica del PRD en San Lázaro–, si habría “alguna revisión de la actuación de los diputados del PRD el primero de diciembre. Ruth Zavaleta, por ejemplo, cedió su lugar arriba”, a lo que el ex compañero de grupo de Rosario Robles respondió: “Yo le di instrucciones a Ruth Zavaleta. Específicamente, me planteó un asunto que podía pasar, que de pronto iban a llegar los funcionarios estos. Entonces, me decía Ruth Zavaleta que cuál era la acción a tomar. Le dije: ‘momento’. Textualmente, creo que le dije: ‘tú no eres niña héroe’. Con esto quiero decir que nadie está obligado a lo imposible. No podíamos exponer a nadie. Había un ambiente absolutamente tenso, y lo que ustedes vieron fue un comportamiento ejemplar de Ruth Zavaleta”.)
A un año político de distancia (que no cronológico), la diputada Zavaleta se alista para ser una especie de niña héroe ejemplar, al coadyuvar de manera abierta, y en mejor posición, a otra maniobra de prestidigitación felipista. Designada por sus compañeros de grupo, los chuchos, para presidir la mesa directiva de San Lázaro a partir del próximo primero (conforme a los acuerdos entre legisladores, que otorgan dicha presidencia cada año a uno de los tres principales partidos, tocándole a partir del mes venidero al PRD, dominado aritméticamente por la corriente Nueva Izquierda), Ruth ha adelantado que dará a Calderón el trato de “ciudadano”, que lo recibirá conforme al protocolo en San Lázaro, que lo acompañará en las ceremonias en que sea obligatorio hacerlo y que le garantizará el próximo primero una estancia protegida. Ruth (que en las historias bíblicas fue una mujer extranjera, originaria de Moab, que se casó con un judío y le fue fiel y lo honró) dijo no tener reservas para llamar “presidente constitucional” a Calderón: “…realmente no le veo el problema: el que salió electo presidente constitucional, pues obviamente es el presidente constitucional”.
Colocar a una extranjera partidista en la cúpula de San Lázaro para que demuestre ser fiel a las instituciones es una coronación de la estrategia de acercamientos subterráneos que ha tenido la corriente de los chuchos con el calderonismo para encontrar la manera de legitimar “en los hechos” al michoacano impugnado. A cambio, los Jesuses dialogantes, modernos y muy aplaudidos en los medios calderonistas por ser tan bien portados, podrán tomar tajadas nutritivas del gran pastel de poder que constituiría una presunta reforma de Estado que –otro guiño instructivo de Beltrones– impulsa en lo general el coordinador de los senadores priístas y que sería impulsada retributivamente por el panismo-calderonismo.
El ocupante de Los Pinos cree ver cerca –gracias a acuerdos de civilidad, que serían tomados mañana o el miércoles entre bancadas partidistas– el momento en que, sin aspavientos ni protestas, una perredista le reciba en San Lázaro su primer Informe de trabajo y, con ello, se convalide el personaje presidencial, aunque no pronuncie mensaje en tribuna ni debata con legisladores, como engañosamente proponía. En la línea de ese reformismo concertado el coordinador de los senadores perredistas, Carlos Navarrete, promueve encuentros con los consejeros del IFE y anuncia acuerdos en apoyo a iniciativas como las relacionadas con el Seguro Social. Mi reino por una foto con el PRD, diría el rey en desgracia, conforme a algún libreto no de Shakespeare, pero sí de Chespirito.
Andrés Manuel López Obrador ha endurecido su discurso a la vista de lo que hacen algunos de sus compañeros de partido, que en los hechos se prestan alegremente a los planes de “legitimación” del felipismo, aunque en reuniones privadas con el tabasqueño y en declaraciones a los medios se esmeran en negar que sean colaboracionistas o entreguistas. El resultado del pasado congreso nacional fue desfavorable para el ex (¿o todavía, nuevamente?) candidato presidencial, pero los arreglistas de partituras discordantes se afanaron en aparentar armonías que sólo duraron unos días. Ahora, a AMLO le parece llegado el momento de acerar el verbo, y lo mismo ha advertido que sería una traición del Frente Amplio Progresista la aprobación de la reforma fiscal calderonista, que llama abiertamente a la toma de las tribunas legislativas cuando se pretendan votar esas propuestas.
Las cesiones, donaciones, compraventas, arriendos y traspasos de los chuchos han colocado al PRD en un momento de máxima definición, pero también a López Obrador, quien a lo largo de años ha cohabitado con esa corriente a la que permitió en 2006 quedarse con una gran mayoría de las candidaturas viables al Congreso y beneficiarse electoralmente de la pejefigura, a grado tal que hoy Nueva Izquierda tiene un control estructural y representativo del PRD, del que el lopezobradorismo no puede exculparse. Los chuchos ganarán dividiendo al PRD y dando parque a los francotiradores mediáticos que alabarán sus posturas “modernas” y criticarán el carácter “primitivo” del lopezobradorismo reactivo. Y, mientras panistas y priístas pelean en lodo en Veracruz, ¡hasta mañana, con el fantasma de la recesión estadunidense encima!
No olvidemos ese nombre, Ruth Zavaleta, así se llama la que traiciona a México si reconoce a Fecal como presidente, cuando su cargo fue producto de un fraude a todos los mexicanos (hasta para los que votaron por él, porque es mentira que ganó su candidato). En algún rincón de los libros de historia se mencionará ese nombre para recibir el desprecio de las generaciones venideras.
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