De Blogotitlan
El Vaticano declaró un serio trastorno mental de Vicente Fox para concederle el divorcio que solicitó para casarse por la Iglesia con Martha Sahagún. Pero sus actos y consecuencias hasta la fecha, muestran que México ha estado en manos de un loco que acusa a otros de sus males.
La famosa “transición” concedida por Ernesto Zedillo, como último presidente PRIísta, probó ser el tránsito de un malestar social --seriamente desatendido por una tecnocracia soberbia-- a una gravedad crítica con ribetes de locura presidencial en México.
La política que se ha impuesto en el país en los ámbitos económico, social y político está enferma de corrupción, impunidad, hipocrecía, cinismo... y esquizofrenia.
El caso más ilustrativo y preocupante es el de Vicente Fox, quien aun después de dejar la Presidencia, sigue actuando como si fuera el Presidente infalible, indiscutible, inapelable. Si alguien se atreve a rebatirlo, le llama "loco", como a los diputados que le rechazaron sus malas cuentas del 2002 y 2003. Como dice el dicho: "el burro hablando de orejas".
El comportamiento errático de Fox parecía traslucir un desajuste en la sesera, como lo mostró no sólo desde que quiso ser gobernador de Guanajuato, sino ya como Presidente de México asumiéndose como un Emperador Divino que puede hacer en la Tierra todo lo contrario de lo que digan en el Cielo, empeorado con la secuela o “continuismo” en que dejó hundido al país, con su partido lleno de bravucones pendencieros (pero muy católicos) como él y los contubernios que armó con los otros poderes (Judicial, sobre todo para "legalizar" sus locas ilegalidades) y sus partidos cómplices, fingiendo todos una corrupta inocencia.
Lo peor de todo es que acusa a sus detractores con los males que padece. Porque...
Aunque sea a toro pasado, asusta enterarse de que el perfil psicológico y conductual del "Presidente del Cambio" encaja a la perfección en el perfil de la esquizofrenia, un trastorno mental identificado por el psiquiatra alemán Emil Kraepelin en 1896 bajo el nombre de “demencia precoz”, por los síntomas parecidos a la demencia senil, aunque registrados en personas de menor edad.
Sin embargo, el psiquiatra suizo Eugen Bleuler observó que personas con graves deterioros cognitivos y conductuales no siempre eran ancianas (demencia senil) ni muy jóvenes (demencia precoz), y consideró más apropiado dar al mal el nombre de esquizofrenia que significa "mente partida" (o escindida), por ser una escisión en la asociación de ideas, o una retirada de la realidad y la vida social regular.
Según los psiquiatras, quien sufre de esquizofrenia experimenta una distorsión de los pensamientos y sentimientos. La esquizofrenia afecta a la persona de forma total, y quien la padece comienza a sentir, pensar y hablar de forma diferente a como lo hacía antes, o ajena a los demás. El trastorno tiende a ser crónico, pues a la fecha no existe tratamiento curativo, sino sólo paliativo mediante anti-psicóticos.
Los síntomas psicóticos del esquizofrénico son:
a) alucinaciones o engaño de los sentidos, sin que reconozca que lo percibido por él surge únicamente de sus vivencias interiores y no está presente en el mundo externo (verbigracia, la llamada Foxilandia y su continuidad);
b) delirio, una convicción errónea de origen patológico, manifiesta a pesar de razones contrarias y sensatas (cabalgar medio continente para ir a pelear contra Hugo Chávez y "liberar" a Venezuela), por lo que la comprensión de la realidad está limitada, con pensamientos contrarios a la lógica, y el enfermo es renuente a esta objeción;
c) trastornos del pensamiento, pues la manera de hablar suele dar indicios significativos del pensamiento trastornado ("comes y te vas"). Relatan a menudo que han perdido control sobre sus pensamientos, que éstos le han sido sustraídos, impuestos o que son dirigido por extraños poderes o fuerzas relacionados con sus delirios; exhiben descarrilamiento, tangencialidad, carencia de lógica, torpeza del habla, distracción.
En diferentes pasajes de su vida pública, primero como gobernador, sitiéndose “llamado” para “rescatar” a México de las desdichas del PRI al que prometió (en vano) "sacar a patadas de Los Pinos"; luego como Presidente, actuando como líder político de reconocimiento mundial, de enorme influencia y calidad suficiente para autoproponerse a mediar (más allá de su comprensión y conocimientos) en el serio conflicto geoestratégico entre las dos Coreas, o ahora como ex-presidente (que insiste en que se le siga llamando "Presidente") dispuesto a cabalgar al frente de las hordas fanáticas de los Bárbaros del Yunque hasta las llanuras venezolanas para enfrentar al tirano de sus alucinaciones, Vicente Fox exhibió públicamente −hasta aplaudido por sus interesados apoyadores políticos y empresariales− los síntomas de su trastorno mental, cuyas consecuencias sigue padeciendo todo México.
Si a todo esto se suma un cinismo mayúsculo para reconocer abiertamente el abandono de sus responsabilidades ejecutivas para seguir como candidato haciendo propaganda a su partido; sus manifiestas ilegalidades con el fin de imponer un sucesor dipsómano obligado a garantizarle impunidad, el temor se vuelve terror que todos los días crece con la realidad circundante que los esquizoides presidenciales han empeorado y de la que son los únicos que no se dan cuenta.
Y para colmo de males, su Partido Acción Nacional (PAN) lo puso a cargo del adiestramiento y conducción de todos sus candidatos a diputados, gobernadores y ediles en la contienda electoral de este año (más las que se acumulen), a quienes empezó por recomendar que no le hagan caso a la ley, esto es, que pasen sobre ella con tal de obtener el puesto, porque el fin justifica los medios (especialmente si son audiovisuales) y hay que alzarse con la victoria, "haiga sido como haiga sido" (leit motiv de otro esquizoide alcohólico que manda al Ejército a combatir a sus fantasmas).
Al momento de ir a votar (pero vaya, no deje que estos locos fanáticos decidan por usted) piense muy bien a quién le confía la toma de decisiones en el país que, aunque no lo quiera ni desee, lo habrán de afectar personal, familiar y socialmente.
Y si no lo cree, vea cómo está el país en estos momentos.
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