Carlos Martínez García
La lectura consuetudinaria es tan buena, tan generosa, que hasta un analfabeta funcional, como destacadamente lo es Vicente Fox, la recomienda. Es sintomático que él, un enemigo del hábito de leer, haya decidido que la obra magna de su sexenio fuese una fastuosa biblioteca. Ésta, como fábula sarcástica digna del gran escritor Augusto Monterroso, sólo alcanzó la categoría de impresionante depósito de libros al que se le filtra agua por todos lados.
Ya lo dijo, con su acostumbrada agudeza y sabiduría, Gabriel Zaid: “el problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer… Lo cual implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer”. Pero eso sí, el iletrado universitario (de la Iberoamericana), que hizo el ridículo por todas partes con su vasta ignorancia, ya publicó un libro. Es un volumen que dictó a Rob Allyn, titulado Revolution of Hope: The Life, Faith and Dreams of a Mexican President (La revolución de la esperanza: vida, fe y sueños de un presidente mexicano). El sobresaliente ágrafo promete, o amenaza, como se le quiera ver, que pronto estará lista la edición en español.
Cuando ya esté a la venta propongo que las librerías clasifiquen la hilarante obra en la sección de humorismo, junto a las memorias del Chavo del ocho. O la pongan en los estantes de la abundante literatura de superación, al lado de un insuperable volumen como ¡Dios mío, hazme viuda por favor! Donde la autora, la hoy secretaria de Educación Pública (se suplica contener la risa, por favor), Josefina Vázquez Mota, hace un llamado a sus lectores “al crecimiento integral del ser humano, una invitación a la mujer para que tome conciencia de su voluntad e inteligencia y se atreva a ser viuda del miedo a elegir, del temor a desarrollar sus talentos y potencialidades, de asumir su libertad y responsabilidad. Esta lectura nos llevará a enfrentar uno de los desafíos más trascendentes en la vida del ser humano: construirnos como un original, únicos e irrepetibles, teniendo el valor para descubrir nuestro propósito de vida y, en consecuencia, dar un sentido a nuestras acciones”. ¿O tal vez habría que apilar la sabiduría foxiana, resumida en 400 páginas en su versión inglesa, muy cerca del volumen Señor quítame lo bruto, de Raquel Levinstein?
El aldeano globalizado (“un burro conectado a Internet sigue siendo un burro”, dicen José Antonio Marina y María de la Válgoma en su libro La magia de leer), cuyo ejemplo consumado es Vicente Fox, ha sido inmune a los esfuerzos educativos por los que ha transitado. A él, que tanto le gustan los dichos, a los que recurre para seudo explicar todo, le queda perfectamente ese de “lo que natura no da, Salamanca no presta”. O uno un poquito más elaborado: Legere et non intelligere est tamquam non legere (“leer y no comprender es igual a no leer”).
En la ya famosa entrevista que Fox y su cónyuge, Marta Sahagún, dieron a la revista Quién, los críticos han destacado la ostentación que la pareja hace de su casa remodelada muy posiblemente con recursos públicos. No vamos a reiterar aquí lo que profusamente se ha escrito en otras partes. Queremos llamar la atención a un segmento de la conversación que Vicente Fox sostuvo con Alberto Tavira, en la que se refiere a sus modelos de vida. Ahí van sus tan doctísimas palabras: “Claro que tengo héroes, entre ellos están los cristeros. Una persona que defienda la libertad de religión como lo hicieron ellos se merece todo mi respeto y admiración. Por eso me parece una aberración garrafal que el PRI haya desaparecido de los libros de texto esa lucha cristera. Vergüenza les daba reconocer que el pueblo de México defendió su religión y su libertad. Tengo un héroe al que llamo Juan Cristero que enfrenta un pelotón de fusilamiento con un cigarro en la boca y una valentía increíble. Eso me da mucha fuerza”.
¿De dónde habrá abrevado su conocimiento de la lucha cristera? ¿Acaso en las varias obras sobre el tema escritas por Jean Meyer? ¿O basará sus afirmaciones en documentos del acervo que pronto va a poner en el conocimiento público en la biblioteca que está construyendo y lleva por nombre Centro Fox? Lo sólido es que por su incontinencia verbal sabemos que la cristiada fue una gesta contra el paganismo. Del lado de quienes desorejaron maestros y pusieron bombas estaba nada más el sacro deseo de combatir al Estado ateo, sólo pelearon por defender la libertad de religión. Fue, según Fox, una gesta del pueblo mexicano a favor de sus creencias y contra la opresión del Estado laico.
Lo que el PRI desapareció en los libros de texto, Fox dixit, él se empeñó durante su sexenio en reinstalarlo desde el primer día. Por lo mismo se postró, como jefe del Estado mexicano, ante Juan Pablo II. Y confundiendo su investidura presidencial con su adscripción a una confesión particular, la católica, repartía bendiciones a su audiencia, lo mismo desde su rancho que desde Los Pinos. Y cómo olvidar esa escena del beso entre él y Marta con el Vaticano como telón de fondo. Hasta dan ganas de suspirar, porque ahí se reflejó todo el amor y toda la fe de esa ínclita pareja.
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