Julio Hernández López
Cien formas distintas de confirmar la au-sencia mediante la presencia. Físicamente allí está, para conjurar el recuerdo del fantasmal Mi-guel de la Madrid rebasado por la sociedad en los días aciagos del terremoto (y también por cálculos electorales y de forcejeo político, no a causa del políticamente difunto Madrazo, sino del insólitamente sobreviviente López Obrador), pero Felipe Calderón sólo demuestra con sus hechos y dichos que cada día hay menos presidente, gobierno y Estado.
Paleador solitario en la tumba de las instituciones, el ocupante precario de Los Pinos se hace difundir en cadena nacional electrónica como solicitante de donativos para el Tabascón, asumiéndose como mero portador oficial del cepo recolector de caridades privadas, cívicas y empresariales, porque el Estado mexicano no tiene rumbo ni fondos y se declara arrumbado y desfondado, aunque siga siendo guardián de riquezas presupuestales para rescates bancarios, carreteros o empresariales. Felipe no tiene quien le escriba, y por ello no tiene planes ni propuestas, y vaga por escenarios oficiales en espera de que del cielo le caigan despensas políticas, indispuesto a hacer en favor de los damnificados del su-reste algo más que promesas y malabares fiscales tragicómicos, como la oferta de no cobrar a los tabasqueños por el consumo de electricidad en las casas que han perdido, o la propuesta tétrica de condonar adeudos de ese estado con la causante de buena parte de sus desgracias re-cientes, la Comisión Federal de Electricidad.
Felipe mal atendido: las líneas aéreas fingieron me-dio escuchar el ruego calderónico de prestarse a tender un puente Villahermosa-Distrito Federal; su secretario de Salud sigue tratando de ponerse de acuerdo consigo mismo y de hacer algo más que declaraciones de prensa, y el secretario de Gobernación está políticamente damnificado, con su jefe michoacano delegando facultades casi de estado de sitio no declarado en los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina, como si no hubiese funcionario civil capaz de coordinar las fuerzas armadas y como si no fuese posible trazar rápidos acuerdos con el Congreso y los partidos para tomar decisiones de emergencia, pero compartidas en su responsabilidad con las áreas adecuadas.
Felipe que no halla qué hacer más que hacerse presente, ya sea cargando mo-dosamente cajitas de cartón con alimentos o ayudando a pasar de manos en manos algunas cargas recién llegadas, porque no tiene diálogo ni interlocución política más que con su grupito íntimo, que en la normalidad tiene escasas luces y en las situaciones extraordinarias desaparece casi por ley natural de selección de las especies. ¿Quién de su equipo le ayuda a Calderón? ¿Quién tiene tamaños, relaciones, capacidad? Por ello es que Felipe ha de enfrentar personalmente todo, fomentando en sí la tentación dictatorial, porque a fin de cuentas él mismo se ve solo, único: el desastre soy yo. Y así pelea con quienes no le ayudan a palear, graba comerciales para pedir una ayudita para este pobre Estado ciego, sordo, mudo y paralítico (el Estado mexicano, no el estado de Tabasco; el Estado federal, no las entidades federadas), y trata de cerrar el camino a indagaciones sobre culpas de gobiernos estatales priístas y de la propia Comisión Nacional del Agua (cuyo titular, el yunquista José Luis Luege, tiene más interés en destinar re-cursos oficiales a la creación de un nuevo partido de derecha) y de la Comisión Federal de Electricidad. En el colmo, el fiscal general de la nación trata de imponer la tesis de que las desgracias tabasqueñas se deben al cambio climático: C Al Gorón que pide al gobernador Granier que no se equivoque, que la culpa está en el citado cambio climático y no en maniobras criminales en las presas de la ciudad o en negocios con productores privados de electricidad.
Pero no es solamente Tabasco: también Chiapas está inundado por la naturaleza y mal gobernado por Juan Sabines, quien se la pasa en la pura grilla facciosa, y Oaxaca, donde Ulises Ruiz cree oportuno apretar tuercas a sus opositores, mientras la vista nacional está puesta en otro lado, y estados del norte donde la gente no soporta más los abusos militares cometidos a nombre de la lucha contra el narcotráfico. Inquietud económica generalizada que ve con preocupación las reformas fiscales que entrarán con el primer día del año próximo y afectarán a pequeños y medianos empresarios, porque los grandes se beneficiarán con los contratos y obras que el calderonismo les ha ofrecido en compensación. Y la pregunta de fondo acerca de qué será lo que quede de Villahermosa cuando bajen las aguas y se pueda precisar el tamaño del desastre. Pero Felipe sólo observa (bueno, también posa para las fotos y los videos) mientras el país se le va de las manos. No puede con lo interno y ya está listo a abrir la puerta a los gringos “de buena voluntad”. No puede consolidar su presidencia porque ni siquiera puede impedir que su antecesor levantisco deje de hacer olas, como ayer en San Cristóbal Ranch, donde Chente y Marta se organizaron una mínima manifestación popular que les exculpa de todo lo que los diputados ya ni siquiera deberían investigar porque, a fe de esos defensores bajo pedido, son puras mentiras. Diario curso tragicómico de las aguas políticas desbordadas. México cada día con menos presidente, gobierno y Estado.
Y, mientras López Obrador llega a Tabasco y los principales dirigentes del Frente Amplio Progresista se esmeran en asegurar que no habrá rompimiento en la próxima Convención Nacional Democrática, ¡hasta mañana, con Michoacán en el turno de las nuevas “concertaciones” calderonistas-cardenistas (aunque los gobernadores panistas de Jalisco, Guanajuato y Morelos –puro Yunque– hubiesen ido a acompañar al candidato blanquiazul a uno de sus últimos actos de campaña)!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario