Por María Teresa Jardí
De entrada lo que les falta a los intelectuales a modo del sistema es aprender a escuchar al otro. Salta a la vista su enorme incapacidad al respecto y por eso cuando tienen razón no convencen y, peor aún, no se les da ni el menor voto de confianza, a pesar de que entre ellos, que no son una especie de ganado clonado todos iguales, hay de todo y sus motivaciones asimismo son diversas.
Están los que en medio periodístico se conoce como plumas pagadas. Esos son los que aceptan lo que les ordena "el jefecito" de comunicación de prensa de las dependencias oficiales o el empresario o el partido o sindicato que les paga. Les dan el tema y les ordenan el enfoque que deben darle. E incluso existen a los que de plano se les envía el boletín para que lo firmen. Estos no merecen ni ser leídos ni menos aún analizados por nadie. Pero, curiosamente, algunas veces, en las redes, incluso defensoras de los derechos humanos, se comparten sus opiniones.
Hay otros que por las mismas razones económicas cambian lo que atacaban y pasan a defenderlo. Entre estos intelectuales se encuentran también los que cuando empiezan a ver que los tiempos van a acabar por soplar para otros lares, van cambiando el discurso de apoyo, sutilmente al principio, pero ya trabajando para seguir siendo, con el relevo, más de lo mismo.
Estos para mí son los peores.
Pero desgraciadamente en México, y muy en particular en el caso del PRD, a éstos se les suelen perdonar todos sus "deslices". Regresan a formar parte de los "buenos" y "merecen", como el hijo prodigo, ser recibidos con los brazos abiertos y con la amistad de los funcionarios de ese partido ser recompensados.
No importan las mentiras que con antelación hayan afirmado como verdades absolutas, a sabiendas de que era falso lo que decían.
Al no cuajar como opción de izquierda el PRD va por la vida perdonando a sujetos sin moral ni principios.
Y por eso perdonan incluso a los que hablan mal del partido, al grado de llevarlos a perder votos en cascada antes y en el instante mismo en que sin explicar ni reconsiderar lo dicho simplemente escriben lo contrario para favorecer la opción que antes odiaban.
No importa que se les note en la mirada lo corrupto. Es lo mismo que pasa con los candidatos del PRD que viniendo de lo peor del PRI, una y otra vez, resultan desastrosos para el PRD y más lamentable aún para el pueblo condenado a pagar por cada error de los partidos. Son los peores, sí. Los primeros simplemente son silvestres.
Existen otros a los que les gusta el confort y ganar buenos salarios, pero que están convencidos de que lo que apoyan es correcto.
Estos piensan, analizan, hurgan, desentrañan y van cambiando de opinión, a veces sutilmente. Son los únicos, a mi manera de ver, rescatables. Pero éstos no son ni aceptados ni valorados ni perdonados y la razón es su gran incapacidad para escuchar al otro lo que debieran escucharlo.
Entre éstos están los que son capaces de reconsiderar sus posiciones y son los que, al menos, intentan explicar su cambio y, a veces, historiadores de profesión, buscan con ahínco esclarecer lo que realmente sucedió.
Pero, su suma, voluntaria o no, a la invisibilidad del otro, por parte del sistema, no les permite ni cuando la razón les asiste obtener, curiosamente, el perdón que a otros infinitamente más canallas se les otorga gratuitamente.
Su falla es no haber aprendido a leer entre líneas la otra parte que también existe, que está ahí y que es tan o más válida que la otra. Perdieron la capacidad de meterse en la otra mitad de la historia que se escribe en México por los siempre agredidos, torturados, reprimidos, ejecutados, asesinados, etc. y no es fácil que sean perdonados a pesar de ser tan necesarios para recobrar la memoria histórica que es lo único que quizá todavía puede salvar al país de la confrontación que, de hecho, ya está aquí.
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