Carlos Fernández-Vega
Una vez más, como en el caso de la tortilla al comienzo de año, el gobierno de la “continuidad” reaccionó tardíamente y sólo después del tremendo golpe asestado a los consumidores, y para enmendar tal descuido no encontró mejor salida que comprometerse a realizar algo irrealizable y totalmente fuera de su rígida política económica.
Resulta que ante el alza en alimentos y servicios producto de la aprobación del impuesto “especial” a las gasolinas (que aún no entra en vigor, pero que ya provocó indiscriminada retiquetación), Eduardo Sojo, ex fiel escudero de Vicente Fox y actual secretario de Economía, se quiso vestir de héroe, al comprometerse a que “no permitiremos incrementos en los precios… Vamos a estar cuidando que no se incrementen los precios. No hay ningún motivo, absolutamente, para que se incrementen los precios de ningún producto en el resto del año… Pediré a la Profeco intensificar todos sus operativos, porque no vamos a permitir que se abuse de las familias mexicanas”.
El problema es que los precios, con o sin motivo, se incrementaron y se abusó de las familias mexicanas antes que al funcionario se le ocurriera disfrazarse de héroe declarativo, pedir la intervención de la Profeco y comprometerse con algo que, desde luego, no cumplirá. Y no lo hará por varias cuan sencillas razones, entre ellas que el propio Sojo no cree que ese mecanismo sea eficiente para detener el alza de precios; que una intentona de esa naturaleza violaría los sagrados principios de la sacrosanta política económica impuesta cinco lustros atrás (defendida, a grado de fanatismo, por la “continuidad) y porque, en resumen, tendría que poner en marcha decenas, tal vez centenas de programas como el anunciado para “estabilizar el precio de la tortilla” el pasado enero, lo que implicaría “incentivos” similares a todo tipo de productores, y el presupuesto no da para eso. Entonces, ¿de dónde saca el secretario de Economía que no permitirá aumento de precios? ¿Cómo lo hará en una economía totalmente abierta, donde el control de precios es prácticamente inexistente?
Política de micrófono, porque en lo que Sojo sí cree, y actúa en consecuencia, es en lo que públicamente ha declarado en tiempos menos convulsivos, a saber: “el gobierno mexicano no recurrirá al control de precios para detener el incremento en el precio de la tortilla, porque eso desincentivaría la producción… rechazo cualquier posibilidad de que el gobierno controle el precio de la tortilla, porque tendría un efecto contrario en la producción y competitividad” (diciembre 12, 2006); “el gobierno federal no le pondrá un tope al precio de la tortilla, ni lo colocará como producto controlado, (porque) estas medidas siempre traen problemas, siempre desincentivan la producción, siempre crean problemas en toda la cadena productiva… nuestra posición es que hay otras medidas más efectivas para resolver el problema, que tienen que ver más con incrementar la producción y la competitividad, y no al control de precios… El mensaje es que la población puede estar tranquila de que el gobierno va hacer su parte” (enero 8, 2007). Una semana después, reventó la bomba de la tortilla y se puso en marcha el “programa de estabilización”, en el que el gobierno metió la mano hasta el fondo.
Casi nueve meses después, tras la brutal escalada de precios, el secretario de Economía toma el micrófono y advierte que “no permitiré”..., cuando es notorio que la retiquetación lleva muchísima ventaja, es decir, con holgura permitió lo que se comprometió a “no permitir”. Y ahora, como en enero pasado, asegura que “no existe ningún motivo para que se presente una escalada de precios”.
Tal vez sean las distintas lecturas. Por ejemplo, Sojo celebra que en estos días el incremento en el precio del bolillo “sólo fue de ocho centavos”, pero ese aumento equivale a 7 por ciento, casi el doble de la inflación acumulada. Y “sólo” ha sido de 15 por ciento en la leche en polvo, 12 por ciento en aceites comestibles, más de 10 por ciento en el huevo, 14 por ciento en pollo en piezas, y así por el estilo.
Entonces, si esa es la ruta “para que vivamos mejor” (Calderón dixit), lejos, lo que se llama lejos, nos vamos a llegar, porque con permiso o sin él la escalada de precio va.
Las rebanadas del pastel
Sigue el tema de la Pymes, aderezado con la molestia de egresados del Tec de Monterrey con el autor de la carta publicada ayer en este espacio: “los estudiantes (de esa institución) no pagan 50 mil pesos mensuales de colegiatura; lejos de eso, pagan lo mismo –o menos– que los de casi cualquier otra universidad privada del país (aproximadamente 9 mil pesos al mes). Además, los estudiantes becarios representan un alto porcentaje del alumnado en el ITESM. Como egresado y ex becario, puedo decir que la calidad de la educación que recibí en esta institución me ha permitido completar mis estudios de maestría y continuar ahora con un doctorado. Sobre la difusión de los micro créditos, es lógico esperar que estos programas deben ser presentados a grupos universitarios, el error es que su difusión debe extenderse no sólo al Tec sino a otras –o todas– las universidades e instituciones de educación superior, y su alcance debe ser atractivo y suficiente para fomentar el desarrollo de pequeños (y no sólo micro) negocios. Por medio de este esquema, países como India han logrado reducir la pobreza. No pertenezco a un auditorio pagado de sí mismo, no tengo poco interés en el país, no apoyo a los gobiernos panistas, pero coincido en que los micro créditos, bien administrados, son una estrategia efectiva para reducir la pobreza extrema” (Miguel Minutti, candidato a doctorado en Contabilidad, Universidad de Toronto M.MinuttiMeza 06@Rotman.Utoronto.Ca).
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