María Teresa Jardí
Cuando se espera algo que se nos ha enseñado que nos pertenece y eso se nos entrega y más aún cuando se obtiene sin haber realizado esfuerzo alguno, nobleza obliga a dar las gracias. Y a agradecer vino Obama a México. A agradecer la entrega de México. La entrega del país hasta antes de la llegada de la derecha al poder e incluso hasta antes de imponer a un usurpador como cabeza del Poder Ejecutivo, nación soberana, aunque no haya sido tampoco nunca del todo libre.
A gradecer la entrega de México al imperio gringo. Que no es América. Por más que el usurpador y sus secuaces telecráticos busquen taladrar que lo es en la mente de la audiencia.
Obama es el presidente de Los Estados Unidos de Norteamérica. Nada más ni nada menos. Presidente del país que pudo ser la esperanza de libertad para el mundo. Lo que de alguna manera Obama vuelve a despertar que puede ser. Y ojalá y así lo sea. Pero Presidente, por ahora, del país que decidió convertirse en el verdugo colonizador del mundo.
Obama no es el Presidente de América, aunque así a él también se lo hayan taladrado en la cabeza. Y haríamos bien los mexicanos en empezar a taladrarnos en la nuestra que no son América los Estados Unidos de Norteamérica.
América es mucho más que los Estados Unidos de Norteamérica. América también son Argentina y Chile, Uruguay y Venezuela, Perú y Bolivia… América es Brasil e incluso Canadá y también México forma parte, como los Estados Unidos de Norteamérica, de América. México mismo por mandato constitucional se llama Estados Unidos Mexicanos.
América es el Continente que tiene la desgracia de tener como vecino a un imperio que se sueña dueño del mundo y se asume como su policía.
Y porque Obama simplemente vino a agradecer a un usurpador, que en el fondo es evidente que no respeta, porque no merece respeto ninguno, fue capaz de tomarse la foto incluso con la grotesca Gordillo. A fin de cuentas del país regalado para ser convertido en el patio trasero no se puede esperar otra cosa que vaya más allá de la convivencia con las ratas y con las cucarachas que en ese lugar anidan.
Por elemental respeto a la humanidad entera tendría que evitar sus viajes el hombre con más miedo que habita en el mundo.
Una vergüenza es la limosina blindada, con sangre acorde, por si algo le pasa y ni qué decir de la pobreza de miras que exhibió, el que usurpa, pintando de verde el pasto para recibir mejor al amo de visita al patio donde se guarda la ropa sucia y en el que se encuentran las habitaciones de los criados.
A agradecer. Pero también a condenar vino Obama. Por parte del imperio gringo México está destinado a seguir siendo paraíso de pederastas y cabeza de la trata de blancas. En lugar de lucha permanente, a sabiendas de que es una farsa, contra el narcotráfico, mientras se continúan convirtiendo en adictos también a los criados para soportar mejor el hacinamiento en el patio trasero. Y peor aún, Obama también vino a México a poner al pueblo mexicano en la mira de todos los enemigos que colecciona el imperio gringo. A destinar a un futuro con terrorismo a un pueblo cuyo pecado es tener la desgracia de haber recibido a los estadunidenses como vecinos.
Por elemental decencia para con el pueblo mexicano no debió venir Obama, incluso para evitar que algo le pasara en semejante lugar convertido en lo que es, porque eso es lo que necesita el imperio yanqui, en su debacle final, que México sea.
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