José Steinsleger
Con fuertes señales de presagio y contenidos simbólicos, la cultura de México acaba de atravesar momentos de tragedia y de vergüenza ajena.
En Chiapas murió un intelectual político francés que fue liberación. Y en Nuevo León recibió el doctorado honoris causa un intelectual político mexicano sin raíces en nada, cuya obra consiste en justificar todas las calumnias del sistema, porque están permitidas.
De Andrés Aubry, soldado de los pueblos mayas, escribieron justísimos y conmovedores artículos Gloria Muñoz, Hermann Bellinghausen y Luis Hernández Navarro. Del otro, soldado de Televisa, seguirán rumiando los intelectuales medusas que flotan a la deriva de las más diversas corrientes del Tarot político nacional.
La percepción norte-sur de las cosas también confrontó a la izquierda internacional. V. gr.: James Petras y Pablo González Casanova, dos académicos que en el pasado medio siglo forjaron el pensamiento crítico de mucha gente.
Si el lector desea seguir, deberá consultar necesariamente el par de textos en cuestión: “Cuba: revolución permanente y contradicciones contemporáneas”, de James Petras y Robin Eastman-Abaya (página web de Rebelión, 24/08/07), y “Cuba y un hombre perverso”, de Pablo González Casanova (La Jornada, 12 y 13/09/07).
El debate no se anduvo con remilgos. Petras fue tratado de “perverso”, aunque me parece que el calificativo debió ser “intratable”, pues tal es su fama. ¿Por qué? Por predicar un marxismo vulgar que, partiendo de la famosa sentencia de Marx (los obreros no tienen patria), cree que los trabajadores del tercer mundo debieran subordinar la suya a los intereses de “la clase”. No lo ha dicho exactamente así, mas por ahí va. Por esto, cuando desde su cubículo Petras baja línea al proletariado mundial, se da el lujo de opinar sobre Bolivia como quien habla, tanto da, de Sri Lanka, el País Vasco o Uruguay afirmando que “… en los últimos dos años, el señor (sic) Morales (Evo) se ha derechizado bastante” (CX36, Radio Centenario de Montevideo, 20/12/05).
A Cuba, Petras le propone “rectificar sus problemas” por vía de la importación de haitianos para cortar caña destinada a la producción de etanol (siguiendo el ejemplo de Brasil), emular a los países del sudeste asiático y limitar la ayuda humanitaria al exterior. Con respecto a los foros internacionales que Cuba organiza rutinariamente para actualizar sus conocimientos con el aporte de miles de intelectuales comprometidos y solidarios, el profesor estadunidense olvida que estos gastos equivalen, seguramente, a menos del costo de un solo avión de combate para defender la soberanía cubana.
El marxismo de Petras suena a metafísica pura: diagnostica bien acerca de todo, pero olvida las partes. En consecuencia, conoce mal. Puede dar cuenta del principio (la injusticia), la naturaleza (el sistema), la universalidad de la causa (la rebelión), pero subestima las cualidades, las formas, los modos y principios de la revolución. Ve el bosque y distingue los árboles. Pero al desconocer la corteza que ocultan sus jugos y sustancias, pasa por alto los contenidos nacionales de la revolución, su parte humana.
Como James Petras también es autor de ficción, dispone de consejos para corregir la “creación revolucionaria” de los cubanos. Entonces, los intelectuales y creadores de la isla podrían inspirarse en la primera escena del primer acto de su obra Fantasmas y renegados, que empieza con un coro que dice: “¡Venganza!/ Contra quienes traicionaron nuestra confianza, nuestra lucha, nuestro sacrificio/ aunque se atrevan a alabarnos/ a hablar en nuestro nombre y de nuestra muerte/ Maldecimos a todos los de vuestra clase”.
¿El camarada Andrei Zhdanov vive y da conferencias en la universidad neoyorquina de Binghampton? Después de leer a Petras, me convenzo de que soy pequeñoburgués, reformista y populista. Así es que conjuro la desazón leyendo los vigorosos y serenos textos cortos de José Martí, muchos de los cuales guardan vigencia plena.
Alguna vez Juan Rulfo se hizo una autocrítica dirigida a las personas que les gusta leer mucho. El autor de El llano en llamas decía que ellas, “… de tanto estar sentadas les da flojera hacer cualquier cosa. Y tú sabes que el estarse sentado y quieto le llena a uno la cabeza de pensamientos. Y esos pensamientos viven, y toman formas extrañas y se enredan de tal modo que, al cabo del tiempo, a la gente que eso le ocurre se vuelve loca”.
Propongo, finalmente, que en la próxima visita de Petras a La Habana, Omara Portuondo lo invite a bailar al compás del son No me llores más: “no me llores, no me llores más/ sabes que este disco está rayado/ ya de oírlo tengo canas/ todo es mentira…”
González Casanova y Petras (¡cuán distintos!) navegan en las aguas de los hombres sabios. Sólo que la sabiduría no es igual a erudición o infalibilidad. Ser sabio es ser justo. O, al menos, el esfuerzo honesto de aproximación a lo justo. El ejemplo de Andrés Aubry, muerto en el sur, señala el norte.
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