(Luis Agüero Wagner)
En el Otoño del Patriarca, García Márquez afirma que la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más perdurable que la verdad, sentencia que puede aplicarse sin reservas a los seguidores del obispo Fernando Lugo, quienes siguen intentando sostener su destartalado libreto de que apoyan a un teólogo de la liberación tercermundista afiliado al socialismo del siglo XXI, aunque se pongan a temblar como un flan en un terremoto cuando son señalados como simpatizantes de Hugo Chávez o las FARC. Simultáneamente, aparecen cercando al obispo cada vez con más influencia los senadores de ideas neoliberales Carlos Mateo Balmelli y Alfredo Jaegli, este último un gran admirador del ex presidente argentino Carlos Menem.
Para comprender cómo un grupo político puede llegar a tales niveles de incoherencia, valga una breve sinopsis histórica.
El 8 de marzo de 1979 la Liga Mundial Anticomunista abrió en asunción su XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización. El objetivo era pronunciarse contra la política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los paladines de la libertad calificaban como "Carter-comunismo". El Congreso había logrado reunirse merced a la generosa colaboración de importantes empresarios paraguayos, cuyos aportes oscilaban entre 500 mil y un millón y medio de guaraníes de entonces.
El recaudador, Antonio Campos Alum, no sólo era director espiritual de la Fraternidad Ecléctica Espiritual Universal, también de las muy terrenales actividades del centro de detención y tortura conocido como "La Técnica" (hoy convertida en museo de la represión). Entre los más fuertes aportantes se contaban a baluartes de la libre empresa como Cornelius Walde, Nicolás Bo, Rolando Niella, Carrizosa y el gran "luchador" contra Stroessner Aldo Zuccolillo (Archivos del Terror, carpeta DNAT, marzo de 1979).
La amistad de angelicales filántropos como Aldo Zucolillo con Antonio Campos Alum no desentonaba, ciertamente, con alguien que contaba entre sus cercanos parientes al consuegro de Stroessner (Tuco), a un hermano que servía como delator a servicio de Pastor Coronel (Julio César), y a un cuñado involucrado en el atentado terrorista con bomba que costó la vida a Orlando Letelier en la misma capital de Estados Unidos. Pues aunque parezca inverosímil, se trata del mismo empresario que hoy apoya sin reservas desde su diario ABC color al supuesto teólogo de la liberación izquierdista Fernando Lugo, tan promocionado por las agencias noticiosas cuyas corresponsalías manejan periodistas del mismo periódico.
El libreto que Zucolillo le dicta al obispo a cambio de su apoyo periodístico es sencillo: debe atacar al MERCOSUR y al “imperialismo brasileño” e ignorar al norteamericano, que no existe para la prensa paraguaya a pesar de todas las señales que dio y sigue dando de su presencia en Paraguay, alcanzando su mayor auge en los años del Operativo Cóndor.
La cooperación entre paraguayos y agentes imperiales en estos pactos criminales es permanente negada por periodistas de ABC que a su vez son antiguos beneficiarios de donaciones de la embajada norteamericana como Alcibíades González Delvalle. Este y otros escribientes realizan verdaderas acrobacias periodísticas para ignorar y esconder bajo la alfombra estos asuntos, considerando la profusa documentación existente de la que ya no duda una sola persona razonable. En la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron inclusive tiernas cartas por Navidad que dirigía al jefe de La Técnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del buró en Buenos Aires. Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner, y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrés Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso "Parque Cué", uno de los más sonados escándalos del narcotráfico en la historia reciente de Paraguay..
Efectivamente se comprobó que el poder narco no solo controlaba el parlamento de Paraguay cuando bajo el reinado de Juan Carlos Wasmosy el general Rosa Rodríguez (jefe de la oficina antidrogas) fue asesinado en la vía pública en una apacible mañana asuncena, como traducción final de antiguos afanes de la DEA de construir un poder paralelo con oficiales desvinculados de la SENAD.
Como corresponde en casos vidriosos, los grandes "luchadores por la democracia" de la patria periodística preguntaron de todo, excepto sobre el destino de los 600 kilos de cocaína que se habían incautado en una pista del Chaco, una semana antes del homicidio, desde una avioneta procedente de Colombia. La embajada se llamó a silencio, como era de esperar, al tratarse de un caso que comprometía a quien con tanta amabilidad les había ayudado en 1990 a desarticular la organización de Oscar Roca, alias "el ídolo", y su red en Santa Cruz de la Sierra.
Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando éstos son arrestados, y conceden al Paraguay certificaciones de “estar avanzando” en el combate del narcotráfico, a pesar de que hace más de una década en el país no funcionan los radares. Esta dualidad es lo que en más de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual está demostrado por la absoluta desvergüenza con que Andrés Rodríguez ignoró las advertencias del embajador Jonathan Glassman cuando le robó la victoria electoral a Luis María Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992.
Por una casualidad muy casual, el mismo general que presidía la investigación sobre el asesinato de Rosa Rodríguez, cercano colaborador del padre de la Narcocracia paraguaya Andrés Rodríguez, terminó tomando posesión en la SENAD, en paradigmático ejemplo de la alternancia dirigida que hasta ahora caracteriza al proceso narco-político que nos legaron los gloriosos opositores que ahora se aglutinan en torno a Fernando Lugo.
Algunos de los partidarios del obispo ya ocupaban bancas en el congreso cuando se trató en el Parlamento de la gobernabilidad el desafuero del Senador Vitalicio Andrés Rodríguez, afamado narcotraficante que llegó a la presidencia del Paraguay con el visto bueno de la embajada norteamericana. La causa que motivaba el trámite, un profuso tráfico de drogas en el Chaco que se investigaba judicialmente desde 1994, quedó impune merced a los oportunos votos liberales y del luguista partido Encuentro Nacional, transitoriamente convertidos así en una extensión del lucrativo negocio de las drogas.
Andrés Rodríguez también es conocido por haber integrado sociedad con Aldo Zucolillo para fundar el diario ABC color, hoy epicentro del orquestaje mediático que busca posicionar al capellán paraguayo de las FARC, Fernando Lugo, en la presidencia del Paraguay.
Como puede verse, todos hombres fuertemente comprometidos con “el cambio” son quienes se encuentran empujando desde atrás la candidatura de Dios a la presidencia del Paraguay. Pues hágase la voluntad del señor. Amén.
Luis Agüero Wagner
En el Otoño del Patriarca, García Márquez afirma que la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más perdurable que la verdad, sentencia que puede aplicarse sin reservas a los seguidores del obispo Fernando Lugo, quienes siguen intentando sostener su destartalado libreto de que apoyan a un teólogo de la liberación tercermundista afiliado al socialismo del siglo XXI, aunque se pongan a temblar como un flan en un terremoto cuando son señalados como simpatizantes de Hugo Chávez o las FARC. Simultáneamente, aparecen cercando al obispo cada vez con más influencia los senadores de ideas neoliberales Carlos Mateo Balmelli y Alfredo Jaegli, este último un gran admirador del ex presidente argentino Carlos Menem.
Para comprender cómo un grupo político puede llegar a tales niveles de incoherencia, valga una breve sinopsis histórica.
El 8 de marzo de 1979 la Liga Mundial Anticomunista abrió en asunción su XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización. El objetivo era pronunciarse contra la política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los paladines de la libertad calificaban como "Carter-comunismo". El Congreso había logrado reunirse merced a la generosa colaboración de importantes empresarios paraguayos, cuyos aportes oscilaban entre 500 mil y un millón y medio de guaraníes de entonces.
El recaudador, Antonio Campos Alum, no sólo era director espiritual de la Fraternidad Ecléctica Espiritual Universal, también de las muy terrenales actividades del centro de detención y tortura conocido como "La Técnica" (hoy convertida en museo de la represión). Entre los más fuertes aportantes se contaban a baluartes de la libre empresa como Cornelius Walde, Nicolás Bo, Rolando Niella, Carrizosa y el gran "luchador" contra Stroessner Aldo Zuccolillo (Archivos del Terror, carpeta DNAT, marzo de 1979).
La amistad de angelicales filántropos como Aldo Zucolillo con Antonio Campos Alum no desentonaba, ciertamente, con alguien que contaba entre sus cercanos parientes al consuegro de Stroessner (Tuco), a un hermano que servía como delator a servicio de Pastor Coronel (Julio César), y a un cuñado involucrado en el atentado terrorista con bomba que costó la vida a Orlando Letelier en la misma capital de Estados Unidos. Pues aunque parezca inverosímil, se trata del mismo empresario que hoy apoya sin reservas desde su diario ABC color al supuesto teólogo de la liberación izquierdista Fernando Lugo, tan promocionado por las agencias noticiosas cuyas corresponsalías manejan periodistas del mismo periódico.
El libreto que Zucolillo le dicta al obispo a cambio de su apoyo periodístico es sencillo: debe atacar al MERCOSUR y al “imperialismo brasileño” e ignorar al norteamericano, que no existe para la prensa paraguaya a pesar de todas las señales que dio y sigue dando de su presencia en Paraguay, alcanzando su mayor auge en los años del Operativo Cóndor.
La cooperación entre paraguayos y agentes imperiales en estos pactos criminales es permanente negada por periodistas de ABC que a su vez son antiguos beneficiarios de donaciones de la embajada norteamericana como Alcibíades González Delvalle. Este y otros escribientes realizan verdaderas acrobacias periodísticas para ignorar y esconder bajo la alfombra estos asuntos, considerando la profusa documentación existente de la que ya no duda una sola persona razonable. En la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron inclusive tiernas cartas por Navidad que dirigía al jefe de La Técnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del buró en Buenos Aires. Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner, y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrés Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso "Parque Cué", uno de los más sonados escándalos del narcotráfico en la historia reciente de Paraguay..
Efectivamente se comprobó que el poder narco no solo controlaba el parlamento de Paraguay cuando bajo el reinado de Juan Carlos Wasmosy el general Rosa Rodríguez (jefe de la oficina antidrogas) fue asesinado en la vía pública en una apacible mañana asuncena, como traducción final de antiguos afanes de la DEA de construir un poder paralelo con oficiales desvinculados de la SENAD.
Como corresponde en casos vidriosos, los grandes "luchadores por la democracia" de la patria periodística preguntaron de todo, excepto sobre el destino de los 600 kilos de cocaína que se habían incautado en una pista del Chaco, una semana antes del homicidio, desde una avioneta procedente de Colombia. La embajada se llamó a silencio, como era de esperar, al tratarse de un caso que comprometía a quien con tanta amabilidad les había ayudado en 1990 a desarticular la organización de Oscar Roca, alias "el ídolo", y su red en Santa Cruz de la Sierra.
Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando éstos son arrestados, y conceden al Paraguay certificaciones de “estar avanzando” en el combate del narcotráfico, a pesar de que hace más de una década en el país no funcionan los radares. Esta dualidad es lo que en más de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual está demostrado por la absoluta desvergüenza con que Andrés Rodríguez ignoró las advertencias del embajador Jonathan Glassman cuando le robó la victoria electoral a Luis María Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992.
Por una casualidad muy casual, el mismo general que presidía la investigación sobre el asesinato de Rosa Rodríguez, cercano colaborador del padre de la Narcocracia paraguaya Andrés Rodríguez, terminó tomando posesión en la SENAD, en paradigmático ejemplo de la alternancia dirigida que hasta ahora caracteriza al proceso narco-político que nos legaron los gloriosos opositores que ahora se aglutinan en torno a Fernando Lugo.
Algunos de los partidarios del obispo ya ocupaban bancas en el congreso cuando se trató en el Parlamento de la gobernabilidad el desafuero del Senador Vitalicio Andrés Rodríguez, afamado narcotraficante que llegó a la presidencia del Paraguay con el visto bueno de la embajada norteamericana. La causa que motivaba el trámite, un profuso tráfico de drogas en el Chaco que se investigaba judicialmente desde 1994, quedó impune merced a los oportunos votos liberales y del luguista partido Encuentro Nacional, transitoriamente convertidos así en una extensión del lucrativo negocio de las drogas.
Andrés Rodríguez también es conocido por haber integrado sociedad con Aldo Zucolillo para fundar el diario ABC color, hoy epicentro del orquestaje mediático que busca posicionar al capellán paraguayo de las FARC, Fernando Lugo, en la presidencia del Paraguay.
Como puede verse, todos hombres fuertemente comprometidos con “el cambio” son quienes se encuentran empujando desde atrás la candidatura de Dios a la presidencia del Paraguay. Pues hágase la voluntad del señor. Amén.
Luis Agüero Wagner
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