Australia: Pedir perdón
Foto: archivo
México, D.F. 18 de febrero (apro).- Por primera vez en la historia, el gobierno australiano ofreció de manera oficial excusas a la población aborigen a la cual maltrató, excluyó, explotó y discriminó.
El pasado 13 de febrero, el premier australiano Kevin Rudd, dijo:“Pedimos perdón por las leyes y la política de los sucesivos parlamentos y gobiernos que han provocado numerosos sufrimientos y pérdidas a nuestros compatriotas australianos.
Especialmente pedimos perdón por el retiro forzoso de niños aborígenes de sus familias, de sus comunidades y de su país. Pedimos perdón por el dolor, el sufrimiento y los daños ocasionados a esas generaciones perdidas, sus descendientes y sus familias. Por todo esto pedimos perdón (...)”Rudd pronunció estas palabras ante 7 mil aborígenes australianos que se encontraban en la explanada del Parlamento en la ciudad de Canberra. Su histórico discurso fue transmitido por cadena nacional y en cada plaza de la isla hubo una ‘megapantalla’ para seguir el acto.A la ceremonia de Canberra asistieron tribus de todo el país. Matilda House, líder del clan de los Ngannawal (originalmente dueños de los terrenos donde se construyeron los edificios del Parlamento) entregó un bastón de mando al primer ministro, quien llegó al poder como candidato del Partido Laboral. El líder de la oposición conservadora, Brendan Nelson, también pronunció un discurso. La multitud lo abucheó. Algunos parlamentarios incluso abandonaron el recinto. Los gobiernos conservadores siempre se negaron a ofrecer disculpas oficiales.El exprimer ministro John Howard –del Partido Liberal-- fue el único político de alto nivel que no asistió al acto. Tuvieron que pasar 200 años y 85 gobiernos que para las autoridades australianas pidieran perdón a los aborígenes, los cuales, hasta 1967, eran considerados legalmente como parte de la flora y la fauna de este país.
Generación robada
De 1869 y hasta 1969 las autoridades de Australia implementaron una política de aculturación sobre los aborígenes de este país. Como parte de ella impulsaron la separación de niños aborígenes y mestizos de sus padres para darlos en custodia a instituciones y familias blancas con la finalidad de “quitarles lo salvaje”. Más de cien mil niños fueron secuestrados al amparo de la ley llamada Aboriginal Protection Act 1869.Esta campaña de aculturación tenía la intención de acabar con los aborígenes por considerarlos un lastre para la civilización y el progreso del país. Bajo la tutela gubernamental, las órdenes religiosas fueron las más activas y se esmeraron en organizar orfanatos para evangelizar y “blanquear” a los infantes de las etnias australianas.En el 2000 el entonces primer ministro australiano John Howard declaró que “hay millones de australianos que no ven razón para disculparse (...) No podemos asumir responsabilidades del pasado”.Tal afirmación ocasionó la indignada renuncia de su ministro para Asuntos Aborígenes, Mike Dorso. Pero no sólo eso: provocó la intervención de la Comisión para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, la cual turnó el caso al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU.Los que “no se arrepienten de nada”, critican la disculpa del gobierno laborista, y la tildan de “acto populista”. Aducen que sólo los juristas que llevan los casos serán los beneficiados por la eventual indemnización que acompañe a las disculpas oficiales y que se estima podría alcanzar medio millón de dólares por persona. Aún no hay un acuerdo sobre posibles compensaciones económicas para las víctimas de la “generación robada”. Algunos especialistas en temas indígenas opinan que sería mejor crear un fondo para mejorar la situación de todos los aborígenes, como se hizo en Tasmania. Además, hay enormes diferencias entre los aborígenes, pues la situación de los que viven en los suburbios de Sidney es muy diferente a la de los que viven en el desierto. Sin embargo, los especialistas coinciden en un punto: las autoridades deben mejorar las condiciones de salud, vivienda y educación de las comunidades aborígenes.Activistas en derechos humanos señalan que en Australia todavía hay sectores sociales que afirman que separar a los niños de sus padres fue lo mejor que se pudo hacer por ellos, pues se les ofreció salud, educación y buenas condiciones de vida. De los abusos sexuales, nadie dijo nada, salvo los afectados.Se suponía que los niños cautivos “tendrían una mejor vida” en los orfanatos religiosos y con algunas familias blancas. Sin embargo, no recibieron la educación prometida y fueron tratados como sirvientes o peones. Además, se les dijo que eran huérfanos o que sus padres los habían abandonado, lo que les provocó problemas psicológicos. La escritora aborigen Doris Pilkington Garimara, contó sobre su caso en su libro autobiográfico: “Crecí en un medio hostil, sin mi familia, sin mi cultura, sin identidad y sufriendo una discriminación cotidiana (…) El daño emocional fue el mayor. Los adultos de la generación robada son suicidas, depresivos, inseguros o alcohólicos”.Fueron muchas maneras de separar a los padres de sus hijos. Por ejemplo, si un niño enfermo era llevado al médico o a un hospital, ya no se lo devolvían a sus padres. En otras ocasiones llegaban los policías y se los llevaban de la escuela o de los pueblos, como si se tratara de una leva. Muchos aborígenes escondían a sus hijos. Reportaban a las autoridades que éstos habían muerto al nacer.
Tráiganlos a casa
A partir de mayo de 1995 y durante 17 meses, un grupo de trabajo recorrió Australia para recabar testimonios, documentos, árboles genealógicos, fotos y evidencias sobre hijos que habían sido separados de sus padres. Su objetivo: reunificar a las familias.Toda esa información integró el informe Tráiganlos a Casa, el cual contó con el apoyo de la Comisión por los Derechos Humanos e Igualdad de Oportunidades de Australia y la Aboriginal and Torres Strait Islander Social Justice Commissioner.El informe hace diversas recomendaciones al gobierno australiano. Entre ellas: abrir los archivos oficiales, reunificar a las familias aborígenes, reconocer públicamente el error de separarlas, disculparse por ello de manera oficial y compensar económicamente a las víctimas. Las conclusiones del informe son duras. La principal de ellas afirma que la política de aculturación fue un acto de genocidio y una de las mayores violaciones a los derechos humanos, que está claramente tipificado como delito de lesa humanidad. La ministra australiana de Asuntos Indígenas, Jenny Macklin, afirmó a la prensa: “Una vez hayamos restablecido el respeto, el gobierno podrá trabajar con las comunidades indígenas para mejorar los servicios que ayuden a reducir la diferencia de 17 años en la esperanza de vida entre australianos indígenas y no indígenas”. El primer asentamiento europeo en Australia data de 1788. Desde entonces surgieron los conflictos entre europeos y pueblos originarios. Tal como sucedió con los indígenas de las Américas tras la Conquista española, inglesa o portuguesa, los aborígenes fueron pasto de las nuevas enfermedades, de esclavitud, maltratos, desprecio y un acentuado racismo que persiste hasta la fecha. Sus tierras les fueron arrebatadas tal como su autonomía.Actualmente la población aborigen de Australia corresponde a 20% de los 20 millones de habitantes de este país. Hasta 1962 se les otorgó el derecho al voto, pero siguen al margen de desarrollo del país.En las Olimpiadas de Sidney, en la carrera de los 400 metros, Ana Guevara contendió por la medalla de oro con la australiana Cathy Freeman, una aborigen quién, además de deportista, es escritora. La familia de Cathy pertenece a la “generación robada”. La velocista escribió varios libros en los que denunció el racismo contra su pueblo. Narra que tanto desprecio le marcó la vida. Ella es ahora un símbolo para la reconciliación.
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