Julio Hernández López
A la hora de medir fuerzas en el pasado consejo nacional, la corriente estructuralmente mejor posicionada del PRD, la denominada Nueva Izquierda, obtuvo un triunfo importante en su confrontación con quienes acusan al chuchismo de conducir al partido del sol azteca hacia un entendimiento con Felipe Calderón. Esa victoria declarativa fue notablemente abonada por los medios de comunicación, sobre todo televisivos, que se mostraron uniformemente escandalizados por el tono y ciertas expresiones concretas de Gerardo Fernández Noroña, el secretario formal de Comunicación Social del comité nacional perredista, que en los hechos se comporta como si no tuviese tal representación colectiva y le fuese dado asumir posturas y expresar opiniones a ruidoso título personal. Pero también hay, en el fondo de ese tropiezo del segmento más radicalmente opuesto a Calderón, una consecuencia del descuido con que coordinadores y estrategas de la resistencia al felipismo han permitido que crezcan y se expresen signos de aventurerismo político e incluso de infiltración gubernamental en un movimiento social que ejemplarmente ha sobrevivido a múltiples golpes y presiones, pero que hoy más que nunca necesita otorgarse reflexión y claridad (bastaría a este movimiento de resistencia civil verse en el espejo de la APPO, que ha sido largamente infiltrada y provocada y sin embargo, a pesar de traiciones y mercantilismo, continúa adelante, separando con cuidado la paja, intencionalmente sembrada para alimentar fuegos, del trigo político e ideológico que nutre la movilización genuina).
Con los exabruptos de Fernández Noroña como pretexto, Nueva Izquierda ha avanzado en el tendido de puentes hacia el calderonismo, dejando virtualmente sin castigo político interno las andanzas y declaraciones de Ruth Zavaleta, la avanzada del chuchismo en el proceso de convalidación del felipismo. El todavía vocero del PRD no es un personaje que goce de reconocimiento generalizado en su partido por su conducta, modos y oratoria. Por el contrario (y esta columna lo ha señalado con letras ácidas en entregas de años atrás), sobre el actuar de Fernández Noroña hay dudas extendidas y acusaciones oscuras. La batalla histórica contra la derecha anexionista requiere claridad y templanza, y en ese camino es necesario un movimiento de resistencia pacífica que no se deje llevar por los adjetivos fáciles ni, al invocar o generar violencia verbal o presiones materiales contra los adversarios internos o externos, abra el camino a las agresiones “justificadas” de quienes sólo están a la espera de los errores de la izquierda genuina para magnificarlos o de sus pifias indefendibles para ganar terreno.
Hay, desde luego, otras aventuras en curso: aprovechando la oportunidad, Carlos Navarrete ha ofrecido al “gobierno del señor Calderón” un “gran acuerdo político, social y económico desde las cámaras”, para lo cual él, Navarrete, adelanta “la disponibilidad del PRD para discutir lo que sea necesario en el marco de las cámaras”. El coordinador de los senadores perredistas, miembro de Nueva Izquierda, al fin ha hecho público el punto que se viene manejando entre envolturas desde el pasado congreso nacional del sol azteca: reconocer a Calderón a cambio de posiciones políticas derivadas de acuerdos hechos entre diputados y senadores. Dueños del esqueleto operativo perredista, los seguidores del chuchismo se atreven, con la misma osadía con que Fernández Noroña habla por sí aunque sea vocero oficial de un partido, a etiquetar como “disponible” la mercancía denominada PRD.
Los “acuerdos” con el “señor Calderón” pretenden dar a éste gobernabilidad y estabilidad durante los cinco años venideros, lapso en el cual pretende instaurar sus reformas “estratégicas” de alto beneficio a los grandes capitales nativos y extranjeros, y consolidar las alianzas desventajosas con Estados Unidos. Tras los planteamientos de izquierda bonita hechos por el senador Navarrete está el proyecto de Manlio Fabio Beltrones, el priísta que quiere ser candidato presidencial para “rescatar” al país de la derecha, pero que por lo pronto se conformaría con ser jefe de gabinete presidencial si prosperaran las propuestas de reformas constitucionales y “acuerdos” que él y algunos de sus aliados, como Nueva Izquierda, promueven con alto sentido de rédito grupal. Tiempo de bucaneros.
Astillas
Lectores de este documental astillado han escrito para añadir Sicko, la cinta dirigida por Michael Moore, al catálogo de censura disfrazada que en las salas cinematográficas se aplica a las películas que critican a los poderes establecidos. Sicko fue adecuadamente mal promovida, con pocos carteles y tráileres desperdigados, de tal manera que con rapidez fue retirada de la mayoría de las salas, argumentando bajas entradas. Lo cierto es que nunca se tuvo intención de hacer publicidad a la cinta ni de mantenerla en cartelera. Por ello es preocupante y significativo que en Cinépolis (otras cadenas, como Cinemark y Cinemex, más o menos cumplen en lo general) se juegue a las escondidas con Fraude, México 2006, la película dirigida por Luis Mandoki, pues las maniobras de mala difusión de los avances cinematográficos y de mala o nula colocación de carteles hacen temer que con prefabricados datos falsos de “libre empresa” se mantenga poco tiempo en exhibición el documental sobre las transas electorales, argumentando que no hay público suficiente para dar más días de vida en pantalla al material. Es importante tomar en cuenta que Contra el viento films, la empresa productora de Fraude, México 2006, tomó la decisión, luego de una intensa discusión interna, de impulsar la cinta con criterios plenos de viabilidad comercial, con unas 210 copias para que tuviese importante presencia simultánea en salas, como película nacional con muchísima publicidad, sobre todo en televisión abierta, o una extranjera de buen nivel de comercialización…¡Hasta mañana, con Tony Garza, Jim Jones y Nick Negroponte hablando rete bonito de México!
martes, octubre 30, 2007
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