Carlos Fernández-Vega
Industriales del pan ya aumentaron precios
Prepárense los bolsillos de quienes habitan esta nación “libre” de “contaminantes externos” y de “envidiable solidez financiera” (ambas según la versión oficial) para resistir la cruenta escalada inflacionaria relacionada con el disparo al alza, interno y externo, de los precios de alimentos.
Recientemente el Banco Mundial advirtió que “la duplicación de los precios de los alimentos en los últimos tres años podría sumir aún más en la pobreza a 100 millones de personas de países de ingreso bajo”, mientras el FMI subrayó que tal incremento “podría destruir muy rápidamente toda la asistencia brindada a los países de ingreso bajo para abordar cuestiones económicas y financieras relacionadas con el desarrollo; debido a la fuerte subida de los precios, es probable que muchos países pobres tengan un enorme déficit en la balanza comercial que podría perturbar sus economías”.
De igual forma, la Comisión Económica para América Latina ha subrayado que “diversos factores” han provocado un incremento de los precios internacionales de alimentos. “Si bien la tendencia alcista se manifiesta desde hace varios años, el aumento ha sido más intenso y persistente durante los últimos 12 meses, superando el 50 por ciento en dicho periodo, según el índice de la UNCTAD. Los aumentos han sido mayores para maíz, trigo, arroz y algunas oleaginosas, llegando en algunos casos a incrementos superiores al 100 por ciento”.
En el caso mexicano los tambores de guerra ya se escuchan, pero “de forma civilizada”, como aseguran productores de alimentos como el pan (el otro no es digerible, en todos los sentidos), quienes han tenido la cortesía de hacer pública su intención de aumentar 20 por ciento el precio de tal producto a partir de julio, lo que en la práctica nacional se traduce en aumento a la de ya. El monopolio del pan industrializado (que financia al otro PAN) procedió en el mismo sentido, aunque invirtió el orden: primero aumentó 25 por ciento el precio de toda su línea y probablemente para julio lo haga público.
Lo cierto es que los oficialmente encargados de atender la producción y el abasto de alimentos en el país, Alberto Cárdenas y Eduardo Sojo, desde la Sagarpa y la Secretaría de Economía, dedican más tiempo en buscar pretextos para justificar el encarecimiento de lo que los mexicanos aún comen, que en encontrar soluciones a este creciente problema.
En vía de mientras, el Banco Mundial, cuyo presidente inicia hoy una “visita” al país, advierte que en 2007 el incremento internacional de los precios de los alimentos fue muy alarmante, aunque en este 2008 podría ser mucho peor. En sus Perspectivas para la economía mundial 2008: La inflación y los mercados de productos básicos, el organismo considera que en 2007 tal aumento estuvo impulsado por “una firme demanda de importaciones de alimentos, principalmente de los países exportadores de petróleo, que contribuyeron a lograr un aumento de 20 por ciento. El aumento de precios del cacao y el café robusta hicieron subir los precios de las bebidas 13 por ciento, mientras los precios de las materias primas aumentaron moderadamente”.
El problema es que el alza no quedó allí. El incremento de los precios de los alimentos estuvo liderado por las grasas y los aceites, que subieron 50 por ciento, y los cereales, que aumentaron 22. Del resto de los productos básicos, los precios del azúcar bajaron 32 por ciento, ya que mejoraron las condiciones de cultivo en India, Pakistán y Tailandia, mientras las nuevas plantaciones y el clima favorable impulsaron la producción brasileña.
Sin embargo, los precios de los alimentos subieron casi 75 por ciento en comparación con los reportados en 2000. Estos aumentos se deben, en parte, al mayor uso de cultivos alimentarios para biocombustibles y, en parte, a factores como el rápido crecimiento de los ingresos en los países en desarrollo, el elevado precio de los fertilizantes, las reducidas existencias y las sequías.
Los biocombustibles juegan un papel cada vez más importante en el mercado de productos básicos agrícolas, a medida que aumenta su proporción en la producción y el comercio mundiales. En 2006, el sector de los biocombustibles utilizó entre 5 y 10 por ciento de la producción mundial de materias primas destinadas a este proceso industrial y, en algunos casos, correspondió a 77 por ciento del volumen comercializado.
De los mayores productores de biocombustible del mundo, Estados Unidos utilizó 20 por ciento de su producción de maíz para este proceso; Brasil dedicó 50 por ciento de su producción de caña de azúcar, y la Unión Europea usó 68 por ciento de su producción de aceite vegetal, principalmente colza, y además importó otros aceites vegetales, precisa el Banco Mundial. La considerable magnitud de estas aplicaciones, subraya, reduce la cantidad de estos cultivos que se dedica a alimentos y ha contribuido a causar importantes aumentos de precios.
Los precios mensuales del trigo aumentaron 90 por ciento desde mediados de 2007, y se espera que las existencias de este cereal desciendan a mínimos históricos respecto del consumo y que los precios aumenten más a lo largo de 2008, antes de que la producción se recupere lo suficiente como para reponer las existencias. Los aumentos de precios de los aceites vegetales y los cereales afectan principalmente a los países de ingreso bajo: el incremento registrado desde finales de 2004 ha llevado a una pérdida en la relación de intercambio equivalente a 0.5 por ciento del PIB.
Las rebanadas del pastel
Lo único que falta es que las trasnacionales de los alimentos y los gobiernos blandengues inunden el mercado mundial con aquellas galletitas verdosas que, por desconocer su origen, consumía Charlton Heston con tanto placer en Cuando el destino nos alcance. Y la bronca es que está a punto de alcanzarnos.
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