Por Alvaro Cepeda Neri
Conjeturas
Nuestros gobernantes y funcionarios siguen siendo un hueso duro de roer, por lo que hace a la obligación de rendición de cuentas (el corazón de la corrupción); y a entregar, también por mandato de ley, la información que se les solicita, ya que jamás de los jamases, ni por equivocación, la ofrecen y, cuando llegan a hacerlo, son medias verdades. Casi siempre se obtienen, una y otra, por filtraciones o, cuando entre ellos, por rompimiento o venganzas, sacan a la luz pública sus abusos, raterías (robos o peculados, dice la legislación) y demás actos y omisiones tipificados como delitos.
Los funcionarios del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), que deberían ser modelos de trabajar en casa de cristal, se niegan a informar sobre sus declaraciones patrimoniales.
El comisionado-Presidente, Alonso Lujambio (panista emboscado, amigo de Calderón y otros connotados panistas-calderonistas) se niega a dar información sobre sus bienes patrimoniales. Su gran argumento es que la ley que rige la conducta de los Comisionados, no lo obliga. Es incapaz de actuar democrática y republicanamente. Teme que nos enteremos por su propia boca que es mucho más que rico y quizá oculta algo tenebroso.
El investigador político, académico y periodista Sergio Aguayo Quesada, acaba de analizar y cuestionar que el mismo Calderón se ha negado a dar información y rendir cuentas sobre su fiesta de cumpleaños (nació el 17 de agosto de 1962) que, con recursos públicos, celebró con 300 invitados (Reforma: 24/X/07). Cuando se trató de averiguar, la respuesta, a la mejor de César Nava, secretario particular de Calderón, o tal vez de Juan Camilo Mouriño, vicepresidente de facto (como fue José Córdoba), fue que tal información era "inexistente".
Los (des)gobernadores, como aquel célebre "mago" del escapismo, Houdini, también ponen todos los pretextos para no informar sobre sus actividades y patrimonio; y sus informes anuales son una sarta de ambigüedades. Y llegan a tal grado que abultan sus declaraciones iniciales, para que al salir del cargo sus multimillonarios patrimonios coincidan de principio a final. Las leyes de transparencia son un adorno, pues es infranqueable la entrada para obtener información y como no rinden cuenta ni menos dan razón, pues, de sus actos y omisiones, sobre todo del manejo del dinero, los mexicanos estamos desinformados.
Y a la desinformación le siguen impunidad y descaro, como el caso de Mart(h)a, Fox y los Bribones-Bribiesca. Así es como la corrupción se disfraza hasta de contratos de comodato (préstamos para disfrazar pago de favores) y fideicomisos del presidencialismo y la Corte que, por estar protegidos como instituciones privadas, no pueden ser objeto de información. Los políticos así, no son penal ni constitucionalmente responsables ya que toda información comprometedora, es "inexistente", está "reservada" o de plano se sella para que se dé a la opinión pública hasta dentro de 99 años. Estamos fritos, fregados, eternamente.
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