Luis Linares Zapata
¿Qué pensar de un gobierno que utiliza a varios de sus funcionarios de primer nivel para lanzar ataques, denuestos, infundios y hasta recomendaciones ante alegadas faltas de solidaria actitud, a un ciudadano (AMLO) que interviene, por propia dignidad, en cualquiera de los asuntos públicos de trascendencia? Porque eso es lo que ha estado haciendo, de manera repetida, el oficialismo de respaldo al señor Felipe Calderón. Un sub-procurador (JLV, PGR) y el porro que ostenta rango de secretario del presidente (STPS) son dos destacados adalides del caro micrófono rentado. Uno que quiere obstruir el documentado proceso penal que debía investigar. El otro, como voluntario relleno de incontenible muina, dado a la tarea de presentarse, sin recato, como oficial acusador de Marcelo Ebrard.
¿Lo hacen por la debilidad intrínseca que aqueja a la que intenta ser una administración federal de la justicia? ¿Lo hacen para intimidar como viles represores? ¿Cuál es el propósito de tanta virulencia verbal contaminadora del ámbito social y político? Recuerden que los funcionarios no pueden hacer lo que desean, sino lo que les está puntualmente ordenado y nada más. Vasconcelos debe concretarse a investigar lo sucedido en Tabasco, tal como se le solicitó, ya que de oficio no lo hará nunca.
No es la primera vez que este incómodo personaje sale a la palestra para defender a su jefe en turno, armado con sinrazones. Recuérdense también la fervorosa y repentina visita de Vasconcelos a la iglesia cercana al domicilio de AMLO durante el agitado, injusto, frustrado proceso del desafuero. Todo un despliegue de fuerza inútil. Hasta como provocador es ineficiente y torpe. Mientras tanto, el crimen organizado, sólo en la pasada semana, asalta un depósito de cadáveres en Ensenada o irrumpe, armado hasta los dientes, para incendiar urnas en Zamora sin que haya, hasta ahora, explicaciones creíbles del éxito alcanzado por el oficialismo.
No, lo que deseaba Vasconcelos, y tras él sus jefes inmediatos, era impedir la claridad sobre lo sucedido y sus responsables, omisos o criminales. Se trata de ocultar su miedo al juicio colectivo tras andanadas de verborrea o creando sucesos difusivos paralelos, distractores de la indignación ciudadana.
No se quieren tocar, indagar a profundidad, las causas de una tragedia de dimensiones inmensas como las inundaciones de Tabasco. Hacerlo es incidir en las consecuencias nefastas, punibles, de un modelo de gobierno en boga que ha decidido privilegiar los negocios privados en asuntos de exclusiva responsabilidad pública indelegable.
¿A qué causas se debería el despido, la semana pasada, del encargado de la operación de Peñitas? El irresponsable manejo del agua de tal presa es y podrá ser, de nueva cuenta, causal de tragedias adicionales. Pero, ese funcionario defenestrado sólo es una pieza menor del engranaje de culpables. Los mayores están en la cúspide decisoria, tal como apuntó AMLO en su denuncia penal.
Mas todas estas maniobras de ataques, distractores y justificaciones sin fundamento real, son arropadas y hasta respaldadas por todo un despliegue mediático de grandes proporciones. No hay medio que se salve, ya sea por interesada política de colaboración o por la simple búsqueda del rating y el énfasis en el escándalo para vender ejemplares. El objetivo final es legitimar las acciones del poder establecido. Muchos esfuerzos, ingentes recursos y hasta delitos les obligó aportar el trabajo de poner a Calderón en Los Pinos, otros adicionales les tomará su manutención en ese lugar de privilegio.
El trafique de influencias es parte inherente del sistema que opera el modelo de gobierno, depredador y profundamente injusto, que se aplica en México desde hace ya más de 25 años. En su apoyo, la mediocracia y demás adláteres consagrados de la difusión radiotelevisiva se han lanzado de lleno a taponear la mente colectiva. Lanzan al aire similares, idénticos y repetitivos argumentos con el propósito de solidificar preconceptos para cimentar consejas y repetir, hasta el cansancio, dichos tajantes cuan bulas indiscutibles, auscultaciones ad-hoc o simples rumores.
El uso periodístico de una ensarta de anatemas, exorcismos y descalificaciones para con la persona de AMLO proferidas por un académico (Roger Bartra, Milenio), otrora analista respetado, es claro indicio de la derechización que se asienta en el México de las ilegitimidades calderonianas. No es el único que hace sicoanálisis a distancia. Enrique Krauze lo antecedió en los albores de tal derechización con su celebrado motejo de mesías tropical con que agredió, sin ton pero mucho son, a López Obrador. Es también apuntable la intensa algarabía mediática desplegada alrededor de la vuelta triunfal del priísmo en las recientes elecciones provinciales. Tamaulipas, Veracruz, Oaxaca, Sinaloa, Puebla son los ejemplos señeros a destacar por locutores y columnistas. El respaldo popular para los que saben hacerla, cuando en realidad son crudos ejemplos de satrapías de gobernadorzuelos de la más retardataria práctica antidemocrática. Caciques locales que desusan, con rampante descaro, los abundantes recursos públicos que se les entregan (sin medios de trasparencia) y que son desviados para imponer sus designios. De poco sirven, alegan, las visitas de AMLO a más de mil municipios y el contacto con cientos de miles de seguidores: nada se refleja en las urnas, concluyen orondos.
Nadie ha recalado, menos aún se ha interiorizado, en el movimiento (que ya suma más de un millón 700 mil credencializados) que se va formando y que será sustento de la nueva República. Esos ciudadanos y las centenas de miles que se concentraron en el Zócalo capitalino el domingo son lo de menos. Lo destacable, argumenta el coro mediático, es el incidente (menor por muchas razones) con motivo de la provocación constante (campanadas al canto) de la jerarquía, ahora calderonista a ultranza, de la arquidiócesis citadina. La propuesta alterna para el salvamento de Pemex, meollo del discurso de AMLO, se intenta degradar a simple boconada, una pelea con señuelo a modo, llegan a decir analistas trepadoras. La contribución de Obrador, sin embargo, ya quedó sembrada en la mente colectiva y se irá abriendo paso en la medida que tomen forma los intentos por privatizar grandes sectores de la actividad de la paraestatal primordial de México, su columna vertebral ni más ni menos.
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