Miguel Ángel Velázquez
Por más que se ha tratado de evitar que el golpe del gasolinazo impacte de lleno en la muy escasa popularidad de Felipe Calderón. Por más que una y otra vez se repita que no fue asunto suyo, sino de las condiciones del mercado internacional, la gente ya tiene un culpable y señala sin equivocación: el PAN-gobierno.
Y es que con ese cinismo tan panista al que nos tienen acostumbrados los azules, se lanzan mensajes que parecen tener como único objetivo la burla hacia la gente, el engaño, la certeza de que quienes reciben esos mensajes no tienen la suficiente información como para establecer una opinión a algo que no sólo les atañe, sino que les daña.
Mala medición. Para empezar, muy seguramente la gente recuerda que, ya en el periodo panista, México bajó el precio del petróleo que vende a Estados Unidos, principalmente, y este país aumentó las gasolinas. Para decirlo sin tantas vueltas: vendemos más barato para que nos den más caro. Eso es absolutamente cierto, y la responsabilidad de esa política es nada más del gobierno de Calderón. Así que ¿a quién se pretende engañar?
En agosto de este año Pemex decidió bajar entre 40 y 80 centavos de dólar el precio del barril, medida que entró en vigor el 1O de septiembre y que significó que México dejara de recibir 36 millones de dólares mensuales (La Jornada 11 de agosto). De alguna manera habría que compensar la medida, y ya sabemos cuál fue.
Esa decisión evitó que se tuviera el dinero suficiente para hacer el colchón necesario que evitara que los aumentos repercutieran en la economía de las clases más necesitadas.
Por eso, de pronto el anuncio de Marcelo Ebrard, quien afirma que los aumentos al precio del pasaje del servicio de transporte público concesionado puede sonar brutal, pero hasta ahora parece inevitable.
Lo grave del caso es que el aumento que venían solicitando tanto taxistas como microbuseros se había condicionado a la modernización de las unidades de transporte. Hay que recordar que una buena parte de los 108 mil taxis legales, y los 20 o 25 mil piratas, y todos los microbuses, ya han cumplido su vida útil, pero con la magia de la mecánica nacional, siguen en circulación.
Esa posibilidad, la de lograr un cambio de unidades, parece que se ha esfumado. El aumento en las tarifas, que hasta ahora se proyecta en 15 por ciento, serviría apenas para resarcir el gasto que imponga el gasolinazo.
Es verdad que en la ciudad de México es donde el transporte es más barato, pero esa no debe o no puede ser la justificación a un aumento que proviene, de seguro, de las necesidades del gobierno federal para mantener los muy altos salarios de sus funcionarios, y, desde luego, de las imposiciones que marcan las grandes cúpulas del capitalismo, como el Fondo Monetario Internacional.
Será hasta noviembre que el gobierno de la ciudad analice cuáles pueden ser las formas que impidan que los precios, en general, se disparen a partir de enero, fecha que se marca como fatal para que el gasolinazo estalle.
En fin, las alternativas son pocas, el Metrobús, por ejemplo, tiene un subsidio de 40 millones de pesos anuales, y los camiones conocidos como RTP reciben mucho más que eso, por lo que sería muy difícil hacer mayor el gasto del gobierno para mantener el precio del pasaje como se halla en la actualidad, pero sin duda algo tendrá que hacerse para que la salud financiera de los habitantes de la ciudad no se deteriore aún más. Para eso debe servir el gobierno.
De pasadita
Y ya que hablamos de culpables, no se puede olvidar que los diputados del PRD, la mayoría integrados a la tribu de Jesús Ortega, es decir, Nueva Izquierda, fueron cómplices de panistas y priístas que aprobaron los aumentos al precio de las gasolinas. Eso tampoco puede quedar en el olvido.
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