Ricardo Andrade Jardí
Y en nombre de la inmoral prohibición salen al mercado “legal” mexicano nuevas bebidas de cola con altos contenidos de “inas”, es decir, de substancias estimulantes tratadas químicamente, que nada le piden a la cocaína, por ejemplo.
Drogas chatarra, que se anuncian en la telecracia como alternativa de “productividad”, al tiempo que el desgobierno usurpador hace demagogia propagandística de su guerra contra el crimen organizado. Guerra que, a todas luces, no es más que otra mentira del sistema para someter al imaginario popular en el miedo y ante el caos “justificar” la represión que la ilegitimidad requiere para poder seguir administrando los intereses corruptos de las decadentes oligarquías adictas hasta el asco a la droga que el desgobierno dice combatir.
No hay que seguir transitando en la mentira. No debemos permitirlo y no podemos permitírnoslo. No hay guerra contra el narco. El narcotráfico, en México y Estados Unidos, goza de una red “oficial” de protección en un negocio de las corporaciones financieras que gracias a la prohibición hoy lavan millones de dólares, millones de dólares que ni el libre mercado les producirían, millones de dólares que son el resultado de la prohibición y que las grandes corporaciones comerciales y financieras no declaran son la ganancia inmoral de la violencia. Violencia que aterroriza culturas y favorece empresarios. “La guerra contra las drogas”, “la guerra contra el crimen organizado”, es la mentira neoliberal para sostener todos los pretextos que favorecen la inercia de la violencia. La inseguridad es el resultado que se busca desde la más alta estructura del poder. En la inseguridad colectiva es donde se arraigan los imaginarios represivos, que son justamente el pasto de cultivo que favorece la subjetividad represiva del sistema.
La prohibición es, además, un acto represivo del Estado contra el ciudadano. El Estado, que está obligado a prevenir y en todo caso garantizar asistencia médica y sicológica adecuada, invierte millonarios presupuestos en armamentos y estrategias de guerra para prohibir el consumo de lo que debe ser una decisión puramente individual y en todo caso familiar, millones de pesos que no serán invertidos en salud, educación, investigación científica y tecnológica… se utilizan para “combatir” a algún grupo menor del crimen organizado, mientras el gran crimen organizado se organiza al cobijo y con la protección de esos millones del dinero público que no llegarán nunca a donde deberían llegar.
No es una contradicción casual. El libre mercado deja muy poco a la casualidad. La supuesta guerra contra el crimen organizado y la invasión en tiendas y supermercados de productos chatarra con grandes dosis de estimulantes al alcance de todos son una patética prueba de lo inmoral que resulta la prohibición. Las drogas puras nos son prohibidas, las drogas químicas son vendidas para todo público, a los consumidores de las drogas prohibidas les dicen adictos y los tratan como delincuentes, a los compradores de las drogas envasadas y “legales” los llaman simplemente consumidores o enfermos, pero la realidad no puede ocultarse: unos y otros son adictos, sólo que unos lo son por convicción y por tanto están en más posibilidades de reconocerse como tales y los otros lo son por enajenación y ahí ya lo perdieron todo, pues no se saben ni se reconocen como los adictos y consumidores compulsivos que son...
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