Los Grandes se Rodean de Grandes
Juárez se rodeó de hombres talentosos con profunda convicción nacionalista, dispuestos a morir por México. El presidente espurio sólo tiene torpes enanos entreguistas y codiciosos, que empequeñecen al gobierno mientras acaban al país.
La exhibición del gabinete de Felipe Calderón ante el Congreso, con motivo del primer "Informe presidencial", sin quererlo obliga a comparar dos épocas distintas de un país
victimizado por la codicia de una rica minoría depredadora y sujeto a los apetitos geopòlíticos y económicos de potencias extranjeras. Dos mandatarios distintos de un país verdadero: Benito Juárez, liberal, y Felipe Calderón, ultraconservador.
A Benito Juárez García, un gigantesco Presidente de México, en una siniestra etapa de la vida nacional cuando llevaba a cuestas la dignidad de la república asediada, lo acompañaron en sus vicisitudes y peregrinar por el país un grupo ilustre de hombres igual de grandes que él, con talentos, conocimientos y experiencias tal vez mayores que las de su jefe, pero a quien tenían y respetaban como líder por sus características y capacidades personales.
Entonces, Benito Juárez no compraba lealtades repartiendo canonjías ni grandes salarios a sus ministros, a quienes sólo ofrecía penurias y privaciones, sobresaltos y persecusiones, peligros y riesgos de perder la vida. Eso daba idea de su estatura moral y humana. No estaban con él por dinero, poder o prestigio, sino por una causa superior llamada "nación". Por eso eran grandes.
Si la Hacienda pública juarista apenas tenía para el rancho y municiones de las tropas, y para un exiguo salario al mismo Presidente, menos iba a tener para comprar voluntades de ministros o políticos. Los que estaban con Juárez era por su profunda convicción nacionalista y el enorme respeto que les inspiraba el intelecto y la dignidad del Presidente, irguiéndose colosal por encima de todos los obstáculos que le ponían los complotados de entonces —Iglesia, reaccionarios, entreguistas, desnacionalizados—, junto con los infortunios personales (pérdida de hijos por no poder ser atendidos debidamente, familia a salto de mata y con privaciones igual que el papá, etcétera).
Los hombres y mujeres que acompañaron a Benito Juárez hicieron un país que hoy quiere ser borrado de la historia y la memoria.
Muy distintos a quienes acompañan hoy al presidente formal de las corruptas instituciones mexicanas, en manos de una caterva de rufianes que asaltaron el poder y que repartiendo dinero burlaron la voluntad mayoritaria del pueblo mexicano, apoyados en otros bribones que nunca vieron las marranadas cometidas, que la misma instancia judicial reconoció, aunque les restó valor para "legalizar" el fraude.
La presencia de los altos funcionarios actuales ante el Congreso de la Unión para "aclarar" o "explicar al detalle" el Primer Informe rendido por el ilegítimo Presidente Formal de la República da constancia de la minúscula capacidad racional y discursiva, mucho menos gubernativa, de esa pandilla. Sólo saben mal leer las vaguedades escritas por sus asesores, como supuesta respuesta a los cuestionamientos legislativos. Ante la más sencilla pregunta, sólo atinan a recitar mentirosos discursos de campaña.
Por eso el país se desmorona. Hoy, la grandeza pretende ser reemplazada con la pequeñez.
Los hombres y mujeres del actual gabinete del gobierno formal —espurio en su origen, desnacionalizado en su actuar—, son de una pequeñez intelectual, funcional e ideológica que van exhibiendo en cada acto público en que participan, y sólo están con su presidente Felipe Calderón por los enormes sueldos y compensaciones que perciben a cambio de aplaudir, por la complicidad en los pingües negocios que les reditúa estar en el círculo del poder, y por la corrupción institucionalizada que les garantiza impunidad. Los hermana su pequeñez intelectual e ideológica, y el mayúsculo latrocinio que cometen para beneficio de familiares y amigos, de patrocinadores y cómplices.
Desde luego, ninguno de ellos es, ni podría ser, más grande que "su jefe". Automáticamente quedaría descartado(a). Podría opacar al miniFührer, lo que sería imperdonable para la enanez mental del hoy "titular", a fuerzas, del Poder Ejecutivo. Por eso los busca muy menores, para poder destacar sobre ellos y que ninguno logre hacerle sombra. El pequeño se rodea de menores.
Si Juárez tenía como acompañantes (pues nunca los consideró subordinados sino a la Constitución, como él mismo) a hombrones de la talla de Melchor Ocampo o Guillermo Prieto (cuya única debilidad en ambos siempre fueron las mujeres), un Santos Degollado, un Gutiérrez Zamora o Mariano Escobedo, actualmente sólo la mediocridad es mayor que el más grande de los "secretarios del despacho" que integran otro gabinetazo del "continuismo" proclamado a los cuatro vientos por el anterior y el actual presidente de la República.
Cada quien con sus iguales. Los gigantes con gigantes, los enanos con enanos.
Dos contrastes en un mismo México herido y saqueado por la codicia y el fanatismo tecno-teocrático, aunque defendido por el temple acerado y digno del nacionalismo más acendrado de una ciudadanía libre e independiente.
El ayer lejano —precursor de avances y progreso— se contrasta con un hoy anticipo de debacle y frustración. El mismo país desgarrado por el conservadurismo más reaccionario y depredador, aunque sostenido por ciudadanos liberales de altas aspiraciones sociales.
México no se merece esta casta de bribones hipócritas persignados. Merece un mejor presente.
Juárez se rodeó de hombres talentosos con profunda convicción nacionalista, dispuestos a morir por México. El presidente espurio sólo tiene torpes enanos entreguistas y codiciosos, que empequeñecen al gobierno mientras acaban al país.
La exhibición del gabinete de Felipe Calderón ante el Congreso, con motivo del primer "Informe presidencial", sin quererlo obliga a comparar dos épocas distintas de un país
victimizado por la codicia de una rica minoría depredadora y sujeto a los apetitos geopòlíticos y económicos de potencias extranjeras. Dos mandatarios distintos de un país verdadero: Benito Juárez, liberal, y Felipe Calderón, ultraconservador.
A Benito Juárez García, un gigantesco Presidente de México, en una siniestra etapa de la vida nacional cuando llevaba a cuestas la dignidad de la república asediada, lo acompañaron en sus vicisitudes y peregrinar por el país un grupo ilustre de hombres igual de grandes que él, con talentos, conocimientos y experiencias tal vez mayores que las de su jefe, pero a quien tenían y respetaban como líder por sus características y capacidades personales.
Entonces, Benito Juárez no compraba lealtades repartiendo canonjías ni grandes salarios a sus ministros, a quienes sólo ofrecía penurias y privaciones, sobresaltos y persecusiones, peligros y riesgos de perder la vida. Eso daba idea de su estatura moral y humana. No estaban con él por dinero, poder o prestigio, sino por una causa superior llamada "nación". Por eso eran grandes.
Si la Hacienda pública juarista apenas tenía para el rancho y municiones de las tropas, y para un exiguo salario al mismo Presidente, menos iba a tener para comprar voluntades de ministros o políticos. Los que estaban con Juárez era por su profunda convicción nacionalista y el enorme respeto que les inspiraba el intelecto y la dignidad del Presidente, irguiéndose colosal por encima de todos los obstáculos que le ponían los complotados de entonces —Iglesia, reaccionarios, entreguistas, desnacionalizados—, junto con los infortunios personales (pérdida de hijos por no poder ser atendidos debidamente, familia a salto de mata y con privaciones igual que el papá, etcétera).
Los hombres y mujeres que acompañaron a Benito Juárez hicieron un país que hoy quiere ser borrado de la historia y la memoria.
Muy distintos a quienes acompañan hoy al presidente formal de las corruptas instituciones mexicanas, en manos de una caterva de rufianes que asaltaron el poder y que repartiendo dinero burlaron la voluntad mayoritaria del pueblo mexicano, apoyados en otros bribones que nunca vieron las marranadas cometidas, que la misma instancia judicial reconoció, aunque les restó valor para "legalizar" el fraude.
La presencia de los altos funcionarios actuales ante el Congreso de la Unión para "aclarar" o "explicar al detalle" el Primer Informe rendido por el ilegítimo Presidente Formal de la República da constancia de la minúscula capacidad racional y discursiva, mucho menos gubernativa, de esa pandilla. Sólo saben mal leer las vaguedades escritas por sus asesores, como supuesta respuesta a los cuestionamientos legislativos. Ante la más sencilla pregunta, sólo atinan a recitar mentirosos discursos de campaña.
Por eso el país se desmorona. Hoy, la grandeza pretende ser reemplazada con la pequeñez.
Los hombres y mujeres del actual gabinete del gobierno formal —espurio en su origen, desnacionalizado en su actuar—, son de una pequeñez intelectual, funcional e ideológica que van exhibiendo en cada acto público en que participan, y sólo están con su presidente Felipe Calderón por los enormes sueldos y compensaciones que perciben a cambio de aplaudir, por la complicidad en los pingües negocios que les reditúa estar en el círculo del poder, y por la corrupción institucionalizada que les garantiza impunidad. Los hermana su pequeñez intelectual e ideológica, y el mayúsculo latrocinio que cometen para beneficio de familiares y amigos, de patrocinadores y cómplices.
Desde luego, ninguno de ellos es, ni podría ser, más grande que "su jefe". Automáticamente quedaría descartado(a). Podría opacar al miniFührer, lo que sería imperdonable para la enanez mental del hoy "titular", a fuerzas, del Poder Ejecutivo. Por eso los busca muy menores, para poder destacar sobre ellos y que ninguno logre hacerle sombra. El pequeño se rodea de menores.
Si Juárez tenía como acompañantes (pues nunca los consideró subordinados sino a la Constitución, como él mismo) a hombrones de la talla de Melchor Ocampo o Guillermo Prieto (cuya única debilidad en ambos siempre fueron las mujeres), un Santos Degollado, un Gutiérrez Zamora o Mariano Escobedo, actualmente sólo la mediocridad es mayor que el más grande de los "secretarios del despacho" que integran otro gabinetazo del "continuismo" proclamado a los cuatro vientos por el anterior y el actual presidente de la República.
Cada quien con sus iguales. Los gigantes con gigantes, los enanos con enanos.
Dos contrastes en un mismo México herido y saqueado por la codicia y el fanatismo tecno-teocrático, aunque defendido por el temple acerado y digno del nacionalismo más acendrado de una ciudadanía libre e independiente.
El ayer lejano —precursor de avances y progreso— se contrasta con un hoy anticipo de debacle y frustración. El mismo país desgarrado por el conservadurismo más reaccionario y depredador, aunque sostenido por ciudadanos liberales de altas aspiraciones sociales.
México no se merece esta casta de bribones hipócritas persignados. Merece un mejor presente.
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