Manuel Ramírez Zaragoza
El cuerpo lleva mucho tiempo tirado en la nada. Yace desnudo. Su figura refleja el agónico sufrimiento de tiempos estancados. Recostado sobre su lado derecho con el brazo rígido y algo despegado del flanco izquierdo, las rodillas están arqueadas hacia arriba y atrás, el brazo izquierdo se encima al costillar trasijado y hundido. Su faz desencajada trasluce prominentes pómulos; en medio, una nariz de huecos exagerados y profundos; las orejas son conchas marinas translúcidas a la luz del día. Los ojos secos y entornados cosen un velo gris de muerte. En lo alto del cielo los buitres vestidos de luto revolotean impacientes. Con todo… el muerto no termina por morirse.
El nosotros México, país tercermundista sometido por una autocracia-burocracia chambona y zurcido a un sistema político envejecido, cascado e incapaz ―cuando menos― de relámpagos creativos, con un régimen económico de uñas largas y sinvergüenzas de cuello blanco por todos lados, además, hundido en la inutilidad social durante casi 80 años y subordinado utilitariamente al poder total, foráneo y autóctono del gran capital. Las muchas dirigencias de todo el sistema político siempre carentes de proyectos, amos de la improvisación o de la repetición perniciosa con métodos agotados de gobiernos corruptos de hoy, ayer y anteayer. Poder político y económico bestial, emboscado y falso; ilícito y rapaz, insolente y amoral con mesalinas complicidades de la oligarquía católica y las almas piadosas de la iniciativa privada de la gran mano negra, deseosos de volver a la Colonia. Avidez por el poder que se renueva y apuesta a la derrota de la democracia, agonía y muerte del pueblo. Historia axiomática del país donde los pillos y sinvergüenzas: héroes y villanos comen juntos las mismas entrañas de los mismos despojos. Todos en la rueda de la fortuna suben y bajan según cada quien se haga de la manija. Sin democracia no hay república. Sin República no hay gobierno del pueblo. Sin pueblo no hay nada: tampoco buitres.
El sistema de política económica mundial que han moldeado los tres cochinitos supra capitalistas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio con el mercadeo globalizado y la servidumbre de los obsesivos cleptómanos muy mexicanos, han logrado hacer de las tres últimas descendencias de mexicanos de fin del Siglo XX y la hermanada con el inicio del tercer milenio un país de miserables y muertos de hambre. Un México de todos nuestros dolores postrado por la pobreza, desnutrición y la miseria inducidas por una lógica filosófica elucubrada desde una ética y moral que nos quieren hacer creer que el hambre no es terrorismo oficial, sino enfermedad en tratamiento histórico o una mala leche del mercado, según nos cuentan los medios de comunicación convenientemente pagados y que insisten en pintar mundos de fantasías en un país inexistente.
No todos los buitres sacan los ojos y rasgan las entrañas. Los hay que en sus manos portan plumas ensangrentadas y que siempre han vivido inventando y escribiendo fábulas negras contra crítica sociedad civil y política, pueblo que quieren ver más jodido que no cede frente a los ataques de una culpabilidad inventada por el oficialismo que fabrica carroña. Gritan, rabian, ofenden y hablan de conspiración, y son ellos los que terminan por hundirse.
Durante años han depositado y confiado sus debilidades humanas en el despiadado sistema orweliano denunciando en prólogos, textos y epílogos a centenas de miles de Voltaires y millones de ciudadanos que luchan en la luz por un México bien amado.
A los zopilotes de cuello blanco, unos nacionales y otros invasores, haraganes moradores de los generosos bienes del pueblo mexicano que van desde las carreteras, bancos, aeropuertos, sector agropecuario, silvícola, sistemas de agua para riego y potable para consumo humano, aduanas, ferrocarriles, minas de variados metales, medios educativos, financiamiento a ciencia y tecnología, medios de comunicación, espacio aéreo, playas y bahías, costas y mares; petróleos mexicanos, comisión federal de electricidad. Sin dejar de mencionar el cebo que significan ala evasión fiscal y los multimillonarios apoyos financieros y dispensas personales por parte de la Secretaría de Hacienda en impuestos a las grandes ratas del Fobaproa-Ipab, corporativos locales y foráneos, mientras, con muy poca madre (pagan fiscalmente 74 pesos anuales de impuestos) o demasiada intención; en tanto, a PEMEX le chupan hasta el 78% de las utilidades petroleras. Viva el Bien Común, la Democracia y la Justicia Social.
Los muchísimos Voltaires que llenan páginas puntualizando y denunciando de mil maneras las injusticias de un sistema voraz e inconstitucional, no han sido, ni serán acallados por la fuerza y el poder que la política y el dinero les da; por supuesto que aplastan, arrasan y matan –pan nuestro de cada día– en este, nuestro y doliente México.
En el régimen de hoy, la excesiva engorda oficial después de casi dos años de manutención de primer mundo con exuberancias poco comunes y con sociedad de la mafia extranjera, han logrado la capacidad de pauperizar a la presa. La apalean gradualmente ya sea por recortes presupuestales, quite de subsidios ordenados desde el extranjero, mortales aumentos a todos los servicios; gasolinazos, tortillazos, bolillazos; especulación y usura, sin embargo, pensando que ya no tenemos capacidad de asombro, nos llegan con la peregrina idea de imponernos la igualdad de precios en todos los productos de consumo diario y mercancías del mercado interno a precios internacionales, es decir, que igual cuesta una hamburguesa en Los Ángeles, Chicago que en cualquier ciudad media del país, mientras que los salarios ―¡Bendito Dios y Santa Madre de Guadalupe! ¡Pan señor que se me quema el hocico!― siguen siendo de mataperros, entre 20 y 30 veces menores que la primera clase mundial. Viva don Felipe I. Muera la chusma.
La engorda oficial bien aguanta una huelga de hambre de un año sin que les suceda nada, principalmente el hombre que le saca un susto mortal al hambre como es don Agustín Cartens y Cartens, ese gordo simpático responsable del buen uso y destino del dinero de todos nosotros, siempre acostumbrado a las comilonas de órdago sin preocuparse de que en las mesas de más de la mitad de los mexicanos, si acaso, hay apenas frijoles y tortillas. Insensible al desempleo y salario mínimo para pagar un kilo de jitomate que vale un dólar y medio, perdón 15 pesos, o un kilo de tasajo que le cuesta 60 pesos. Con lo que él come en un día, bien pudiera alimentar a los alumnos de un salón de clases de cualquier escuela primaria de un municipio oaxaqueño, michoacano y chiapaneco de alta marginalidad. ¡Vivan las fiestas en Palacio Nacional! como ayer lo fueron en el castillo de Chapultepec con Vicente El Tardo y Marta I. Vivan las giras, el derroche y los sueldos mejor pagados del mundo. ¿Nosotros…? En el mejor de los casos: ¡Chingamos a veinte! La rapiña nació huérfana de adjetivos.
En este sistema inmóvil, social-económica y políticamente fracasado pero portentosamente útil para la clase que lo manipula en ese vaivén pendular ideológicamente antilaicista; totalitario, fascista y orweliano que nos arrastra más abajo del fondo de subsistencia vital, hay que recordar que los buitres tienen siempre los mismos hábitos, no cambian y con nada apestan; se distinguen de lejos, envician el ambiente por derecho de origen en una química que pudre y apesta en una muerte tarda de intención en la prisa de los buitres de cuello largo y blanco con ojos de sangre y pupila de infierno. El Sistema nos ha convertido en el paraíso de los zopilotes. Los buitres lo saben. Voltaire gritó: "¡Ecrasons l' infame!" –"¡Aplastemos al infame!"–
Los buitres están impacientes, tienen prisa. Buitres los unos y los otros. Buitres. Ahora que todo está por suceder comienzan hacer declaraciones. La guerra no. La guerra la perderán ellos. Las bocas se llenarán de discursos mientras que la gente tratará de curarse las heridas unos a otros. Heridas que nuevos buitres, tarde o temprano, volverán a tratar abrir.
Condenados sean los que cultivan el dolor ajeno en interés propio. Condenados para siempre. Amén.
Los buitres de aquí morirán como mueren los buitres de Kafka:
"Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía su obra. Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso –le dije-, vino y empezó a picotearme, yo le quise espantar y hasta pensé retorcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar –dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? –pregunté-, ¿quiere encargarse usted del asunto?
-Encantado –dijo el señor-; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?
-No sé –le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno –dijo el señor-, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba".
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