Julio Hernández López
En las tiendas departamentales y de autoservicio del país podría ofrecerse a partir de hoy un producto retiquetado marca Populista, con la efigie del licenciado Felipe Calderón en pose televisiva de frenar a sus puras metralletas los aumentos a la gasolina y el dísel. Vicente Yáñez Solloa, dirigente de la asociación nacional exterminadora de changarros plebeyos, ha dicho en Acapulco que el usar de pretexto para encarecimientos el anuncio de un aumento a gasolinas, que ni siquiera se dio, es “la mayor prueba para aprender a no jugar con los precios; los precios fijos por motivos populistas, de transporte público, de energéticos, no nos llevan a nada”. El populista Felipe podría encontrar un mínimo entretenimiento a sus cuitas leyendo la explicación que el antedicho Yáñez dio sobre las alzas según eso sin fundamento: el incremento a la gasolina “fue un rumor mal percibido por muchos sectores”, que “no tenía por qué repercutir en los precios”. ¡Ah, bueno: qué alivio!
Pero el derechista acusado de populista no tenía ayer demasiado tiempo para atender esos anuncios de supermercado (“licenciado Calderón, favor de presentarse en el departamento de salchichonería ideológica”), pues se reunía con miembros de la comisión trilateral, un ente que, entre otras cosas, maneja tras bambalinas las acciones de gobiernos peleles o “aliados” para beneficio de los grandes intereses económicos trasnacionales. Con aires académicos y bandera de promover la cooperación entre países “democráticos”, dicha comisión regaló ayer a México y su gerente general populista la presencia del mismísimo fundador David Rockefeller. Esa reunión de los reguladores de grandes negocios del orbe se produce justamente en la semana en que podrían anunciarse los resultados de las sesiones secretas que han sostenido representantes de México y Estados Unidos para diseñar planes de “ayuda” de la potencia vecina, sobre todo en materia de “combate al narcotráfico”, rubro éste que amparará formas diversas de injerencia y control de los gringos en asuntos de seguridad nacional mexicana, tanto en el entrenamiento, adoctrinamiento e infiltración directa de policías y militares comisionados para la lucha contra el mercadeo de drogas como en la instalación de sistemas de monitoreo, intercepción y regulación de las actividades “soberanas” de México en materia de seguridad pública.
El llamado Plan México podría significar para el gobierno calderonista una inyección de 700 millones de dólares durante unos cuantos años, según los cálculos extraoficiales hasta ahora conocidos. Las consecuencias de esa nada disfrazada forma de anexión y sometimiento necesitan de profundas reflexiones teóricas y detallados arreglos prácticos que tuvieron como telón de fondo las vigiladísimas aguas de Cancún. ¡Viva Mecsicou!
En Puebla, mientras tanto, el “presidente legítimo” (marca propia) pegaba con fuerza a sus correligionarios miembros de cámaras legislativas departamentales y de autoservicio (agrupadas bajo el rubro genérico de “Congreso de la Unión”). Desde la negra sierra de la entidad dirigida por el góber precioso, el licenciado Andrés Manuel López Obrador tachó a la mayoría de diputados miembros del Frente Amplio Progresista de no ser “lo suficientemente firmes” para rechazar el impuesto especial a gasolina y dísel, de apanicarse frente al “qué dirán” y las acusaciones de “revoltosos”, y de “no fajarse los pantalones” para defender la economía popular.
La mayoría de esa franja legislativa endeble, timorata y con pantalones (y faldas) a media asta pertenece a la corriente denominada Nueva Izquierda, que ha oficializado la postulación de su jefe máximo, Jesús Ortega, a la presidencia del comité nacional perredista, que ahora encabeza Leonel Cota. Ortega ha buscado dos veces la misma posición, pero confía en que la tercera sea la vendida, perdón, la vencida. Frente a él está Alejandro Encinas, quien cuenta con una especie de cargada oficial, con el máximo jefe máximo, Andrés Mauel López Obrador, como principal impulsor, y el apoyo presupuesto (es decir, que se da por supuesto, no que se funde en el uso del presupuesto público) de gobernantes como Marcelo Ebrard Casaubon y Amalia García Medina, que se han alineado con quien fue jefe del gobierno capitalino.
En otros escaparates del gran supermercado nacional, el nuevo secretario de encubrimientos pactados, Salvador Vega Casillas (con ese segundo apellido le habría ido mejor en el IFE), ha dicho con gran solemnidad que se investigará lo que se tenga que investigar en materia de presuntos desvíos de fondos públicos, porque el gobierno federal aplicará con rigor bla, bla, bla. Según diversos chismes de pasillo, el licenciado Sepufu (Secretaría de la Función Pública) habrá de escenificar bonitas rutinas melodramáticas para hacer como que le deja ir “el peso de la ley” a la señora Marta, pero no al Mapache Chente, tratando de salvar al cómplice electoral, pero no a la esposa frívola que empinó al cónyuge embotado a mostrar riquezas mal habidas en revistas “de sociedad”. Ya el susodicho Fox se propuso como pararrayos de la mamá de los bribiesquitas, lo que hizo que ésta, emocionada, derramara una lágrima de agradecido amor. ¡Oh, el amor!
Y, mientras continúan las dudas y rumores sobre el avión caído en Yucatán con 3.7 toneladas de cocaína, según eso perteneciente al protegido del anterior sexenio y del actual, asunto en el que estaría metida la CIA –agencia local de espionaje y maniobras criminales; local a partir de los venideros acuerdos de “cooperación” entre Mecsicou y Estados Unidos–, y mientras se esclarece también el caso de La reina del Pacífico y su colombiano esposo, Tigre, detenidos de pronto como si no se hubiera sabido siempre de ellos y su paradero, en lo que parece un extraño giro en las relaciones comerciales protegidas con el hasta ahora amigo Chapo, ¡hasta mañana, con la vista puesta en las elecciones de Ecuador y sus consecuencias estructurales!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario