Okrim Al Qasal
Eso ha sido la derrota en este referendo. Una bofetada para despertarnos.
No por restar méritos a la oposición -a la que por cierto felicito por el resultado- pero como bien señalan ya muchas personas, ellos apenas han aumentado sus votos, de 4.300.000 en la elección presidencial de 2006, cuando votaron a Rosales (léase contra Chávez) a 4.500.000 por el NO a la Reforma revolucionaria en esta ocasión. Es decir, han aumentado sus votos, pero no en un número realmente significativo (faltan datos por escrutar, es cierto, pero no van a suponer un empujón mucho más alto que éste, y el número de electores también ha aumentado).
Por el otro lado, en las presidenciales Chávez obtuvo 7.300.000, y ahora la propuesta de reforma impulsada por él, pasó a 4.300.000. ¿Adónde fueron esos tres millones de votos en menos de un año? A la oposición no, desde luego, si no habrían tenido siete millones de votos.
A la abstención-castigo. Allí fueron. Por la corrupción. Por la ineficacia. Por los oportunistas.
Son procesos distintos y eso no quiere decir que, de celebrarse unas presidenciales ahorita el resultado sería el mismo, ni de lejos (porque de momento la oposición no tiene proyecto ni candidato: temblemos si lo llegaran a tener y nos enfrentaran en la actual situación), pero hay que entender por qué ha habido tres millones de chavistas no-duros que prefirieron quedarse en casa este domingo, y algunos de ellos tomarse la molestia de salir a votar, pero para decir NO.
Creo, igual que Lubrio, que la estrategia comunicacional fue nefasta (y en ello me incluyo a mí mismo: la culpa de esta derrota es nuestra, de todos nosotros, sea nuestra participación mayor o menor) y es hora de que los medios masivos se replanteen la estrategia vertical de "MinCI dice, medios obedecen". Esta estrategia funcionó en anteriores ocasiones, pero ahora ha demostrado ser una opción verticalista fracasada, y enfrentada a todo lo que es bases, poder popular y democracia protagónica y participativa.
No podemos minimizar nuestros errores.
De haberse propuesto la Reforma en cinco o seis bloques, no me cabe ninguna duda de que muchos de los artículos se habrían aprobado. Incluso esa demostración de verdadera democracia participativa podría haber llevado a que se aprobaran todos, y con cierta diferencia a nuestro favor. Y esto fue un error político de Chávez y sus asesores.
Este resultado adverso debe convertirse en la muerte del verticalismo: o comenzamos a construir el poder popular desde la base, o esto se derrumbará cual castillo de naipes. Desde ya hay que empezar a construir un sistema que se sostenga sin Chávez cuando llegue el 2013.
Ganar uno y otro proceso electoral desde 1999 con gran facilidad ha convertido a muchas personas dentro de este proceso en flojas y mediocres. ¿Para qué esforzarse, si con o sin esfuerzo ganamos sobradamente? La respiración amenazante del adversario político a nuestra espalda tiene que ser ese famoso látigo de la contrarrevolución que toda Revolución necesita. Tenemos que revisarnos en profundidad.
Lo ajustado de este resultado no significa que haya que renunciar a nuestro derecho (¿deber?) de construir el socialismo, del mismo modo que la oposición no tiene -nunca tuvo por qué- renunciar a su deseo de continuar en una estructura capitalista, o profundizarla. Eso sí: tenemos que hacerlo mucho mejor que hasta ahora.
Comienza el trabajo verdadero: el trabajo en condiciones difíciles. El trabajo desde la base. El trabajo agudamente autocrítico. Y siempre lo he dicho: el camino correcto es el más difícil de transitar.
Esta será la bofetada que nos despierte. Dejaremos de soñar que estamos construyendo el socialismo, para levantarnos de la cama y empezar a construirlo de verdad.
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