lunes, noviembre 05, 2007

Ante la adversidad, romper la inercia y dejar atrás el inmovilismo


Por Félix Sautié Mederos

El debate sobre los múltiples problemas y contradicciones que nos aquejan ha culminado en las bases populares, en Cuba, y el cómputo de los asuntos planteados es considerable y de fondo. Estamos ante una situación decisiva, en la que muchas cosas esenciales se encuentran en juego y la adversidad, como si los problemas que teníamos fueran pocos, ha aparecido de nuevo ante nosotros con el clima como cómplice. En estas condiciones actuales, se ha puesto en peligro la esperanza que quizás pudiera renacer en una buena mayoría de la población que, año tras año, se ha visto marginada y preterida en sus criterios, así como en sus anhelos frustrados, en espera de verdaderas soluciones para alcanzar un desarrollo personal, familiar y colectivo a la altura de las consignas y de los buenos deseos que constantemente se han anunciado.
El discurso de Raúl Castro el pasado 26 de julio, en Camagüey, que por mi parte he estado comentando desde entonces, tuvo la virtud de que con un lenguaje sencillo, escueto y directo, planteó un conjunto de problemas que realmente ahogan al pueblo; y en consecuencia, de forma seguida y continuada, se puso a libre debate en las distintas instancias de la sociedad cubana, lo cual ha concitado silencios culpables y reacciones como las del señor Bush que en su última intervención sobre Cuba pretendió tirarnos un cubo de agua fría con amenazas y propuestas que, en definitiva, fueron dirigidas a mantener y aumentar los efectos del Bloqueo a Cuba que, en cambio, es uno de los grandes problemas que tendríamos que eliminar y resolver.
También ha habido falta de confianza; pero lo que mayoritariamente se ha impuesto es la gran cantidad de personas que se cuentan por millones, que se decidieron a plantear con toda franqueza sus criterios aportando un voto de confianza a quienes se los solicitaron. Este proceso ahora requiere de medidas concretas de reconocimiento de problemas que se deben rectificar, reformar, cambiar y erradicar. Es comprensible que dada la complejidad de los asuntos, sus soluciones no se puedan instrumentar de hoy para mañana; pero ello no es óbice para que el pueblo reciba señales positivas, así como de que algunas cosas se comiencen a resolver porque es factible hacerlo, mientras que se analizan y se preparan todos los proyectos que hay que poner en práctica.
Entre otras cuestiones, por ejemplo, la agricultura es un sector sobre el que habría que actuar ya sin dilaciones, pues tiene que ver con la alimentación popular que es un problema muy delicado, agudo e incluso de seguridad nacional dada su dependencia de las exportaciones, muchas de las cuales se realizan desde los Estados Unidos con fórmulas muy endebles y precarias. Solucionar esto o, al menos, disminuir el desbalance entre lo que se produce y lo que se tiene que importar, es de suma importancia para todo lo que en el futuro hay que hacer. En este sector subsisten algunas realidades muy importantes, entre ellas la existencia de grandes extensiones de tierra sin cultivar, el problema del marabú extendido por todas partes y la posibilidad probada de aumentar la producción agropecuaria por el movimiento campesino cubano, tanto por parte de los pequeños agricultores individuales como de sus cooperativas. Además, circunstancialmente, el clima ha sido propicio para la acumulación de grandes cantidades de agua embalsada y en el manto freático, lo que tan pronto mejoren las condiciones del tiempo y se restañen los daños causados por las intensas lluvias, constituye una importante ventaja a aprovechar para calzar las necesarias reformas estructurales que faciliten una entrega de tierras al movimiento cooperativo, a los campesinos individuales y a los trabajadores dispuestos a laborarla intensivamente. En mi criterio, esta es una cuestión muy clara, que tiene fórmulas factibles para lograrla y no hay que dilatar sus inicios porque el tiempo, en todos los sentidos, conspira contra nosotros.
Se han sentado las bases para un nuevo aire, un nuevo renacer basado en el cambio y el momento es muy complejo. En estas coyunturas, considero que se requiere de mucha preocupación por tener muy en cuenta lo que el pueblo ha planteado. Esto lo escribo desde Centro Habana, uno de los barrios más poblados de La Habana, donde se concentran miles y miles de personas en casas, cuarterías y edificios en muy mal estado; edificaciones todas que con la temporada de intensas lluvias que estamos atravesando ya han comenzado algunas a derrumbarse. En tanto que en las provincias orientales, muy especialmente en Granma, hay una situación crítica de inundaciones y grandes pérdidas materiales, lo que requiere una acción dramática de crecerse ante la adversidad. De subirle la parada a la vida y de ante lo adverso, lanzar acciones audaces que permitan avanzar mucho más. Para ello, es decisivo dar participación masiva a la población en la reconstrucción, repartir las tierras y lanzar una gran operación de siembras para recuperar lo perdido y avanzar mucho más (y valgan las redundancias). Hablo de algo que no es hipotético y que ya ha sido posible años atrás.
Lo verdaderamente ético, en estas situaciones angustiosas de un pueblo que soporta el bloqueo estoicamente, que soporta los propios errores del proceso y que a pesar de todo mantiene un consenso favorable para que la Revolución rectifique sus problemas y siga adelante, es no admitir criterios reduccionistas de todo lo que se ha planteado, ni tampoco las dilaciones innecesarias al inicio de medidas concretas como las que requiere con urgencia la agricultura, para las cuales existe un amplio consenso. Si dilación y reduccionismo fueran la tónica con que se tomarían los muchos criterios de fondo planteados por la población, entonces todo sí se derrumbaría y no habría nada que sea capaz de levantarlo de nuevo. Tampoco constituyen una respuesta las fórmulas mágicas y grandiosas, ni crear expectativas en macro proyectos y estructuras supranacionales que son del futuro y que requieren que se creen muchas condiciones previas, así como que se resuelvan múltiples problemas puntuales antes.
La plena integración latinoamericana es un sueño de Martí y de Bolívar que requiere de tiempo, de definiciones muy precisas, de condiciones previas y principalmente, por parte de nuestro país, ante todo, habría que fortalecer la total independencia económica frente a cualquier dependencia externa, porque la integración siempre sería sobre la base de la interdependencia de todos los pueblos de América. Existe una amplia gama de posibilidades previas de integración económica en sectores que son propicios, así como de proyectos conjuntos factibles de realizar a poner en práctica. Por ejemplo la Unión Europea, como experiencia concreta y su integración aún no consolidada, ha sido un camino de muchos años, que si bien parte de otras realidades y de otras concepciones políticas, plantea aspectos funcionales y prácticos que pueden aportar ideas esenciales sobre la complejidad de un problema de tal magnitud. En estas cuestiones tan delicadas y complejas, las precipitaciones y los enfoques fundamentalistas apartados de las realidades duras y crudas que vive la población, se convierten en verdaderos boomerang que se viran contra quienes así se conducen. En cualquier proyecto, por pequeño o grande que sea, lo primero es el análisis de la realidad concreta en que se va a desenvolver. Quizás, antes de cualquier manifestación precipitada al respecto, deberíamos pensar en aquello que Goethe escribió en Fausto y que plantea que gris es la teoría y sólo es verde el árbol de la vida.
Ante la adversidad, debemos romper la inercia y dejar atrás el inmovilismo. Por favor, más cuidado con este proceso crucial. Así lo pienso y así lo manifiesto a plena responsabilidad, respetando el criterio de los demás, pero abogando por que todos los cambios, las reformas y las soluciones se realicen con la profundidad y la decisión que se requieren.

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