María Teresa Jardí
Para Carlos y Pepe, que comparten el mismo día de cumpleaños
El Ejército exige más armas y el Secretario de Marina anuncia la crónica de que nos acostumbraremos, también, porque a todo se acostumbra el pueblo mexicano, a los atentados. Pero como algunos diarios, necios como POR ESTO! y La Jornada, propician que la gente no se acostumbre a que las ejecuciones se vean como otra causa de muerte natural, como propicia la telebasura, tan útil al sistema, que se vea. Y como para acostumbrar al pueblo se necesitan muchos muertos, en Cancún ya llegaron las ejecuciones hasta a los niños de seis años, mientras en Tamaulipas los militares disparan contra civiles.
Se necesita, para acabar de acostumbrar a la sociedad, más muertos, muchos muertos, y, hasta puede ser que lo ocurrido en Yucatán, incluido al que le cortaron la cabeza, que, por lo sabido, tampoco es que fuera nada relevante ni siquiera como vendedor de droga al menudeo ni como agiotista y menos aún como pescador en sus ratos libres, sea parte del mismo plan para acostumbrar también a los yucatecos.
Y menos mal para la PGJDF que la PGR no esté interesada en el bombazo. Eso da una oportunidad al gobierno capitalino de establecer, efectivamente, de qué se trata el bombazo de la Zona Rosa de la ciudad de México del pasado viernes.
El dato inicial de la investigación está en el explosivo C4 de tipo militar, de la bomba estallada en avenida Chapultepec, con saldo de un muerto y dos heridos, amén de haber causado daños a autos y edificios.
Al seguir la primera línea de toda investigación que se quiere llevar a puerto seguro, debe establecerse, en primer lugar, a quién beneficia y es claro que no es ni a los grupos subversivos ni a los narcos y sí, en cambio, propicia más militarización y mayor represión y justifica la Ley Gestapo.
Es diáfano, como fue siempre la autoría de Wafé Kuri en el homicidio de su mujer y su hija aún no nacida, que la única beneficiada con el bombazo es la derecha criminal empeñada en rematar hasta el último bien de la nación mexicana a transnacionales extranjeras, a cambio de convertir en millonarias a las familias mafiosas que controlan hoy el poder en México, las que saben que tienen un lugar de residencia ya apartado para ellas en los países beneficiados y a las que nada importa, frente al becerro de oro, dejar a los mexicanos convertidos en esclavos. Punto. No hay que darle más vueltas.
Y por la gravedad del caso, tendrían que dejarse de investigaciones ridículas que ya sólo causan hilaridad en la comunidad internacional. Cualquiera, como están las cosas en México, puede vivir al lado de un sicario o de un narco, sin que eso signifique que lo sepa. Y aunque se sepa, tampoco significa que comparta su ausencia de ética. Y además, no es ahí donde se encuentra la verdadera delincuencia organizada de México, que, de manera diáfana, el usurpador encabeza.
Por eso, sabias eran antaño las constituciones que establecían la pena de muerte para los traidores a la patria.
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