Marcos Roitman Rosenmann
Tras una campaña concluida abruptamente por el asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco, a manos de ETA, el triunfo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se antoja el resultado menos malo. Un bipartidismo ramplón se consolida. Bipartidismo que se orienta de manera especial cuando no se obtiene la mayoría absoluta. En estas circunstancias, los partidos nacionalistas históricos de la derecha catalana y vasca son la llave del compromiso político de la llamada gobernabilidad, tanto para el PSOE como para el Partido Popular (PP). Así ocurrió si nos remitimos al pasado reciente en 1996 con Aznar, en 2004 y vuelve a ocurrir en 2008.
Pero no es un problema de legislatura o de coaliciones. Seguramente el PSOE formará gobierno en solitario y tendrá ayuda parlamentaria de Convergencia y Unión y en alguna medida del Partido Nacionalista Vasco, Coalición Canaria, Bloque Gallego o Izquierda Unida, entre otros. Siempre habrá quien preste su mano para sacar adelante las propuestas de ley y la legislatura, sin amenazas de elecciones anticipadas.
Más allá de estas posibles articulaciones y acuerdos, sobre todo para la sesión de embestidura, en la cual Zapatero verá refrendada su condición de presidente de gobierno, los temas que se antojan más espinosos y que encontrará un PP ciertamente crispado serán las relaciones entre la Iglesia-Estado, los problemas de política de inmigración, y una nueva propuesta sobre diálogo con ETA, además de la reforma de los estatutos de autonomía, en especial el catalán, pendiente de la decisión de inconstitucionalidad.
No cabe duda que la postura de la conferencia episcopal en los últimos años y sobre todo su posicionamiento pidiendo el voto para Rajoy marcó la relación con el PSOE en meses recientes. EL PSOE debe ser coherente, denunciar y acabar con los privilegios de la Iglesia.
Así, el futuro inmediato, no es precisamente miel sobre hojuelas. La crispación está asegurada. Si además agregamos el ámbito de la ley de aborto, los problemas específicos de la privatización de la sanidad, la confrontación es un hecho.
La otra cara de las elecciones ha sido la caída estrepitosa de Izquierda Unida, coalición que pierde su grupo parlamentario, demostrando su poca capacidad creativa como fuerza política y la mediocridad de sus dirigentes para generar un discurso y un proyecto desde el cual construir una alternativa de izquierda. Simplemente se han acostumbrado a ser la sombra del PSOE y vivir sus restos y migajas políticas.
Otro tanto pasa con Ezquerra Republicana de Cataluña, organización que, como los globos, se infla o desinfla según se manifieste la tensión entre las fuerzas de la derecha nacionalista y su ala más izquierdista. Puede así, tener ocho diputados o pasar a uno. Lo mismo sucedió con el partido andalucista en anteriores legislaturas. La aparición en el escenario de partidos de coyuntura, que obtienen un diputado y luego desaparecen son flor de un día. Más bien muestran un sistema electoral nada democrático, donde emergen como una comparsa.
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