Raúl Zibechi
En una ciudad como Santa Cruz, centro de la oligarquía golpista y del racismo, nació un nuevo símbolo continental de la resistencia y del cambio social. El Plan 3000, barrio aymara, quechua y guaraní de casi 300 mil habitantes, emergió de los combates de septiembre de 2008 como un bastión de los movimientos populares de base, donde las fuerzas paramilitares de la derecha se estrellaron contra la decisión de sus habitantes de defenderse del racismo. Para la oligarquía fue una derrota de la que aún no ha conseguido reponerse, y para los movimientos es un punto de apoyo tan importante, como fue, en su momento, la ciudad aymara de El Alto.
El Plan 3000 es una de las periferias urbanas más jóvenes del continente. Fue creado en 1983 por una riada del río Piraí que llevó a las autoridades a trasladar a un descampado a 3 mil familias. En poco más de dos décadas la población inicial de 10 mil personas se multiplicó, sin presencia del Estado y sufriendo el contumaz desprecio de una oligarquía feudal enriquecida por el despojo de millones de hectáreas que estaban destinadas al campesinado en la reforma agraria de 1953.
Como sucede en casi todas las periferias pobres, los pobladores debieron organizarse para conseguir agua y servicios, y pudieron sobrevivir gracias a la ayuda mutua que se manifiestan de mil modos en la vida cotidiana. El centro del Plan 3000, en torno a la rotonda en la que nace la avenida Che Guevara, es un enorme mercado popular donde conviven alimentos, ropa y electromésticos, y se sostiene por la solidaridad entre las miles de vendedoras organizadas en sus gremiales. Durante los días de combates contra los paramilitares de la Unión Juvenil Cruceñista, esas mujeres jugaron un papel decisivo en la pelea cuerpo a cuerpo contra los fascistas, a los que consiguieron expulsar de su barrio.
Los niveles de organización formal tal vez no sean tan extensos y consolidados como en otros barrios de Bolivia, en particular El Alto, aunque las juntas vecinales están presentes en la mayor parte de los 107 barrios del Plan 3000, las gremiales tienen 3 mil mujeres organizadas de los mercados y existen múltiples cooperativas de servicios, grupos juveniles, de la tercera edad y culturales.
Radio Integración, cuya larguísima antena junto a la rotonda luce una bandera boliviana y una whipala, fue donada por el gobierno de Evo Morales y es administrada por 11 movimientos del Plan 3000. Es un referente ineludible ya que consiguió romper el monopolio mediático de la derecha y durante los combates en defensa del barrio convocaba y movilizaba a los vecinos, en la mejor tradición de las radios populares bolivianas.
Cuentan algunos militantes que las estructuras partidarias y formales se vieron desbordadas y que fueron los grupos de afinidad de cada barrio los que se autoconvocaron en la rotonda cada vez que fue necesario contener a los fascistas. La estrategia de la fuerza de choque de la oligarquía consistió en llegar en grandes grupos, de hasta 400, armados con escudos antimotines, petardos y bates de beisbol, para tomar la rotonda, el punto más emblemático del Plan 3000. Si lo hubieran conseguido habrían asestado una derrota moral y simbólica a los de abajo y, en opinión de muchos, podrían haber derrocado al gobierno de Evo.
Para defenderse, los pobladores del Plan 3000 convocaban vigilias desde la madrugada en torno a la rotonda, donde realizaban cabildos y asambleas. Durante los crispados días 9, 10 y 11 de septiembre se produjeron enfrentamientos con heridos, pero los derechistas no consiguieron su objetivo. En la primera fila de combate predominaban los jóvenes, varones y mujeres; en una segunda fila las mujeres del mercado y familias enteras con sus hijos pequeños que se protegían con escudos caseros; los comerciantes apoyaban con agua y las vendedoras del mercado con comida. Una forma de organización espontánea, como suelen sentenciar las academias y las izquierdas electorales cuando la realidad no responde a sus esquemas. Sin jerarquías ni comandantes, dicen algunos jóvenes del Plan.
Pasada la tormenta, parece predominar un clima de autoestima y de orgullo apenas disimulado. No es poca cosa hacer retroceder, a puro coraje, a una oligarquía altiva y machista que no conocía límites para sus ambiciones de poder y riqueza. Septiembre de 2008 mostró la capacidad de los sectores populares de coordinar sus acciones y de intervenir en los momentos en que se juega el destino del país. En efecto, el levantamiento del Plan 3000, en el que, se estima, se movilizaron unas 20 mil personas, confluyó con el impresionante cerco a Santa Cruz establecido por campesinos, indígenas, estudiantes, mineros, obreros, sin tierra y colonizadores, en los días posteriores a la masacre de campesinos en Pando, cuando el gobierno denunciaba que estaba en marcha un golpe cívico.
El cerco a la ciudad colonial tiene una larga historia en Bolivia, desde que el célebre cerco a La Paz del ejército de Tupaj Katari en 1781 comenzó a mostrar a los colonizadores los límites de su dominación. La memoria larga, como señala la antropóloga Silvia Rivera, encarnó con inusitada potencia en sitiados y sitiadores, y reaparece cada cierto tiempo en las luchas sociales andinas modelando aun las formas modernas de acción social colectiva.
Una consecuencia de la autoestima colectiva ganada en las calles es la propuesta de que el Plan 3000 se convierta en sección municipal autónoma de Santa Cruz bajo el nombre de Ciudad Igualitaria Andrés Ibáñez, en homenaje a quien en 1870 fue asesinado por combatir a la oligarquía en nombre de la igualdad y por la abolición de la servidumbre de los indios. Dicen que este barrio-bastión representa a la Bolivia multicultural, donde las identidades particulares pueden convivir sin establecer jerarquías.
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